martes, octubre 16, 2007

El presidente en su burbuja

martes 16 de octubre de 2007
El presidente en su burbuja
ANTE un auditorio político y empresarial del máximo nivel, el presidente del Gobierno ofreció ayer en el Foro ABC su faceta más voluntarista. Al parecer, todo va bien en la sociedad española como feliz consecuencia de una legislatura de la que presentó un balance triunfalista, sin resquicio alguno para la autocrítica. El optimismo antropológico que caracteriza a Rodríguez Zapatero lució esta vez en su más alta expresión. Todo perfecto en economía, con elogios incluidos a Pedro Solbes, a pesar de que el vicepresidente ha tenido que plegarse a muchos criterios que no comparte. Por supuesto, no hay problemas en la economía internacional, ni mucho menos en la nuestra, aunque, por si acaso, pidió sin rodeos a las instituciones financieras que no cierren el grifo de las hipotecas. También se muestra muy satisfecho, incluso eufórico, en educación, infraestructuras y -sorprendentemente- la política de vivienda, por las consecuencias de un «patriotismo» de los derechos que atribuye a una singular ideología «liberal progresista». Se trata, sin duda, de una retórica llamada a pisar el terreno a sus adversarios.
La distancia entre el optimismo presidencial y la realidad de los hechos se manifiesta especialmente en materia territorial. Pocas horas antes de de que Ibarretxe traslade a La Moncloa su desafío a la España constitucional, el presidente invoca el nombre de la Constitución como si fuera un conjuro infranqueable contra las supuestas ocurrencias del lendakari, sin aclarar qué medidas concretas está dispuesto a adoptar. El líder socialista se mueve por definición en el mundo del «deber ser»: nuestra democracia es fuerte y no es posible actuar contra la ley, luego la consulta popular no se puede realizar. Pero la gente está preocupada porque el nacionalismo plantea la cuestión en el terreno práctico y efectivo. En este punto, parece descartado que el Gobierno impulse la ilegalización de ANV y del PCTV, y, por supuesto, se elude -por el viejo sistema de mirar para otro lado- la posibilidad de aplicar el artículo 155. En la misma línea, resulta que el estatuto catalán ha reforzado la «gobernabilidad» y, por arte de magia, la práctica desaparición de la Administración estatal sobre el territorio resulta ser una manera de «fortalecer» al Estado. Tampoco es fácil entender cómo la financiación privilegiada que establece dicho estatuto puede reforzar la cohesión entre comunidades autónomas y beneficiar a las que tienen menos nivel de renta. Así son las cosas, sin embargo, en la idílica visión que transmite un presidente que, de cara a la campaña electoral, recupera el mejor de los «talantes». Por eso pide sosiego y reprocha al centro-derecha que suba el listón de las críticas en materia de banderas o de memoria histórica, como si fuera el producto de la exageración de unos cuantos exaltados.
Aunque las palabras del presidente sobre la Monarquía parlamentaria no dejan lugar a dudas, es poco convincente pasar de largo por los graves incidentes de los últimos tiempos, asegurando que se están magnificando hechos de importancia relativa. Zapatero no quiere que la realidad le estropee un buen mensaje electoral. Un país feliz, visto desde la burbuja presidencial, que disfruta de derechos sociales y de una Educación para la Ciudadanía que califica de «acto patriótico», es el mejor caldo de cultivo para transmitir a los ciudadanos un proyecto edulcorado. El líder socialista tiene notable facilidad para la comunicación y está dispuesto a utilizar en los próximos meses su faceta más seductora. No obstante, en una democracia madura los ciudadanos exigen mucho más, incluida una defensa coherente de la Constitución y una gestión realista de los asuntos que importan de verdad a la gente. Una sociedad desarrollada no se deja seducir por la retórica sin fundamento. No parece la mejor fórmula para afrontar hoy mismo una entrevista con un lendakari que viene dispuesto a romper los cauces de la Constitución y la convivencia social.

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