miércoles, octubre 10, 2007

Lorenzo Contreras, Un atentado enigmatico

jueves 11 de octubre de 2007
Un atentado enigmático Lorenzo Contreras

¿A quién ha querido asesinar ETA, en su vuelta al atentado individual? ¿A un guardaespaldas o al ausente concejal al que ese guardaespaldas particular protegía? Las informaciones que vienen circulando no aclaran la intención o la naturaleza del objetivo. Aunque todos los crímenes son igualmente reprobables, su significado político no es el mismo en todos los casos.
El guardaespaldas es militante del PP. Pero, ¿conocía ETA esta particularidad y por eso actuó contra el empleado de la empresa de seguridad a la que pertenecía? No hay que descartar que la banda terrorista hubiera buscado en realidad otra elección. Si esto último se confirmara, ETA habría regresado a sus antiguas fórmulas de acción directa contra políticos más o menos significados. En tal caso se habría reabierto, como suele decirse, el melón del terrorismo clásico. Y entonces, lo lógico sería esperar que, efectivamente, la anunciada apertura de todos los frentes se confirmara a plenitud.
Sería, por parte de la banda terrorista, el portazo definitivo a cualquier tentación negociadora. Mientras tanto, lo prudente es esperar. Zapatero sigue siendo para ETA la mejor baza posible. Un nuevo atentado de esta índole confirmaría los límites de la ruptura y situaría al presidente del Gobierno ante el fracaso claro y estrepitoso de su estrategia dialogante. Zapatero se vería obligado a intensificar la dureza de la política represiva. Ya no podría además vender al electorado su argumento del cuatrienio impoluto, que habría discurrido sin los muertos clásicos. Políticos, militares, policías habrían dejado de estar en veda.
Sorprende que desde las filas conservadoras empiece a echarse las campanas al vuelo, como si tras el nuevo conato de crimen ya no quedara para el Gobierno otra opción que retornar a los métodos drásticos del aznarismo más duro, con todo lo que ello comportaría de reconocimiento de una estrategia realista por parte de la Administración anterior.
La sorpresa vendría dada por ese conservador optimismo incipiente, caso de que se mantuviera. Más sensato sería no descartar una nueva incursión del zapaterismo hacia los terrenos del diálogo bajo cuerda. Es algo que forma parte de la costumbre del actual Gobierno. Un Gobierno que, aparte de las detenciones y encarcelamientos de altos dirigentes del entorno de ETA, ha dejado exentos a personajes tan inquietantes y al mismo tiempo tan abordables, en caso de necesidad, como Pernando Barrena, cuya beligerante libertad actual revela cualquier actitud menos la del filoetarra amedrentado.
Quedan en pie dos expectativas: en primer lugar, algún nuevo comunicado de la banda terrorista que empiece a dejar las cosas en claro respecto al carácter definitivo, o no, de la situación. En segundo lugar, la línea del Gobierno en lo que atañe al futuro de las organizaciones sustitutivas de Batasuna, desde Acción Nacionalista Vasca (ANV) al Partido Comunista de las Tierras Vascas (PCTV).
En este segundo aspecto, la tolerancia hacia inevitables competidores electorales revelaría que, tarde o temprano, con el mes de marzo como límite, la vuelta a las andadas por parte del zapaterismo formaría parte del negocio político. Atribuir al Gobierno de Zapatero una caída en la tentación del juego limpio sería tanto como cometer un imperdonable pecado de ingenuidad. Probablemente cuando Rajoy intenta estimular a Zapatero para que su giro político se complete en términos de recuperación del acuerdo sobre lucha contra el terrorismo, cualquier observador estaría en el derecho a preguntarse quién está más cerca o más lejos del sentido común.

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