miércoles, octubre 03, 2007

Carlos Luis Rodriguez, Lo normal es bello

jueves 4 de octubre de 2007
CARLOS LUIS RODRÍGUEZ
a bordo
Lo normal es bello
Recurriendo a analogías culinarias, podría decirse que las rendiciones de cuentas que hacía don Manuel eran como una macedonia: sabores mezclados, piezas distintas metidas en el discurso que el presidente servía de cualquier manera, provocando indigestión en los comensales.
Touriño, en cambio, pone sobre la mesa un plato contundente al que alguien de su cocina echa un poco de sal para que tenga algo de sabor. Cada uno es como es, y el inquilino de Monte Pío es más bien soso en su dialéctica. No se le nota cómodo cuando se permite alguna licencia (es0 de que Galicia va camino de estar en la Liga de las Estrellas), porque enseguida retorna al rigor, el que tendría el presidente de una compañía, o el miembro del politburó.
En vez de aliñar la intervención con exóticas especias, don Emilio pudo haber reivindicado algo que salta a la vista: a diferencia de otras, Galicia no es una comunidad grotesca, ni histérica. Si comparamos a Touriño con otros colegas, sale ganando a pesar de su tono gris. No es un espectador ausente al estilo de Montilla, que parece no creerse todavía que esté donde está, ni un mandatario como Chaves, lanzado a subvenciones de tipo peronista.
Tampoco es de los que mete a su país en el callejón sin salida de un referéndum que rompe consensos, crispa a la sociedad y resquebraja al propio partido gobernante. En el momento en que algunos regidores se desquician, en Galicia hay uno normal, rodeado de líderes que pueden gustar más o menos, pero que conservan la sensatez que por ahí adelante cotiza tan a la baja como algunas firmas inmobiliarias.
El BNG de Quintana vendrá de una larga marcha cuyo lejano punto de partida era la insurrección, pero no se dedica a alentar quiméricas independencias, ni tiene en su incubadora a chavales que queman fotos reales, o amenazan a quienes no dan la talla patriótica. Practica un nacionalismo práctico de viviendas, residencias y hasta pasodobles con el poder gris, con el que piensa seducir poco a poco a la gente.
Este Feijóo sardónico tampoco es equiparable a compañeros suyos que se han especializado en interpretar la política española de hoy como un ajuste de cuentas con el pasado. A los tres mosqueteros de la autonomía, en suma, Galicia los ha amoldado a su imagen y semejanza. ¿Liga de las Estrellas? Depende de quién juegue en ella. A lo mejor, en estos momentos borrascosos que vive España es suficiente con evitar los excesos que se ven por ahí.
En tiempos de Fraga, Galicia irrumpe en la política de Estado con aquella propuesta de Administración Única que escandalizó por igual en Moncloa y Génova. Fue algo original, equivalente a la arruga de Adolfo Domínguez en el mundo de la moda. Ahora el producto que podría exportarse sería eso, la Administración Normal.
Sara Outeiral Brión, futura colega, opinaba en estas páginas sobre el debate, concluyendo con una afirmación que bien pudiera haber sido hecha por Churchill: nadie dijo que la democracia fuese perfecta. Claro que no lo es. No hay que pedirle la perfección, pero sí exigirle ese sentido común que abandona por momentos esas autonomías que antes nos servían de guía.
En una el presidente anuncia un referéndum de despedida para 2008; en la otra, el vicepresidente programa el desamarre de España para 2014. Así las cosas, estamos en la gloria con un presidente un poco soso y un vicepresidente que quiere autodeterminar, con toda razón, el tráfico.

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