jueves, octubre 18, 2007

Carlos Luis Rodriguez, El Empecinado

viernes 19 de octubre de 2007
CARLOS LUIS RODRÍGUEZ
a bordo
El Empecinado

La guerrilla en el mundo occidental sigue existiendo aunque haya cambiado de escenario. Antes se ubicaba en la sierra, en la Morena o en la Maestra, en la selva, en la insólita altura del Che que puso cerco a la muerte. A día de hoy, el pedrusco y el follaje donde se mimetizaban los charlie del Vietcong, se transforman en escaños y despachos que el nuevo guerrillero utiliza para guardar su arsenal de preguntas y proposiciones de ley, con las que prepara sus emboscadas contra el enemigo.
Podrían hacerse crónicas parlamentarias al estilo de las crónicas de guerra que daban cuenta de refriegas e incursiones. Atacar y replegarse era la técnica de casi todos los movimientos partisanos. Eludir siempre el choque frontal contra ejércitos superiores. Buscar la sorpresa en el desfiladero propicio. Es lo mismo, sólo que sin bajas y unos contrincantes que usan traje y corbata en lugar del uniforme verde oliva.
La lucha por las competencias de tráfico es un buen ejemplo de la hábil táctica guerrillera en la que se está especializando Quintana. El vicepresidente sabe que está en medio de dos grandes potencias. Con el Partido Popular libra una guerra declarada y con los socialistas, una guerra fría que no impide una alianza.
Tanto a Touriño como a Feijóo les interesaba un nacionalismo clásico, de grandes aspavientos, un nacionalismo taurino que embistiera a cualquiera que lo citara con un trapo rojo y gualda. El presidente realzaría así su papel de domador de un BNG que no se puede dejar solo, y el jefe de la oposición potenciaría el argumento de una Xunta radicalizada.
Quedan todavía vestigios de ese nacionalismo temperamental en algunos gestos de combatientes sin reciclar como Lobeira o el propio Paco Rodríguez, pero Quintana impulsa una versión institucional de la guerrilla basada en la paciencia. Con todo lo que le ha pasado con las transferencias, un nacionalista de los de antes se hubiera calado la boina del Che Guevara y lanzado el grito de ¡competencias o muerte!
En su caso no hay competencias, pero tampoco muerte, sino una vía intermedia que implica a todo el Parlamento en la petición de que se reclame Tráfico. ¿No es ése el consejo que le dio Zapatero a Ibarretxe, que se volviera a casa a buscar el consenso sobre el desarrollo autonómico? Pues el vicepresidente lo tiene en un asunto que no afecta a las entrañas del Estado.
Ibarretxe y Quintana escenifican en pocos días lo que es un nacionalismo que concibe la guerra política con ejércitos desplegados que chocan en grandes batallas, y otro que aprovecha los vericuetos parlamentarios como hacía El Empecinado en las estribaciones castellanas, durante la lucha contra las tropas de Napoleón.
Tanto socialistas como populares dieron su apoyo al consenso del tráfico con desgana, pero no podían decir que no. Fue una emboscada. El terco vicepresidente echa a rodar una bola de nieve que sólo se podrá parar con serios costes políticos para el que lo intente. Entre otras cosas, decirle que no a una petición tan reglamentaria, que sólo pide que Galicia tenga lo que ya tienen otras comunidades, sería darle la razón a gente como Ibarretxe o Carod.
Se festeja estos días al Che, que en definitiva fue un guerrillero fracasado. Su imagen de Cristo laico adorna pósteres y camisetas, se canta en poemas, pero no logró nada. Hay otras guerrillas modernas que actúan en las sierras del Parlamento, que a lo mejor son mucho más efectivas.

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