lunes, octubre 15, 2007

Jose Javaloyes, No todo en el Caspio es caviar

martes 16 de octubre de 2007
No todo en el Caspio es caviar José Javaloyes

Mientras se ha revelado que en Irán preparaban un atentado contra Putin, llegado ayer a Teherán para asistir a una cumbre de los países ribereños del Caspio, donde es previsible que corra el caviar, se ha revelado también que la misteriosa operación aérea de la aviación israelí contra territorio sirio, de la que se tuvo noticia a principios del pasado septiembre, tuvo por objeto la destrucción de instalaciones destinadas a una planta —probablemente norcoreana— para procesar uranio y presumiblemente destinada al comienzo de un programa similar al que ahora pueden estar concluyendo los iraníes. Se trató por tanto de una acción igual que la efectuada en 1981 contra el reactor iraquí de Osiraq, aunque éste era un equipo francés mucho más evolucionado que el sirio. Israel, ahora como entonces, se resiste a este tipo de experimentos en su entorno, puesto que son capaces de neutralizar su ventaja militar sobre los árabes.
La madeja se enreda más y más, puesto que la visita realizada a Moscú este fin de semana por los titulares norteamericanos de Estado y Defensa, Condi Rice y Robert Gates, no ha servido para desbloquear la situación creada a propósito de la barrera de misiles checo-polaca.
Rusia insiste en que la función de seguridad que esta defensa desempeñará puede ser atendida por sus radares en Gabala, junto al Caspio; pero Gates sostiene que esa instalación no les sirve de nada. Los rusos, a su vez, insisten en que la barrera europea altera el equilibrio militar entre ellos y los occidentales, pues aunque reconocen el carácter defensivo de la misma alegan también que potencialmente, para unas circunstancias determinadas, tal condición podría pasar de defensiva a ofensiva. Algo que el secretario de Defensa norteamericano, a su vez, asume expresamente también.
Dicho en román paladino, ni a rusos ni a norteamericanos les da la gana desbloquear un asunto que es altamente expresivo de la entrada en una época nueva dentro de las relaciones ruso-americanas. La diplomacia postsoviética ha terminado y Vladimir Putin no va a perder ocasión de subrayarlo. Le vale para ello este asunto y su empeño en abrir una brecha en la empotrada condición de la Alemania federal de aliado con Estados Unidos, rasgo este que estuvo a punto de romperse durante el tiempo del eje franco-alemán y al hilo del debate sobre la guerra de Iraq.
El paso por Berlín del presidente Putin, el pasado fin de semana, dentro de lo que los polacos llaman el “nuevo pacto germano-ruso”, ha puesto más que en evidencia esta voluntad. Mientras Putin hilvanaba en Berlín aproximaciones con la canciller Angela Merkel, Condi Rice y Robert Gates se atascaban en Moscú con sus respectivos homólogos Serguei Lavrov y Anatoli Serdiukov en el asunto de los radares. Tampoco era para acabar con caviar.
Y ahora, la participación del presidente ruso en la cumbre de ribereños del Caspio, que de forma más que sintomática se celebra en el muy conflictivo Teherán de la sospechada bomba atómica, viene a poner algo más que una tilde en la apuesta de Vladimir Putin por una instalación distinta de Rusia en el desconcertado concierto de las naciones. En el Caspio de ahora, cabeza de oleoductos que vienen a Europa, pesa bastante más el petróleo que el caviar.
jose@javaloyes.net

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