miércoles, octubre 03, 2007

Luis Racionero, Bonzos contra Banzai

jueves 4 de octubre de 2007
Bonzos contra Banzai Luis Racionero

Ejército y religión se han paseado del brazo por la Historia desde que se inventaron las dos instituciones típicas de la civilización, que no son ellas dos sino la ciudad y la guerra. Antes del quinto milenio no existían ciudades y tampoco se perpetraban guerras porque no había ejércitos. Había peleas entre tribus, pero nada que se pueda llamar guerra. La guerra, como la ciudad, es fruto de los excedentes de producción causados por la revolución agrícola en su fase de regadío.
La ciudad es el corolario espacial de la especialización funcional, hay diversos oficios porque el grano y la carne excedentes liberan parte de la población de las labores del campo, pudiéndose dedicar a artesanos, comerciantes, soldados y sacerdotes. Así nace la ciudad en torno a la ciudadela, que es el granero más el templo. En la ciudadela o palacio real está la casa del rey, su tesoro, que es el granero donde guarda los excedentes alimentarios y la casa del dios, que es el templo, donde viven sacerdotes y escribas.
En torno a esa ciudadela fortificada se extiende la ciudad de artesanos, comerciantes y funcionarios, rodeada por la muralla protectora. Con los excedentes del grano se contrata y mantiene un ejército mercenario o local con el cual sí son posibles las guerras en gran escala. Por eso he recogido la tesis de Kenneth Boulding: los dos inventos característicos de la civilización son la ciudad y la guerra. Y, añade Boulding, la postcivilización llegará cuando sean abolidas ambas: la ciudad y la guerra.
La ciudad se está diluyendo en suburbios y shopping centers, la guerra es cada día más cuestionada entre los países avanzados. Por eso me parece maravillosa la imagen de miles de monjes budistas enfrentándose a los generales del ejército opresor en Birmania.
La foto de los pacíficos azafranes contra los belicosos grises me emocionó como precursora y anuncio de los signos de los tiempos postcivilizados. La gran religión pacifista de la humanidad, que es el budismo, dando ejemplo de lo que será el mundo del futuro. No es pacifista el cristianismo —lo siento— con su Señor de los Ejércitos y su horrenda trayectoria de cruzadas, masacres, hogueras y torturas inquisitoriales, ni es pacifista la religión judía, donde la Biblia es la crónica de una invasión y de los despropósitos del Dios de la Guerra, y no es pacífico, por supuesto, el islam.
Queda el budismo como gran cuerpo de doctrina impregnado de pacifismo, lo dijo Suzuki refiriéndose a las religiones del libro: “El hombre contra la Naturaleza, la Naturaleza contra Dios, Dios contra el hombre: ¡qué religión tan rara!”.

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