jueves, octubre 25, 2007

Daniel Martin, Teleadiccion y amoralidad

viernes 26 de octubre de 2007
Teleadicción y amoralidad Daniel Martín

El caso de Sergi Xavier M. M., el catalán que agredió a una joven ecuatoriana en un tren y que, el pasado miércoles, celebraba su peculiar ascenso a la popularidad, es un ejemplo revelador de las enormes carencias del actual estado de España. Este chico insultó, sobó y pateó a una chica. ¡El pasado 7 de octubre!. El juez encargado del caso dejó al joven en libertad provisional hasta que el proceso cumpliese con sus habituales plazos. Pero esta semana se pudo ver el vídeo de la agresión, el caso saltó a la palestra pública de la sociedad —que sólo reacciona cuando “ve”—, la gente se echó las manos a la cabeza y Sergi Xavier sonrió ante su “buena suerte”.
Es decir, al principio la agresión, posiblemente agravada por la xenofobia, el racismo y la alevosía evidente ante las menores edad y fortaleza física de la chica, se sumó a las decenas de miles de casos que llegan cada año a los juzgados. ¡Otro a la lista de espera! Y Sergi Xavier en libertad para fardar ante sus amigos de su “hazaña”. Esto cambió cuando la imagen grabada del delito llegó a televisión. Entonces, sólo entonces, el ataque fue considerado grave y la sociedad se unió unánime a la hora de condenar los actos de Sergi Xavier que, no obstante, aprovechó el revuelo para, con la colaboración de sus amigos, intentar vender cualquier declaración o dato a los medios de comunicación. Y es probable que alguno haya aceptado la oferta.
Las conclusiones que se pueden extraer del caso son muchas; todas negativas. La primera es que la justicia es lenta e ineficaz. Un tío que insulte y golpee —gratuitamente, sin provocación alguna, porque le salga de los mismísimos— a un semejante, puede salir en libertad provisional. ¿Cuál es el requisito necesario para que esto no sea posible? ¿Usar una navaja? ¿Que el juez tenga un mal día? Aunque más preocupante es pensar que la “salida” a prensa de la noticia pueda condicionar la actuación del juez. A saber, que se actúe de una forma u otra dependiendo de la notoriedad que alcance cada caso concreto.
La segunda conclusión es que vivimos en una sociedad embobada, casi esclavizada, por la televisión. Sólo es noticia aquello que sale en la caja tonta. Algo que ocurrió hace tres semanas es noticia hoy —¡de qué manera!— porque hemos visto las imágenes del delito. La sociedad sólo parece cobrar conciencia cuando la tele entra en juego. Es evidente que hay un gran flujo migratorio, que muchos no aceptan la llegada de extranjeros, que vivimos en un clima de violencia soterrada hijo de los nuevos tiempos, pero sólo la “evidencia” televisiva parece hacernos despertar. Hoy la víctima es unánimemente compadecida. ¿Qué era de ella el pasado día 8?
La tercera conclusión es que esta dependencia de la televisión como motor de nuestras conciencias ha creado en la sociedad una sensación de que todo se puede vender. Es más, que todo, incluso lo peor de cada uno, debe ser vendido al precio que sea. Sergi Xavier llegó a ofrecer una entrevista a cambio de un paquete de cigarrillos. En un espectáculo dantesco, el mundo “televisado” que padecemos ha conseguido poner precio a la existencia. Enhorabuena al desarrollo sin fundamento ético, espiritual ni, en definitiva, humano.
La cuarta conclusión va inseparablemente unida a la anterior. Sergi Xavier agredió a una joven. Y lo peor es que se duda de si lo hizo con motivación racista o no. Hoy en día se concibe la posibilidad de pegar a alguien porque sí, sin motivo alguno. Terrible posibilidad. Patético presente. Y el agresor, en lugar de arrepentirse, aprovecha los giros del caso para intentar hacer negocio. La juventud actual, nacida de esta sociedad consumista y amoral y de un sistema educativo sin rigor y enemigo de la excelencia, carece, en un gran porcentaje, de valores. Cualquier cosa es posible porque no hay principios que rijan sus acciones. Al igual que la sociedad que los cobija, nos encontramos ante un grupo de ciudadanos (?) imprevisible y amoral, capaz de cualquier acción según sean las apetencias, instintos y humores del momento. Lejos de estar evolucionados, nos encontramos ante una animalidad sofisticada donde la agresión no siempre viene provocada por el hambre, el sexo o la defensa propia. Incluso no necesita motivaciones ideológicas, fanáticas o enfermizas.
Ese es, a mi entender, el gran mal de la España actual. En general, Occidente ha relajado sus costumbres. Pero es en España donde la amoralidad y la escasa formación ética y cívica de muchos de sus ciudadanos ha llegado a un mayor desarrollo. Vivimos en un país donde los valores, más que pervertidos, han sido eliminados. Los españoles, lejos de ser conscientes de sus responsabilidades, se creen con derecho a todo. Y, cuando les pillan, en lugar de pedir perdón, intentan sacar provecho. Ni los peores sofistas concibieron un mundo tan brutal, tan bárbaro. Mientras, nuestros políticos juegan a la memoria histórica, al síndrome nacionalista o a la manipulación flagrante de esa justicia que no funciona; y la sociedad mira anonadada a Belén Esteban, el porno de Internet y la cerveza en Benidorm. Hasta que otra imagen robada a la realidad despierte, por unos segundos, su consciencia humana.
dmago2003@yahoo.es

http://www.estrelladigital.es/a1.asp?sec=opi&fech=26/10/2007&name=martin

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ya sé que ha pasado mucho tiempo desde que se publico este tema pero lo he leído y estoy totalmente de acuerdo con tu planteamiento.

Vivimos en una sociedad de ignorantes,en la que la gente se cree que lo que no sale en la televisión no existe y para más colmo una mayoría que tiene acceso a internet solo lo utiliza para ver noticias de fútbol, usar el chat y ver pornografía.

Si la noticia de la agresión a esa chica no hubiese incluido el vídeo, la sociedad no estaría alarmada y esto solo hubiese sido un caso mas de violencia por parte de un neonazi, el tratamiento de este tipo de temas por parte de algunos medios depende de su morbosidad y si la hay mas tiempo saldrá y mas cobertura se dará a la noticia.

Saludos