jueves, octubre 18, 2007

Jaime Peñafiel, De Hilary a Cecilia

viernes 19 de octubre de 2007
De Hillary a Cecilia Jaime Peñafiel

Reyes y presidentes mujeriegos no es un tema nuevo que sorprenda y escandalice a nadie. Siempre que estas relaciones se mantengan en la intimidad y con la mayor discreción posible.
Cierto es que no todos los países aceptan de la misma manera estas infidelidades adúlteras.
En los países sajones, tan puritanos ellos, las relaciones extramatrimoniales de los políticos pueden arruinar, incluso, la carrera. Y si son candidatos, ¡para qué les cuento!
En España, este tema se contempla no sólo como un divertimento sino con mucha permisividad, sin que afecte excesivamente a la honorabilidad de los protagonistas. Del Rey abajo sin excepción.
Varios han sido los ministros, incluso del Partido Popular, que se han divorciado. Y un vicepresidente del Gobierno socialista llegó a tener una amante, de la que nació una hija, en pleno ejercicio de su cargo. Nada pasó.
En Francia, donde ayer se hizo público el divorcio del presidente Nicolas Sarkozy y su esposa Cecilia, la noticia, aunque se esperaba, ha conmocionado al país por ser la primera vez en la historia que tal cosa se producía.
Ni tan siquiera el presidente Mitterrand, con esposa y amante, nunca lo hizo. Prefirió mantener esa doble vida lo más discretamente posible aunque era de dominio público.
En el caso del presidente Sarkozy, muchos franceses piensan que todo ha sido una farsa. Una farsa la reconciliación, en vísperas de las elecciones, para que la situación irregular en la que vivía el matrimonio (con presunto amante ella; con presunta amante él) pudiera afectar al resultado electoral.
Aunque Cecilia no ha disimulado, en ningún momento, que todo le repugnaba y el estatus de primera dama no le interesaba, muchos la critican por haber esperado a que Sarkozy llegara al Elíseo para divorciarse.
No porque no tuviera motivos para ello. También él. Pero la Jefatura del Estado de la República Francesa se merecía otro comportamiento, por parte de ambos.
Ante la noticia de este divorcio uno no puede, por menos, que recordar a Hillary Clinton quien, habiendo sido agraviada, tan públicamente que no era posible una pública reparación, mantuvo su dignidad y no dio la espantada porque era la esposa del presidente de Estados Unidos, una sufridora y humillada esposa.
Con su actitud se ganó el respeto de todo el mundo. No puede decirse lo mismo de Cecilia Sarkozy.
Posiblemente porque ella y él… tal para cual.

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