miércoles, octubre 10, 2007

Enrique Badia, Iberia en juego

jueves 11 de octubre de 2007
Iberia en juego Enrique Badía

Seguro que no es cierto, pero circula la teoría de que el Gobierno de España, o al menos una parte de él, está empezando a manosear el porvenir de Iberia, buscándole comprador. Cualquiera diría que la aerolínea está en crisis, que necesita un socio o que alguien se la quede para sobrevivir… pero no es verdad.
La compañía lleva tiempo en venta por dos razones, en el fondo muy distintas, pero en el fin, coincidentes. La primera y esencial es que la mayoría de sus actuales socios desea vender. Probablemente llevan queriendo hacerlo desde el principio, cuando atendieron a las sugerencias del Ejecutivo de entonces (PP) para acelerar su privatización y la entrada a cotizar en Bolsa que vino a continuación. Los motivos por los que desean abandonar su inversión son en gran medida un misterio, pero merecen tanto respeto como si decidieran permanecer.
La segunda razón es más comprensible: Iberia necesita ganar tamaño para ser un jugador con opciones de futuro en el cada vez más concentrado panorama de la aviación comercial. Hasta ahora, ha tratado de resolverlo mediante una asociación comercial con British Airways y —algo menos— American Airlines, con las que comparte presencia en una de las tres grandes alianzas: OneWorld. Pero por multitud de razones, da la sensación de que la fórmula ha dado de sí todo lo que es capaz y los problemas operativos para mantenerla viva no cesan de aumentar. Nada distinto de lo que afrontan el resto de grandes compañías europeas, con la salvedad de Alitalia, inmersa en una situación de bancarrota de la que no consigue salir.
La etapa de las alianzas entre aerolíneas parece que está dejando paso a típicos movimientos de integración, sea mediante compra o a través de procesos de fusión. Un escenario en el que Iberia no puede permitirse el lujo de permanecer al margen, lo que plantea no más de tres opciones: comprar, ser comprada o impulsar una fusión. Y la verdad es que su situación saneada, la posición que mantiene en varios mercados y el potencial de desarrollo a que puede aspirar hacen que sea viable cualquiera de las tres.
Un planteamiento de estricto mercado sugiere que Iberia debería acabar unida, sea por compra o fusión, con British Airways, Air France o Lufthansa; cada una de ellas con diferente grado de complementariedad. Cualquiera de esas alternativas daría lugar a una compañía de suficiente dimensión y globalidad para optar —nada más que optar— a ser uno de los grupos con posibilidades de mantenerse entre las supervivientes a medio plazo del sector.
Así las cosas, parece que algunos pensadores gubernamentales consideran que Iberia no debe perder su españolidad y se han apresurado a propiciar una candidatura doméstica que protagonice la adquisición. Se dice que lo intentaron primero con el grupo Halcón-Air Europa, aunque su presidente y principal accionista, Juan José Hidalgo, se ha apresurado a aclarar que carece de pulmón financiero para acometerla. Y ahora se cuenta que estarían inspirando un grupo en torno a antiguos directivos de la compañía, otros inversores privados y el sindicato de pilotos —Sepla—, o al menos una parte de él.
Lo sorprendente de estas iniciativas no es que se busque mantener una presencia relevante de capital español en Iberia, sino que se planteen como alternativa a una eventual integración con otra de las grandes del negocio. Por decirlo de otro modo, subyace la idea de que la antigua compañía de bandera puede y debe seguir su andadura como hasta ahora, es decir en solitario, ajena a la tendencia generalizada a la concentración.
Aunque la aviación comercial discurre sobrada de incertidumbres y escasa de certezas, lo más probable es que acabe estructurada de forma que sea capaz de afrontar la creciente segmentación de la demanda, acabando con la relativa uniformidad de la oferta que sigue manteniendo aún. En ese caso, resulta plausible prever que dominarán, por un lado, las compañías verdaderamente globales y, por otro, las especializadas en tráficos concretos, lógicamente de menor dimensión. Lo que parece difícil es que sobrevivan las que no respondan a ninguno de los dos tipos… o quieran tener algo de ambos. ¿Tienen claro qué tipo de compañía conviene a los intereses generales, más allá de mantener o no su españolidad?
ebadia@hotmail.com

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