lunes, octubre 15, 2007

Juan Velarde Fuertes, La Corona, como activo español

lunes 15 de octubre de 2007
La Corona, como activo español
JUAN VELARDE FUERTES
Hoy, inaugura sus sesiones el conjunto de las Reales Academias que constituyen el Instituto de España. Como siempre, el acto será presidido por don Juan Carlos I. En la ovación que le va a recibir estará también el muy racional aplauso derivado de la comprensión de su notable papel como activo fundamental español, también en lo económico. Bastan, sobre esto, tres pruebas. La primera, en relación con la confianza. Como expuso Flores de Lemus, la inversión tiene más que ver que con la relación costes-precios, con la seguridad en la carencia de ausencia de trastornos políticos fundamentales, y desde luego, mucho con la memoria de los malos y los buenos momentos. Las dos Repúblicas que han existido en España han dejado una pésima memoria a los agentes económicos. Recuérdese el caos absoluto de la I, y la inepcia colosal que, ante la Gran Depresión, con desesperación de Ortega y Gasset, mostraba por ejemplo, Azaña. Este pasivo contrasta con tres grandes impulsos económicos de la Corona: el de Isabel II, que creó las bases de la actual economía; los de Alfonso XII, María Cristina y Alfonso XIII, que originaron que el desastre colonial se transmutase en auge importantísimo, y finalmente, el del rey Juan Carlos, con el incremento del 150% en el PIB español por habitante en 2006 sobre 1975, o sea, mucho más del doble.
La segunda partida de este activo es la seguridad que ofrece el Rey del mantenimiento de la unidad de mercado, al ser, por sí mismo, una garantía de ello. Lo prueban los ramalazos republicanos del separatismo vasco o gallego, o la quema de retratos por los radicales catalanistas. Por supuesto que, en lo económico, los separatistas tiran piedras contra sí. De ahí que, los más avisados, consideren que deben ampliar lo que son minúsculos territorios. Los separatistas vascos tratan de controlar Navarra. Los catalanes, lo que denominan «países catalanes»; los gallegos, buscan la vinculación portuguesa. La cadena de asertos que, desde Adam Smith llega a Perpiñá Grau, pasando por Allyn Young, de que sin grandes mercados homogéneos de factores y productos, la productividad cae y la depresión se consolida, además, en una causación acumulativa negativa, que, como decía Myrdal, probaría que el caos económico en caso de separación caería desde luego sobre esos territorios, aunque también sobre toda España.
La tercera pieza de este activo es la iberoamericana. La expansión empresarial y de capitales española se orienta fundamentalmente hacia la Unión Europea y hacia Iberoamérica. Al ser miembro de la UE, la garantía está establecida por los propios reglamentos comunitarios, pero en Iberoamérica los riesgos son otros y, muchas veces, de tipo esencialmente político. La solución ha de efectuarse en ese marco y de ahí -basta para comprenderlo haberse acercado al ámbito americano- que el prestigio del Rey de España, siempre, y el de don Juan Carlos, concretamente, ha servido, y servirá, para frenar cualquier desaguisado.
Cuando hoy se unan los académicos en su aplauso al Rey, de algún modo tendrán también, aparte de otros motivos, esto presente.

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