lunes, octubre 22, 2007

Manuel de Prada, Democracia YouTube

lunes 22 de octubre de 2007
Democracia YouTube

JUAN MANUEL DE PRADA
YA nadie dudará que YouTube, el portal de videos on-line, se ha convertido en el más formidable instrumento de propaganda y contrapropaganda política de nuestra época. En la fase primitiva de la democracia mediática, el político que quería asomar la cabeza tenía que convocar una rueda de prensa para largarnos su doctrina, o conseguir que, en mitad de un mitin soporífero, un apuntador le advirtiese del momento en que iba a producirse la conexión en directo con el telediario, para engallar la voz y soltar las frases más rimbombantes o triunfalistas. Si el político pertenecía a la facción que manejaba el cotarro, la repercusión de sus arengas estaba garantizada; pero si pertenecía a la facción que calentaba banquillo tenía que chincharse y exponerse al ninguneo o, lo que aún resultaba más aflictivo, a que lo sacaran en la tele mientras aburría a las ostras. En la fase primitiva de la democracia mediática, además, el político sabía que el impacto de su doctrina dependía tiránicamente de las audiencias: la repercusión de lo que hiciese o dijese no sólo se mediría por la atención que le dispensaran los medios, sino sobre todo por la atención menos controlable que le dispensara la clientela del medio en cuestión. Ya podía desgañitarse, que como el destinatario hubiese decidido dormir la siesta sus palabras se perderían en el limbo. Si el periódico del día anterior sólo sirve para envolver el pescado, las palabras del político arrojadas al limbo de la desatención se pudren más rápidamente que los mejillones en agosto. A ver quién era el guapo que se iba a infectar con su hedor, zambulléndose en una hemeroteca.
Con YouTube, la democracia mediática ingresa en una nueva era. Los momentos de lucimiento del político son repescados por su propia facción, que los cuelga del portal para entusiasmo de sus prosélitos. Los momentos de desdoro o ignominia o franca ridiculez son repescados por la facción adversa, o incluso por algún cachondo que tuvo la santa paciencia de tragarse la pifia mientras la emitían por televisión y la picardía de grabarla. Esta figura del cachondo que se dedica a colgar en YouTube las gansadas, intemperancias y desatinos de nuestros políticos es uno de los especimenes humanos más dignos de celebración y encomio de nuestro tiempo. Es algo así como el partisano que le ha salido a la democracia mediática, el saboteador que emplea cuña de la misma madera para desactivar las estrategias de la propaganda. Cualquier exabrupto deslizado por el político de turno que no ha tenido la prevención de comprobar si los micrófonos estaban apagados, cualquier berrinche que desmienta siquiera por unos segundos la calculada simpatía del político —como el reciente de Carod-Rovira, revolviéndose como la niña del exorcista ante la mera mención del nombre que le adjudicaron en la pila bautismal— se convierte de inmediato en pieza cinegética para estos cachondos de YouTube, erigido en el verdadero tubo de la risa de la democracia mediática.
Otro fenómeno también ligado a la emergencia de YouTube como nuevo instrumento de propaganda y contrapropaganda política lo tenemos en la proliferación de esos videos mostrencos que las diversas facciones en liza pergeñan para enardecer a su parroquia. Son, por lo general, videos poco creativos, burdamente apologéticos o escarnecedores, que siempre se vuelven contra quien los concibió o —todavía peor— contra quien los protagoniza. Así, en el video en el que Rajoy exhortaba a sacar las banderas a los balcones, la fijeza del plano corto ponía un toque tostonazo que los repertorios de jurisprudencia del fondo hacían gravosísimo. El video de Zapatero, menos envarado, tiene sin embargo un clima como de publirreportaje en el que se cantasen las excelencias de un método de aerobic o una pomada de baba de caracol, agravado por la teatralidad meliflua y buenrrollista del presidente, a quien sólo le falta para completar el cuadro hacerle carantoñas en el pescuezo a un perro de raza collie mientras nos vende su mercancía. YouTube se ha convertido en el algodón que no engaña de nuestra democracia mediática; y la mancha del algodón, como los mejillones en agosto, sigue oliendo a podrido que tira p'atrás..
www.juanmanueldeprada.com

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