lunes, octubre 15, 2007

Lorenzo Contreras, Su Serenisima

martes 16 de octubre de 2007
Su Serenísima Lorenzo Contreras

Políticamente vivimos de expectativas. Zapatero recibe a Ibarretxe para decirle que no a la famosa “consulta” sobre autodeterminación del País Vasco, con lo cual refuerza su imagen de patriota español en un alarde de oportunismo preelectoral. Casi simultáneamente, su “lugarteniente” Pepiño Blanco declara públicamente su inesperada devoción monárquica. Son dos datos que alimentan la teoría de que la Corona no ha sido incordiada ni incomodada desde los ámbitos oficiales, incluido el Gobierno y sus famosas condescendencias a la hora de los diálogos con ETA y con los nacionalistas. Por el contrario se procura llevar a la sensibilidad de la opinión pública el convencimiento de que la enemistad con la Corona procede de la derecha, que es tanto como decir el PP y sus entornos.
El PSOE y su Gobierno se han esforzado, con motivo del Día de la Fiesta Nacional, en desacreditar el célebre vídeo de Rajoy a beneficio del fervor patrio de la gente, presentándolo como un extemporáneo delirio de la oposición que no respondería a ninguna alarma verdadera. Fue tanto como decir “sobran banderas”. Y lo cierto es que el símbolo nacional por excelencia, si se prescinde de la exhibición principal de la plaza de Colón, en el centro de Madrid, no lució profusamente en los balcones y fachadas de los barrios principales, y nada digamos de los barrios periféricos.
El abucheo al presidente del Gobierno en el momento de las honras a los militares caídos en operaciones de guerra o relacionadas con los conflictos exteriores ha sido oficialmente presentado como un agravio a las Fuerzas Armadas y a los familiares de los muertos. La verdad es que el objetivo de la rechifla era Zapatero, a quien deben importarle muy poco esos muertos y sus familias, salvo, naturalmente, en lo que respecta a las consecuencias electorales de las bajas. En cuanto a los propios militares, más les inquieta la vulnerabilidad acreditada por nuestros soldados gracias a la incuria del Gobierno.
Ahora se atribuye al PSOE y su Gobierno una cierta alarma con vistas a las urnas de marzo. Una alarma prácticamente similar a la que sin duda experimenta el resto de partidos, sobre todo, por supuesto, el PP. Mientras tanto, después del atentado de Bilbao, donde resultó herido el escolta de un dirigente socialista, ETA guarda provisionalmente silencio. Raro, desde luego, que la banda tarde en reivindicar con su tradicional retórica tan gloriosos hechos. Ha preferido confiar a la “Mesa Nacional de Batasuna” la distribución de un documento en el que reconoce, sin duda con alusión a las detenciones de algunos de sus dirigentes, que “nos han golpeado, nos han golpeado duro, nos han hecho daño”. Ahora bien, en muestra de aviso, expresa un optimismo basado en el convencimiento de que “el Estado español y el francés no tienen un problema con la izquierda abertzale”, sino que perjudicar y diezmar sus estructuras, ilegalizando y encarcelando, no ahuyenta el problema de fondo con “este pueblo que es una nación y que ha decidido que está en sus manos organizar su futuro”.
Para Batasuna, “Zapatero es consciente de que tiene enfrente a un pueblo que no va a poder doblegar”, un pueblo —añade el entorno de la banda— que “tendrá un sitio en la lista de las naciones libres de Europa”.
Como cabe apreciar, el optimismo va por barrios, pese a las evidencias sombrías que asoman por el horizonte político. He aquí, por ejemplo, que Zapatero, en un esfuerzo supremo por inculcar a la opinión la creencia de que no pasa nada grave, habla de su partido, y en realidad de sí mismo, como baluarte de una “España serena”. Una serenidad que cuesta trabajo apreciar o palpar en el día a día de los desórdenes y anomalías que se van produciendo.
El presidente mira hacia marzo con aparente tranquilidad. Ya es algo más que “su ilustrísima”. Se ha convertido en “su serenísima”. Este serenísimo dirigente que el destino nos ha regalado es el seguro y la garantía de nuestra futura convivencia.

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