miércoles, octubre 17, 2007

El petroleo asusta

miercoles 17 de octubre de 2007
El petróleo asusta
EL precio del petróleo ha subido en dólares un 10 por ciento en una semana y alcanzado nuevos máximos históricos; el WTI americano se vende a 90 dólares barril y el brent, a 85. Tanto la intensidad y rapidez de la subida como sus causas son motivo de preocupación en una economía que no necesitaba nuevos sustos. Los expertos hablan de problemas de suministro ligados a las tensiones geopolíticas en el Kurdistán iraquí y a nuevos fenómenos climatológicos en el golfo de México con la llegada del invierno. Pero los economistas añaden una creciente correlación negativa entre el precio del petróleo y del dólar, con lo que el impacto positivo sobre nuestra balanza energética derivado del fortalecimiento de la divisa americana podría desaparecer, complicando aún más nuestras ya de por sí elevadas necesidades de financiación externa. Sobre todo, si se confirman los pronósticos de una nueva depreciación del billete verde que, según muchos analistas, continúa sobrevalorado. La economía internacional tiene su gran cita de otoño la semana que viene en Washington, con la reunión del G-7 y la Asamblea Anual del FMI y el Banco Mundial. Allí se oirán voces para que China asuma su parte de responsabilidad global y deje que el tipo de cambio de su divisa se aprecie para quitarle presión al euro. También tendremos más información sobre el impacto en el crecimiento mundial de la crisis financiera de este verano, información que añadir al comentario de Bernanke, presidente de la Reserva Federal, de que significará un lastre para el crecimiento.
Aunque el precio del petróleo se está comportando con gran volatilidad y es posible que todo quede en un episodio pasajero, las actuales tensiones de oferta se dan en un contexto de fuerte demanda como consecuencia de la voracidad energética de las potencias emergentes asiáticas. Se dibuja así un escenario internacional complicado, en el que al efecto contractivo de la crisis financiera se unen presiones inflacionistas derivadas del petróleo y una nueva depreciación del dólar. No es este el escenario en el que se enmarcan las previsiones presupuestarias del Gobierno español. No se entiende la obsesión del Ejecutivo por mantener sus parámetros macroeconómicos, ni su obcecación en negar la evidencia. La percepción de que la coyuntura ha cambiado se ha generalizado entre los agentes sociales. El Gobierno se está quedando solo, sin capacidad de reacción, interesado únicamente en llegar triunfalmente a las elecciones. No es la primera vez que la obsesión política alarga y magnifica una crisis que, actuando preventivamente, pudo haber sido evitada.

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