jueves, octubre 04, 2007

Dario Valcarcel, Peligros para aislar a Birmania

jueves 4 de octubre de 2007
Peligros de aislar a Birmania

DARÍO VALCARCEL
BIRMANIA, colonia británica desde 1824, se independizó en 1948. Hoy tiene una superestructura militar, altamente corrompida (droga). Bajo la superficie, hay una sociedad budista, sabia, refinada y empobrecida. Etnia mayoritaria en la llanura central. Pero el petróleo y gas están en las cadenas montañosas, donde dominan los Shan, 9 por cien de la población (47 millones). Los seguidores de Buda son el 90 por ciento: los cristianos, el 4 por ciento. Aung San Suu Kyi, figura relevante del país, líder de la oposición, lleva doce años en arresto domiciliario. Su partido, la Liga Nacional por la Democracia, ganó la última elección, en 1990. Los resultados fueron ignorados por la Junta.
Muchos lectores siguen el desarrollo de la crisis en este país, vecino de China e India. En agosto, los militares subieron el precio del gasoil el 500 por ciento, sin dar explicaciones. El precio del combustible repercutió de inmediato en bienes básicos, alimentos, etcétera. Los monjes budistas se echaron a la calle. Organizados durante veinticinco siglos, son la armazón de la sociedad birmana. Son casi 500.000, la mayoría jóvenes (mismo número que los militares y soldados). Viven en sus monasterios, con riguroso voto de pobreza. Los monjes se manifestaron por decenas de miles en veintitantas ciudades, exhibiendo boca abajo sus cuencos. Era una señal. Decían a los militares: cada mañana pedimos limosna, pero de vosotros, corrompidos, no aceptaremos un cuenco de arroz. La regla búdica prohíbe pedir dinero. Al disparar contra ellos y contra la población que les respaldaba, los militares han quemado su única baza.
China e India, se dice, pueden influir en la crisis. China es primer exportador (34 por ciento de las importaciones birmanas son chinas). Los europeos apenas pueden hacerlo, aunque Gordon Brown, en nombre de la antigua potencia colonial, se haya dirigido a la Unión Europea. Washington tiene mucho poder en la región. La diplomacia americana representa todavía, a distancia, la primera fuerza política en el Pacífico y el Índico. Todo depende de que el sistema de Naciones Unidas se movilice. Al cabo de sesenta años, sólo la Organización tiene medios jurídicos y materiales para reclamar a la Junta una solución pactada con la oposición. (Hay 140.000 refugiados birmanos en Tailandia. Recordemos al pasar: los refugiados y desplazados de Irak son cuatro millones, asunto urgente, a tratar).
Los occidentales, también Japón, nos regimos por un sistema, el estado de Derecho, un entramado de instituciones bien rodado, con un procedimiento para hacer las leyes. Ese sistema, más elaborado, menos injusto, sólo se aplica en una parte del mundo, menos de 2.000 millones de habitantes. Fuera de ese grupo queda un espacio mayor, recordaba la semana pasada un hombre de empresa español: más de 4.000 millones. Algunos -India, Brasil, Suráfrica, Turquía- evolucionan aceleradamente hacia la democracia occidental, probada hace ya 200 ó 300 años... China y Rusia se mantienen al margen del estado de Derecho. La República Popular quiere lograr un clima favorable para las olimpiadas de 2008. China acepta, parcialmente, algunas normas del Derecho Internacional. ¿Por qué si no un tribunal chino acaba de emitir una sentencia contra la empresa francesa Schneider Electric, ante la violación de una patente de propiedad intelectual, e imponer una multa de 31 millones de euros? Estas son fichas sumamente resumidas, útiles para algunos lectores: marcan la distancia, no solo económica, entre Birmania y sus vecinos. Tailandia, 60 millones de habitantes, tiene 9.200 dólares de renta per cápita. Birmania, 1.700. La Junta birmana espera satisfecha que las sanciones occidentales caigan sobre ella. Siempre habrá pretexto para utilizarlas en su favor. Lo explica Thant Myin-U, descendiente de U Thant, secretario general de NN.UU. en 1962. Funcionario de la Organización, el nieto dirige una célula de oposición a la Junta. Las sanciones, cree, no funcionarán. Los generales desconfían -regla invariable, Pinochet, Castro, Videla- de toda apertura al mundo. El comercio mina las dictaduras, más que las sanciones.

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