miércoles, octubre 24, 2007

Jose Javaloyes, Crisis nuclear del regimen irani

jueves 25 de octubre de 2007
Crisis nuclear del régimen iraní José Javaloyes

Se veía venir. La destitución de Ali Lariyani como responsable de las negociaciones nucleares con el mundo occidental, ocurrida la semana pasada, ha traído como consecuencia la afloración de una crisis en el propio núcleo del régimen de los ayatolás. Lariyani ha sido destituido por Mahmud Ahmadineyad, el presidente de la República, pero a su vez ha sido promocionado a la función asesora de Ali Jameini, el Líder Supremo de la Revolución.
En representación de éste acudió Lariyani a Roma, acompañado por quien le ha sucedido en el puesto que tenía, el teólogo islámico Said Yalili, para entrevistarse con Javier Solana, el Alto Representante para la Política Exterior de la Unión Europea. Fue Lariyani quien llevó la voz cantante en el importante encuentro, porque resulta que quien le ha enviado, Ali Jameini, el dirigente supremo del régimen, está por encima de Ahmadineyad, el jefe del Estado.
El lío en Irán sobre precedencias y jerarquías es explicable. La estructura de poder podría estar representada allí por la combinación de figuras propia de la Muñeca Rusa. Una va metida dentro de otra, pero es la Suprema aquella que las contiene a todas. Tratándose de la República Islámica, sin embargo, el juego cambia de género. No hay figura de Autoridad Suprema sino Líder Supremo de la Revolución. El tal Jameini.
¿Por qué tiene Al Jameini este rango insuperable dentro del sistema, como lo tuvo Jomeini el fundador del sistema? Habrá que pensar que porque el sistema es esencialmente no democrático, como corresponde a cualquier iglesia. El integrismo radical de esa república chií, en la que religión y política se imbrican como las escamas de los peces, atribuye la primacía, sin embargo, a lo religioso. La política es un mero instrumento, una función laica y ancilar del poder religioso.
Mahmud Ahmadineyad, ingeniero técnico de formación académica, no parece que haya entendido en este asunto de Lariyani que la supremacía de la potestad política representada por él está subordinada a la Autoridad religioso-política de Ali Jameini. Éste fue quien dispuso que en las elecciones presidenciales fueran purgadas las candidaturas más abiertas y como liberales, capaces de sintonizar con el Irán políticamente laico soterrado bajo la teocracia de los ayatolás. Los teólogos de plantilla, dirigidos por Jameini, amañaron la consulta cribando las candidaturas. Y así salió elegido Ahmadineyad.
En este Irán, las urnas no son fuentes de soberanía política. Son artefactos instrumentales para que la teocracia oficie la liturgia de su poder sobre la política, donde el presidente de la república es la máxima expresión. Tan máxima como sometida al Líder Supremo.
Ocurre entonces que el muy farruco Ahamdineyad pareció olvidarse de qué era realmente dentro del concierto iraní cuando destituyó a Lariyani, el hombre que hasta ese momento había conducido el terco deslizamiento iraní sobre el filo de la navaja en las conversaciones con Javier Solana, que a fines del próximo noviembre habrá de reportar al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas sobre el estado de la cuestión respecto al programa nuclear y en lo que toca al persistido grado de incumplimiento de las obligaciones internacionales, merecedor hasta ahora de las anteriores tres resoluciones del mismo, todas condenatoria.
Es de tanta gravedad y peso el asunto del enriquecimiento de uranio por parte de los persas, de su programa nuclear, que ha terminado por afectar al núcleo del régimen. El presidente Ahmadineyad volvió a todo correr de Armenia, donde se encontraba, para ver cómo la mayoría de los diputados (183 contra 112) censuraba la destitución de Lariyani y ponderaba la probada pericia para ganar tiempo en la exasperante dilación.
La crisis nuclear iraní sigue irresuelta, pero la crisis del régimen está servida.
jose@javaloyes.net

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