lunes, octubre 15, 2007

Daniel Martin, Fascismo cultural

martes 16 de octubre de 2007
Fascismo cultural Daniel Martín

En la página web de Frankfurt 2007, la más importante feria internacional del mundo, se menciona a la cultura catalana como invitada especial porque Barcelona es el principal centro editor del mundo hispanohablante. Sin embargo, a tan magno acontecimiento sólo fueron invitados los autores que escriben sus libros en catalán. Magna paradoja que revela el despropósito que vivimos en este país nuestro. La gran industria española de la edición y la imprenta acudió a Frankfurt prescindiendo de la enorme cantidad de publicaciones en castellano. ¿Por qué? Porque el nacionalismo excluyente catalán así lo consideró oportuno.
Cataluña ha sido, de siempre, una tierra bilingüe, con grandes escritores en catalán, como Ausias March —nacido en Gandía—, Ramón Llull o Jacinto Verdaguer, otros en castellano, como Javier Cercas o Juan Marsé, y, sobre todo, ilustres autores bilingües, como Santiago Rusiñol, Joan Maragall, Josep Pla, Eduardo Mendoza, Pere Gimferrer o Quim Monzó. La visión de Frankfurt, no obstante, le privó de más de la mitad de su esencia. Porque allí, de momento, mayor ha sido la obra en español que en catalán. Sobre todo si consideramos el valenciano del Tirant lo Blanc de Joanot Martorell como idioma y no como dialecto del catalán.
Como ya mencionaba la semana pasada, parafraseando al genial Kapuscinski, el principal problema de los nacionalismos es que necesitan un enemigo contra el que rebelarse. Y los extremistas catalanes necesitan —para cobrar sentido y defenderse del peso de la Historia— de una España opresora en todos los sentidos. Barcelona, la segunda ciudad española hasta que la adelante Valencia —fenómeno que, como no cambien las cosas, tendrá lugar dentro de poco— es una ciudad abierta, industrial, una de las grandes capitales del mundo, un foco universal de cultura. Pero todas estas polémicas que afectan a su nacionalidad, soberanía y lengua la empequeñecen, la alejan del cosmopolitismo y multiculturalismo que, con la excepción del a su vez excluyente islamismo, están enriqueciendo el mundo occidental.
No tiene sentido que, en esta sociedad global donde el espacio y el tiempo se han visto drásticamente reducidos, donde las distancias entre culturas son mínimas, unos cuantos orates se empeñen en declarar como únicamente válido lo que se escribe en un idioma que no es, en ningún caso, el único. ‘La Vanguardia’, primer periódico de Cataluña, se edita en castellano. Y muchos de los catalanes, de nacimiento o de adopción, siguen siendo castellano-parlantes. Barcelona edita para todo el mundo. Pero en Frankfurt era tan solo una capital provinciana. En perjuicio de la propia Cataluña, que así se hace más pequeña, nunca más grande.
Ese es el problema de los actuales nacionalismos disgregadores. A los males del fascismo, que son muchos, añaden el caciquismo como maniobra de diferenciación y perentoria cualidad de supervivencia. Porque si a Frankfurt hubiesen acudido Marsé o Cercas quizás no habría sido tan catalana la muestra de la “gran patria” naciente. Claro que en España estas cosas no son tan extrañas. Por culpa de los extremismos fanáticos, Unamuno y Baroja ya no son vascos y Rosalía de Castro tan solo escribió en gallego. Con la excusa de querer ser independientes, arrebatan al pasado parte de su grandeza.
Carod-Rovira, apóstol del catalanismo más radical, ha anunciado que Cataluña irá pronto por libre a la Bienal de Venecia. Enhorabuena, que así quizás algunos artistas afiliados o cercanos a ERC consigan plaza en tan magno acontecimiento artístico. Porque, por supuesto, supongo que los pintores y escultores con sensibilidad ibérica tendrán que acudir en las filas de la representación española. Esta concepción de la vida sólo merece un adjetivo: fascista.
Así, aunque no se den cuenta, lo único que consiguen es perjudicar a la propia Cataluña, esa nación que tan apasionadamente defienden. En catalán, sin el castellano, es más pequeña, y ya me veo a los alemanes buscando traductores de catalán para publicar las obras de los escritores del régimen del tripartito. Como ha ocurrido con muchas empresas, que ya han huido de las imposiciones nacionalsocialistas de Cataluña y las fascistas del País Vasco, como ya ha ocurrido con el teatro, que ahora florece más y mejor en Madrid, pronto las imprentas y editoras buscarán la libertad en tierras menos despóticas y excluyentes. Porque, como se ha demostrado en Frankfurt, ser catalán es más difícil de lo que parece y conlleva una menor libertad. En la inexacta pero amplísima medida que supone un idioma tan excelso, antiguo, universal y catalán como es el castellano.
dmago2003@yahoo.es

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