martes, octubre 02, 2007

Demetrio Pelaez, Oye, hay que ver lo natural que es esta chica

martes 2 de octubre de 2007
DEMETRIO PELÁEZ CASAL
AILOLAILO
Oye, hay que ver lo natural que es esta chica
En estos imbéciles tiempos que corren, la naturalidad mal entendida es un valor en alza, de forma que se premia a las personas que se muestran tal y como son sin recato alguno, como dirían nuestras abuelas. O sin inhibiciones, como largan ahora los pesaditos sociólogos y psicólogos de nuevo cuño.
"Oye, qué chica tan natural", afirman con gran satisfacción los tertulianos del programa tal después de ver cómo Vannesita, pendón verbenero que participa en cualquier reality, dedica todo el día a meter mano a sus compañeros de concurso delante de las cámaras. "Y hay que ver con qué naturalidad se comporta Felipín", señalan los bobalicones contertulios del reality de la competencia cuando observan al citado ejemplar cocinando en calzoncillos o rascándose directamente los huevos mientras engulle, por supuesto con la bocaza abierta, un plato de macarrones.
En suma, que hoy casi todo el mundo se esfuerza en ser natural aun a riesgo de caer en la ordinariez pura y dura, incluso en el ridículo, y si no consigues ese proposito vas jodidillo, chavalote, porque corres el peligro de que te tachen de acomplejado, de soso, de flojeras, de mueble o, incluso, de tener poco carácter, cualidad que ahora se confunde con el griterío, la mala leche y la peor educación.
Para colmo, la moderna naturalidad también se ha trasladado a las conversaciones cotidianas, de ahí que se hayan puesto tan de moda los debates de claro contenido escatológico. Así, al parecer es muy normal -de hecho ocurre con mucha frecuencia- que perfectos desconocidos te cuenten con detalle cuántas veces van al baño cada día y cómo van sus problemas de vientre desde que se hicieron adictos al All Brawn o pócima similar. "¿Y a mí qué puñetas me importa si te vas por la pata abajo, pedazo de imbécil?", habría que contestar a esa gente, pero claro, esa respuesta natural sería mal entendida por quienes abogan por una naturalidad más amable, más de colegueo, más de buen rollito.
Visto lo visto, a nadie le debería extrañar que cientos de jóvenes, y no tan jóvenes, vean normal echar una meadita en plena calle cuando acaban de ventilarse un botellón del copón, y tampoco que infinidad de moteros se crean con derecho a atronar a todo hijo de vecinos con sus palurdos ciclomotores desprovistos de silenciador. Total, los pobres chicos no hacen más que comportarse con naturalidad, y a nosotros no nos queda más remedio que reírles las gracias. Con mucha naturalidad también, claro, no vaya a pensar alguien que estamos amargados de forma antinatural.

No hay comentarios: