domingo, octubre 28, 2007

Carlos Luis Rodriguez, Hay que decirlo allá

lunes 29 de octubre de 2007
CARLOS LUIS RODRÍGUEZ
a bordo
Hay que decirlo allá

Ahora hay que ir a Buenos Aires y Montevideo y repetir lo que el presidente de la Xunta acaba de decir en Madrid. Lo dijo como lo dice él, con esos sinuosos recovecos en los que el oyente corre el riesgo de perderse, pero bueno, tras la correspondiente desencriptación, pudo entenderse que don Emilio no es muy partidario del voto indiscriminado de la emigración.
El público era propicio. Entre ellos habría más de un gallego residente en la capital de España y viajero frecuente a su tierra, que tiene menos derechos políticos que un bonaerense al que se le regala la ciudadanía por extrañas razones sentimentales. Afirmar tal cosa en un foro madrileño no es arriesgado, ni tampoco hacerlo en Galicia, aunque muchos aquí mantengan un discreto silencio para no ser considerados ingratos con los paisanos de la diáspora.
Ahora falta decírselo a toda esa gente con la que hemos querido curar nuestro complejo de culpa, regalando alegremente nuestro recuperado patrimonio político. Porque en eso consiste lo que se está haciendo con el voto. Curiosamente, hemos inventado una nueva dependencia. La de antes consistía en que unos ignotos burócratas de Madrid regían nuestros asuntos a seiscientos kilómetros de distancia.
La actual se basa en que unos electores hacen lo mismo desde el otro lado del Atlántico. Tras haberse llevado en otro tiempo el capital humano, la emigración recortaría ahora, por culpa de disposiciones poco meditadas, el capital político. ¿Un diagnóstico demasiado alarmista?
Basta con observar la actitud del presidente para responder que no. Touriño estuvo hace poco de gira americana y repitió más o menos el guión que han seguido los demás políticos gallegos. Es verdad que la grosera utilización partidaria propia del fraguismo se atenúa, pero los mensajes vuelven a estar impregnados de paternalismo.
Aquí, Touriño es un mandatario moderno, europeo, capaz de hablarle a sus ciudadanos un lenguaje que combina deberes y derechos, concesiones y restricciones. Allá recuerda a estos políticos argentinos cuya campaña nos suena rara, un tanto pintoresca, parecida a las que aquí se hacían antes. A pesar de su sobriedad, don Emilio tiene que transformarse en un tipo de político distinto para hacerse entender y querer. No es difícil imaginar lo que él, Feijóo o Quintana tendrán que hacer para hacerse votar por ese medio millón de electores que van a escorar la Galicia autonómica.
Por cierto, que es justo hacer una salvedad en lo que al nacionalismo se refiere, porque fueron nacionalistas las pocas voces que se alzaron en el desierto contra los excesos en la política emigratoria. El actual peligro de desnaturalizar la democracia galaica con una ciudadanía artificial era ya previsible hace tiempo, pero casi todos optaron por dejarse llevar por la corriente.
En fin, que ahora que empieza a haber un acuerdo para introducir cordura en el asunto, habría que organizar un viaje colectivo y multipartidario para ir al otro lado del Atlántico y decirles que perdonen las molestias, pero que un país no se puede deslocalizar como una empresa cualquiera. Será duro oír esto para personas a las que, durante tantos y tantos años, hemos habituado a que vieran en cada mandatario gallego que llegaba un indiano al revés.
Peor que confesarles lo que ocurre sería dejar que el asunto engorde, creando recelos en los gallegos de aquí y vanas expectativas en los de allá. Hay que ir, aunque sea con la frente marchita.

http://www.elcorreogallego.es/index.php?idMenu=13&idEdicion=684&idNoticiaOpinion=225818

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