miércoles, octubre 24, 2007

Enrique Badia, La orfandad de los fracasos

jueves 25 de octubre de 2007
La orfandad de los fracasos Enrique Badía

Conforme al principio de que el éxito anda sobrado de padres, pero el fracaso siempre es huérfano, el caos instalado en los accesos ferroviarios a Barcelona anda sobrado de acusaciones cruzadas y falto de valentía para asumir alguna responsabilidad. Destacan especialmente los máximos jerarcas del Ministerio de Fomento, que han pasado de proclamar con insistencia “nosotros hacemos las obras mejor que nadie” al patético intento de cargar culpas sobre los demás. Lo más notorio —no lo único— ha sido anunciar la apertura de un expediente a la empresa encargada de efectuar los trabajos en el tramo más comprometido del acceso del futuro AVE a la estación de Sants.
Sin duda, si la constructora adjudicataria de estas obras ha fallado, lo correcto es aplicarle sanciones y reclamar las indemnizaciones que prevean el concurso y la ley que rige los contratos públicos. Pero no sólo en este caso: bueno sería que las administraciones lo hicieran siempre que las cosas no se hacen como es debido, como cuando una infraestructura presenta aspecto lamentable a poco de su inauguración. Pero, aunque sobran casos en que tal cosa ocurre, no se tiene noticia de que, empezando por Fomento, se suela hacer.
Lo peor de la gestión del episodio de Barcelona, sin embargo, no va por ahí.
Haya fallado lo que haya fallado en la ejecución de la obra, el departamento que encabeza la ministra Álvarez tiene otras cosas de las que responder. La primera, no haber previsto un plan de contingencia, un modo alternativo de prestar los servicios, en lugar de improvisar a toda prisa uno que se está enmendando desde el primer momento en que comenzó a aplicarse, sin solución de continuidad. Lo que no significa que esté funcionando ni medio bien. Renfe, Adif, el ministerio, todos o por separado, tendrían que haber tenido a punto las suficientes alternativas para que los ciudadanos pudieran seguir desplazándose con lo más cercano a la normalidad. Máxime cuando la mayoría de expertos venían avisando de que lo que ha ocurrido podía pasar.
Es cualquier cosa menos un caso aislado. Más bien forma parte de la pésima o nula planificación que está rodeando la puesta en servicio de las nuevas líneas de alta velocidad. Ahora mismo, los problemas están en la Ciudad Condal pero, tan pronto se inauguren los tramos previstos para diciembre —o cuando sea—, aparecerán en otros sitios; por ejemplo, en Madrid.
En alguna fecha de los próximos meses, la estación de Atocha añadirá dos nuevos destinos de alta velocidad, tan presuntamente demandados como Málaga y Barcelona. Cálculos de la propia Renfe prevén que ello supondrá más que duplicar el número de viajeros que actualmente usan esos servicios, pero no se tiene noticia de ninguna obra de acondicionamiento o ampliación. Y no es que sobre espacio. En los últimos meses ya son frecuentes largas colas en los puntos de control de acceso, es perceptible que los trenes forman en fila india en los andenes o, por citar otro aspecto, el aparcamiento se satura desde primeras horas de la mañana. Por no mencionar las aglomeraciones en las taquillas, lo angosto de los accesos de entrada y salida o las dificultades para tomar un taxi en el único punto habilitado. En pocas palabras, no hace falta ser ningún experto para presumir que la estación de Atocha será muy pronto cualquier cosa menos un recinto cómodo para usar el tren. Habrá que ver, entonces, a quiénes decidirán culpar.
ebadia@hotmail.com


http://www.estrelladigital.es/a1.asp?sec=opi&fech=25/10/2007&name=badia

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