miércoles, octubre 03, 2007

Luis Pousa, En los presupuestos

jueves 4 de octubre de 2007
LUIS POUSA
CELTAS SIN FILTRO
En los Presupuestos
Marcada por unas elecciones generales al doblar la esquina del invierno, la agenda de actuación del Gobierno gallego tiene obligadamente que concretarse en el corto plazo de los Presupuestos de la Comunidad Autónoma para 2008. Y esos Presupuestos se apoderaron literal y mediáticamente del Debate sobre el Estado de la Autonomía, sobre todo cuando el vicepresidente Anxo Quintana anunció que las arcas autonómicas asumirán un incremento adicional para las pensiones no contributivas, que corren a cargo de la Administración central. Medida inmediatamente ratificada por el presidente Emilio Pérez Touriño en su posterior y última intervención.
En un país con la pirámide de población muy envejecida, y donde su anterior estructura productiva agraria, hoy felizmente superada, condenó a miles de personas a vivir fuera del manto protector de la Seguridad Social, la subida complementaria de las pensiones no contributivas, que Andalucía fue la primera comunidad autónoma en aplicar, es una medida de gran calado social para uno de los segmentos de edades más necesitados de la protección del Estado del Bienestar.
Que de ella se desprendan beneficios electorales para socialistas y nacionalistas es cosa de comprobarla en la urnas, pero lo que resulta innegable es que da respuesta a un problema real y lacerante.
También los Presupuestos autonómicos para el próximo ejercicio, según anunció el presidente Touriño, contemplarán la supresión del impuesto sobre sucesiones y donaciones en la transmisión de vivienda entre cónyuges o padres e hijos. Posiblemente, el primer paso de un recorrido que concluirá con la supresión del impuesto sobre el patrimonio, una vez que el Ministerio de Economía halle la forma de eliminarlo.
En consecuencia, la deriva presupuestaria del debate confinó al líder de la oposición en un espacio muy incómodo para moverse, paradójicamente el espacio que él mismo delimitó con un discurso excesivamente cargado de negaciones y sentencias.
Alejado del consenso sobre lo básico y estructuralmente vertebrador de lo que identifica a Galicia -la lengua, el territorio y el Estatuto-, en parte desposeído de la bandera de la rebaja de impuestos y sorprendido en lo de las pensiones no contributivas, Alberto Núñez Feijóo se quedó atrapado en el embotellamiento de un catastrofismo que ni los más forofos del PPdeG se lo creen. Con lo cual el recurso a la consigna machacona de un presidente débil y un Gobierno con dos socios que no se entienden entre sí se perdió en los cielos del hemiciclo, sin que nadie, ni siquiera el autor, lo echase de menos.
La estructura formal del argumentario empleado por Feijóo recuerda demasiado a otros de la factoría de la calle Génova. Tanto, tanto, que termina por desdibujarle, si no anular en él la fuerza de lo diferente. Lo que debería ser su mejor arma política se estraga, anulada por la ortodoxia de lo mismo aquí que en Murcia o en la Rioja. Cuando lo cierto es que los populares gallegos necesitan otro discurso político y otra forma de transmitirlo hacia dentro y hacia fuera.
Se dirá lo que se quiera, pero el cambio sigue adelante sin mayores sustos que algunos puntuales desencuentros entre los socios del Gobierno gallego. El Debate sobre el Estado de la Autonomía ha reforzado al bipartito.

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