martes, octubre 16, 2007

Jose Javaloyes, Importador de basura de diseño

miercoles 17 de octubre de 2007
Importador de basura de diseño José Javaloyes

Sólo una obsesión cierta por la propaganda política, por las técnicas de manipulación de la realidad de las cosas —hasta que esta realidad cede y las cosas son relevadas por sus fantasmas—, podría explicar la compra de derechos de autor al ex vicepresidente norteamericano Al Gore de ese monumento a la manipulación cinematográficas de las verdades sobre el clima que es su famosa película Una verdad incómoda. Tan famosa que le ha valido el Nobel de la Paz como antes le valió otro galardón en los Premios Príncipe de Asturias.
Permitirá esa compra la incorporación del espíritu de tan lucrativa manipulación al discurso y al propósito gubernamentales con lo de la Educación para la Ciudadanía. Y digo “manipulación” para no insistir en lo de “incómodas mentiras” y los dolosos errores en que incurre el autor. Manipulación de los nexos entre contaminación y temperaturas. Errores, exageraciones e imprecisiones sobre el proceso climático. Cada vez más en evidencia conforme se ajustan más a la verdad de los hechos las sucesivas rectificaciones, en sus propios trabajos, del Grupo Intergubernamental del Cambio Climático. Con el que Al Gore ha compartido la distinción.
En el mismo orden de cosas, la Moncloa ha contratado como asesor para temas de terrorismo a Michael Moore, comprometiéndose además a que su película Fahrenheit 9/11 se distribuya por los centros de enseñanza.
Ni esta película es ciencia reportada, serena verdad sobre lo relativo de las verdades políticas, ni la de Al Gore es testimonio encajable en el debate serio sobre las relaciones entre el clima planetario y los detritus de nuestra civilización industrial.
Se trata de la adquisición de dos productos realizados, con indiscutible fortuna técnica, para servir a objetivos y postulados de la izquierda global. Algo a lo que tienen perfecto derecho quienes así piensen o sientan, sean ciudadanos particulares o sean partidos, pues soportarán el gasto con sus bolsillos o conforme a sus presupuestos. ¿Pero tenemos los españoles la obligación democrática de cargar vía impuestos con ese tipo de gasto que sólo sirve al sesgo totalitario de la indoctrinación tramposa; de los ataques subrepticios contra los referentes de la libertad económica y de todas las demás libertades que la deben acompañar, como ocurre en Occidente y no como sucede en el capitalismo comunista de China?
Bien claro está que no. Gasto estatal para la compra de mentiras y trampas, como si no fuera bastante las obtenidas en la propia producción de embustes. Sobran ejemplos. Se dijo por el comprador de Una verdad incómoda y de Fahrenheit 9/11, que con el terrorismo etarra no se negociaba, y después de que pasara lo que pasó con la T-4 de Barajas y de cuantos embustes vinieron luego, siempre en el terco empeño de continuar con el “proceso de paz”, ha venido el carroñeo oportunista de Ibarretxe exigiendo y reclamando, en términos de autodeterminación, la misma negociación de lo innegociable que se le concedió a ETA —tras el solemne manifiesto, en una antesala del hemiciclo parlamentario—, de que se llegaría a donde el “pueblo vasco” quisiera…, hurtando así al pueblo español algo que es prerrogativa soberana suya.
Para “verdades incómodas”, las que debería escuchar este comprador de panfletos el día que lleguen las elecciones. Sin embargo esto es algo que, según las encuestas dicen, no se llegará a escuchar, por causa del trucado espejo que se aplica a lo que realmente pasa. La maquinaria de la propaganda gubernamental y la torpeza de la oposición en el manejo de la suya hacen temer que el embuste prevalezca.
Sólo esa política de la intoxicación izquierdista que enlaza como un arco voltaico Ferraz con la Moncloa, ese famoso talante que salió rana a los españoles, puede dar sentido a esta doble importación de norteamericanas basuras de diseño. También esa doble moral de las tribus que se mueven a contramarcha de las agujas del reloj exonera de toda crítica seria a la oligarquía totalitaria china que ahora celebra su XVII Congreso. Un evento quinquenal —como los planes de Stalin— entre la opulencia de su capitalismo y sus bolsas de pobreza en las que cabe varias veces Europa.
jose@javaloyes.net

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