lunes, octubre 08, 2007

Jose Javaloyes, Otra perspectiva francesa de Europa

martes 9 de octubre de 2007
Otra perspectiva francesa de Europa José Javaloyes

En paralelo a la sensible sintonía germano-rusa montada sobre la política energética centrada en el gas —materia en la que el presidente francés advirtió la “brutalidad” putiniana con los países de su entorno, principalmente Ucrania, Bielorrusia y Polonia—, el Elíseo abre su propia política al Este europeo con encuentros que han incluido hasta ahora viajes de Nicolas Sarkozy a Hungría y Bulgaria, y visitas al Elíseo, ayer mismo, del presidente de Polonia, Lech Kaczynski, y de Mirek Topolanek, primer ministro de Chequia.
La apertura a una mayor y más específica colaboración francesa con las naciones europeas satelizadas por la URSS incide en la evidencia de que aquello del eje franco-alemán respondió sólo al esquema diplomático del presidente Chaques Chirac y del canciller alemán Gerhard Schroeder, tan significado éste en la actualidad con su instalación en Gazprom, en lo que ha sido denominado, concretamente por los polacos, nuevo “pacto ruso-germano”.
El cambio francés prometido por el actual presidente se realiza más sensiblemente en el campo de la diplomacia. Y no sólo lo hace en esta proyección hacia el Este que comentamos, sino que lo hace asimismo en su flexión hacia el Oeste, con una inversión absoluta de clima político con Washington. Al punto que cabe entender lo primero como una directa consecuencia de lo segundo.
Aquel escenario de desencuentros entre la diplomacia francesa y la política norteamericana a propósito de Iraq, y de profunda distonía europea también a cuenta de lo mismo, puede estar pasando a la Historia, al menos para lo que toca a la política exterior sarkoziana. Algo que, desempeñando una función coadyuvante de otros cambios franceses, significa mucho más para la evolución de la dinámica política intraeuropea y la relación euro-norteamericana, sea cual fuere el partido que siente a su candidato en la Casa Blanca cuando lleguen las próximas elecciones presidenciales.
La presidencia de Jacques Chirac era Francia, lo mismo que lo es la presidencia de Nicolas Sarkozy. Pero ni la Francia de Chirac ni la Francia de Sarkozy representaban ni representan a Europa, sino únicamente a una parte de ella, por muy significativa que sea o fuese en cualquier caso.
Resulta obvio que este cambio diplomático francés tiene una lectura española. El disentimiento político de la diplomacia de José María Aznar con la de Jacques Chirac —tan enfáticamente asistida ésta por la del canciller Schroeder— no era un disentimiento político con Europa, sino un desacuerdo con el decisivo y minoritario grupo que encabezaba el eje franco-alemán existente entonces.
Ocurre que, además de haber cambiado este componente dual en sí mismo, ello ha traído un principio de modificación general en las relaciones intraeuropeas, en sí y para sí mismas, y también para lo que corresponde a la relación del conjunto europeo con Washington y con Moscú ante esta dialéctica de Guerra Fría por la que se adentra la Rusia de Vladimir Putin, acaso como reacción a la barrera antimisiles compartidamente asentada sobre Polonia y Chequia, que ayer enviaban al Elíseo su más alta representación.
En todo el mucho paralelismo que cabe entre lo que fue la genuina Guerra Fría y esta especie de eco de fondo de aquello que ahora cursa desde Moscú no se rastrea o incluye paralelismo alguno entre lo que fue la Francia de Charles De Gaulle y lo que parece que va a ser la Francia de Nicolas Sarkozy. Aun sin código constitucional, esta Europa de ahora mismo es cualitativamente distinta de la que cursaba en tiempos del general. Y es un código constitucional más sintético y menos profuso que el fracasado, precisamente, la meta que Sarkozy quiere promover para el turno presidencial francés de la UE, que empieza en julio del año que viene. Puede que tengamos, con una Francia menos autista, otra Europa en el horizonte.
jose@javaloyes.net

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