miércoles, octubre 10, 2007

Luis Pousa, Una realidad fragmentada

jueves 11 de octubre de 2007
LUIS POUSA
CELTAS SIN FILTRO
Una realidad fragmentada

Las sociedades nunca fueron uniformes, y a quienes pretendieron que lo fueran (o siguen pretendiéndolo) no les sirvió de mucho ocultarlo. Porque por más que ignorasen o consiguiesen ignorar las diferencias, éstas permanecieron, incluso en estado larvario, y rebrotaron.O, simplemente, soportaron lo indecible, pero resistieron. Lo de la homegeneidad es un imperio totalitario, preñado con sangre, sudor y lágrimas, a poco que se analice la historia en detalle. Y lo del multiculturalismo no deja de ser el sucedáneo de un problema muy complejo: la confusión que nos rodea.
Tan complicado es el panorama que el antropólogo Clifford Geertz se ha atrevido a decir algo que otros habían dicho mucho antes, si no con las mismas palabras con otras parecidas: los países no son naciones y las culturas no son sistemas de vida compartidos. Es decir, hay naciones que no coinciden con estados y estados que albergan a varias naciones. A principios del siglo pasado, en Galicia, una tal generación Nós apuntaba estas ideas, y, posteriormente, un tal Castelao abundaba en ellas, aún cuando sus definiciones estuviesen excesivamente encorsetadas por la tendencia histórica del momento.
Aún reconociendo las ventajas de la globalización, que las tiene y muchas y buenas, las culturas presentan desavenencias profundas y sus conflictos distan una enormidad de favorecer la conformación ideal de un civilización unitaria y armónica, que diría Daniel Innerarity, agrupada en torno a unos valores pacíficamente compartidos.
Recientemente (ver Claves de razón práctica, número 175), Anthony Giddens reflexionaba, con Ocho tesis sobre el futuro de Europa, sobre si la UE podría derrumbarse bajo el peso de sus contradicciones, como sugiere el historiador Niall Ferguson y otros anti, o tiene mucho recorrido por delante. Sostiene Giddens que, "contrariamente a lo que pueda parecer, el actual es un momento de oportunidad para Europa: la oportunidad de recargarse económicamente y de situarse a la vanguardia del cambio".
Es oportuno destacar que el director de la London School of Economics comienza su ensayo con una anécdota de un libro comprado por él en una librería de segunda mano, en Santa Bárbara (California), titulado Inside Europe (algo así como Europa por dentro), cuyo autor se llamaba John Gunther. La obra es de 1961 y en ella Gunther retrataba a la Unión Soviética como "potencia inmutable" y consideraba una novedad interesante el nacimiento de la Comunidad Económica Europea, pero de importancia marginal. De hecho sólo le dedicaba cuatro de las 600 páginas de las que consta su libro.
Giddens reflexiona sobre los cambios que ha experimentado el mapa de Europa a partir de 1989, con la caída del comunismo en la Europa del Este: nada menos que se crearon 13.000 kilómetros de fronteras nuevas desde 1989 en la Europa Central y del Este.
Pues bien, ante esta realidad fragmentada y cambiante, cabe preguntarse si, al contrario de lo que algunos dicen estos días, la Xunta no debe involucrarse aún más en mantener las relaciones con los emigrantes y asentar los vínculos de una identidad deseada, habitable y no excluyente. Una otra realidad que ha de tenerse en cuenta, más allá del principio de territorialidad y de las histerias electoralistas que desate un viaje oficial.

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