domingo, octubre 28, 2007

Ferrand, La prueba del nueve

domingo 28 de octubre de 2007
La prueba del nueve

M. MARTÍN FERRAND
CUANDO se multiplicaba y dividía sin utilizar una calculadora -se puede, lo juro- y la aritmética era algo más que un botón en un chisme electrónico, utilizábamos la «prueba del nueve» para verificar que la cuenta estaba bien hecha y que el resultado obtenido en la operación era el correcto. Algo así vino a ser con respecto a nuestra realidad nacional -hoy se cumplen 25 años del acontecimiento- la victoria socialista en las elecciones legislativas de 1982. Cuando Felipe González y Alfonso Guerra se asomaron al balcón del Hotel Palace de Madrid para celebrar con sus entusiasmados seguidores y votantes el triunfo del PSOE, se pudo comprobar algo que, por cierto, no está demostrado todavía en todas las circunscripciones autonómicas: la Transición, al operarse en su seno una alternancia de poder, acreditaba la validez de la Constitución del 78 y abría las puertas a un futuro de continuidad democrática.
Los gobiernos de Adolfo Suárez y Leopoldo Calvo-Sotelo lo hicieron lo mejor que pudieron y supieron y, no sin tormentas circundantes y con escaso reconocimiento de sus méritos, sentaron las bases de un Estado que fue plenamente de Derecho hasta que, ya en tiempos felipistas, se quiso limitar la independencia del Consejo General del Poder Judicial -ellos sabían por qué- y la autonomía del Tribunal Constitucional. Así, con muchas ganas y con la certeza jurídica adelgazada, González gobernó un trecenario y, si nos olvidamos de la corrupción y del GAL, su balance fue, como dicen en mi pueblo, mejor que peor. Claro que olvidar lo que debe olvidarse para tal balance es entrar en la desmemoria, algo que no nos perdonarían los sucesores políticos de González.
Sólo la nostalgia permite decir eso tan falso de que todo tiempo pasado fue mejor, aunque José Luis Rodríguez Zapatero tienda a demostrar lo contrario. Suárez y Calvo Sotelo asentaron unos cimientos sobre los que González pudo construir un edificio notoriamente mejor que los levantados desde que la Restauración comenzó a flaquear. José María Aznar, si podamos la Historia de fobias y filias, continuó con brío el trabajo de su antecesor y, sólo desde hace tres años, se ha roto la inercia de la mejoría para entrar en el caos que propician y engrandecen las zarramplinadas -con Z de Zapatero- de ese figurín sonriente y hueco que el PSOE colocó en la hornacina presidencial.
Con la Transición la Nación se fortaleció, recogió ánimos dispersados en la República y el franquismo y los volvió al proyecto común de España. González y Aznar, no sin torpezas operativas, afianzaron esa tarea con responsabilidad y patriotismo. Ya no es así. Crezca o decaiga el empleo y sea cual fuere el PIB, España es un concepto más fofo gracias a Zapatero. Sus pintorescas ideas sobre la paz y la memoria han debilitado el músculo nacional y el nervio del Estado. Con Zapatero no sale la «prueba del nueve».

http://www.abc.es/20071028/opinion-firmas/prueba-nueve_200710280246.html

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