martes, octubre 16, 2007

Manuel Montero, El "sospechosismo

El 'sospechosismo'
17.10.2007 -
MANUEL MONTERO

En México funciona un vocablo peculiar, difundido los últimos años: 'sospechosismo'. No está admitido por el Diccionario y la Academia Mexicana de la Lengua asegura que es incorrecto y que los políticos hablan mal cuando denuncian que 'hay mucho sospechosismo'. Será palabro errado, pero también lúcido y muy práctico. Viene a designar la tendencia social a la desconfianza, la idea generalizada en México según la cual todos desconfían de los personajes conocidos y sospechan por sistema de los políticos y de cuantos intervienen en los asuntos públicos. Es hábito y tendencia general a la suspicacia, que incluye escepticismo, duda metódica de la rectitud del gobernante (y de la oposición) y arraigo de las nociones conspirativas, la imagen de que hay cuatro individuos siniestros que mueven los hilos de cuanto sucede en función de sus intereses vergonzosos.El sospechosismo es una costumbre y también un estado de ánimo que, bien mirado, describe bien determinadas circunstancias políticas, no sólo en México - donde el sospechosismo impera desde hace más de una veintena de años-. Implica también el fin de la inocencia política y la creencia en que las perversiones más taimadas y el ocultamiento persistente constituyen las piedras medulares de la vida pública.De unos años a esta parte a este lado del Atlántico nos hemos mexicanizado en este aspecto. El sospechosismo ha anidado en el centro de nuestra vida pública y revolotea por doquier. Los políticos difunden las sospechas, los medios de comunicación difunden las sospechas, Internet difunde las sospechas, el anonimato del internauta difunde las sospechas y como una bola de nieve van creciendo los argumentos fatales, tortuosos, pero que lo iluminan todo pues dan explicaciones definitivas. Los anónimos internéticos se animan los unos a los otros, aportan sucesivos granitos de arena y crean el caldo de cultivo en el que tiene audiencia la historia más estrafalaria. Y hay 'comunicadores' y no digamos políticos a los que el sospechosismo les soluciona la vida. Que nada espante una buena teoría de la conspiración como razón última de lo que sucede, ni la sospechas de las aviesas intenciones y retorcidos procederes de nuestros personajes y personajillos públicos. Se repiten las sospechas sobre qué pasó el 11-M, sobre qué ha hecho el Gobierno ZP con ETA, con el Estatut, con todo, sobre por qué una derecha se lanza contra el Rey, sobre quienes queman sus fotos, sobre quienes les ríen las gracias, sobre si el PP lo utiliza todo de forma torticera, sobre si Aznar cumple el Código de Circulación. Todos en el punto de mira, todos bajo sospecha inquebrantable, pues es sobre lo que se construye hoy la política. También la prensa 'del corazón', y la Fórmula 1 y el ciclismo, y el fútbol, y los premios literarios, y la Biblioteca Nacional, y los negocios inmobiliarios y los otros, y las opas, y lo de los jueces, y los curas beatificadores, y todo. Afecta así a cada recoveco del alma nacional. Hay mucho sospechosismo. Es ya nuestro estado regular.De momento, nuestro sospechosismo tiene una singularidad respecto al mexicano, aunque todo se andará. En México todos sospechan de todos los actores públicos (así les llaman) y a ninguno le concede nadie el beneficio de la duda. Es desconfianza general, que se dirige sin vacilar hacia todos los protagonistas, políticos o no. En España también, pero nuestro sospechosismo es asimétrico. No es que todos sospechemos de todos, sino que todos sospechamos de 'los otros', no de los nuestros, a los que damos en salvar de la quema, quizás injustificadamente. Así nadie se libra, pues cada quisque tiene su bicha dispuesto a que de él sospeche, pero el nuestro es sospechosismo tribal, selectivo, convencido de las excelencias propias y abominador de los horrores ajenos. Los del PSOE sospechan del PP; los nacionalistas, del PSOE y del PP; IU del PSOE y del PP; ERC de todos (menos de ellos); el PP de todos; la Iglesia de todos todos menos de media docena de santiagos matamoros. Quizás la auténtica tragedia nacional sea esta fragmentación de la sospecha. Apenas encontramos a quienes conciten la sospecha unánime de todos los sectores, fragmentos y migajas en que ha dado en diseccionarse la otrora patria. Hay pocas excepciones: da la impresión de que todo el mundo sospecha de Julián Muñoz, Paco el Pocero, Zaplana y Luis Aragonés -cada uno en lo suyo-, consenso que les convierte quizás en el principal puntal de la convivencia, la gran esperanza nacional, por la satisfacción social de compartir sospechas. Son la luz que brilla en el fondo del túnel en estos momentos ásperos de debilidad y fragmentación, nos iluminan gracias a la evidencia de que aún podemos compartir sospechas. No hay comunidad política sin sospechosismo común.El sospechosismo español consiste pues en desconfiar de los demás y en la indulgencia con los propios. Como en tantas otras cosas este vicio español se presenta firmemente arraigado en la sociedad vasca, donde alcanza honduras de órdago. Tiene otras derivas, pues todo se pega, pero consiste sobre todo en la absoluta desconfianza de la comunidad nacionalista -construida sobre el sospechosismo en virulentas dosis premortales- respecto a España y los españoles, siempre bajo sospecha, o con el convencimiento de que viven una perenne conjura antivasca. El soberanismo lanza su mayor desafío histórico contra la convivencia vasca -quedará rota a jirones con 'la consulta' - y lo curioso es que al pronto difunden sospechas de innoblezas españolas, sospechas de que están demasiados nerviosos y, perdonavidas, se les pide 'calma' y 'prudencia' a los agredidos. Es 'mano generosa' la del agresor y sospecha de autoritarismo para el demócrata que quiere se cumplan las reglas del juego.Otro despliegue inmediato de sospechosismo vasco es el que ha seguido a la detención de la Mesa Nacional de Batasuna, de cuya identidad como tal nadie parece albergar duda, por lo que, en las circunstancias jurídicas del día, las cosas parecerían claras. Pues no. El portavoz del asunto sospecha que es operación de castigo y venganza (al parecer represalia a la bondad batasuna, como cuando el lobo feroz se come a Caperucita por llevar leche y miel a la abuelita, siendo ellos la niñita). El Gobierno vasco sospecha de oportunismo político. El PNV de electoralismo. ELA sospecha de continuismo de Aznar. La IU madraziana sospecha de intereses electorales. EA sospecha de un intento 'clarísimo' de romper a la sociedad vasca, lo que viniendo de quienes han lanzado la consulta que con seguridad la partirá en dos provoca mayormente perplejidad. Todo son sospechas de intereses españoles espúreos y sórdidos. Lanzados en pocas horas, tras seleccionar los términos para que suenen rotundos y descalificadores.Si alguna vez las reacciones nacionalistas ante ETA y secuaces fuesen de similar calado, rapidez, contundencia e intensidad otro gallo nos cantara.El sospechosismo vasco, un caso extremo, resulta exclusivamente unidireccional.

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