domingo, octubre 28, 2007

Alvaro Delgado Gal, De aqui a dos años

domingo 28 de octubre de 2007
De aquí a dos años
ÁLVARO DELGADO-GAL
Alejo Vidal-Quadras pronunció el jueves, en el Casino de Madrid, el discurso político más impresionante y arriesgado que me ha sido dado oír en muchos años. En cierto momento, afirmó que los nacionalistas «no son integrables: son neutralizables». La ocasión que había congregado en el Casino a Vidal-Quadras, presidente de la Fundación Concordia, y representantes varios de plataformas cívicas, fue una propuesta de reforma constitucional, plasmada en letras de molde. La propuesta afecta a medio centenar de artículos y persigue una rehabilitación del Estado y una correlativa despotenciación de las cliques nacionalistas. La reforma no podría llevarse a cabo sin un acuerdo entre el PSOE y el PP. Esta necesidad se concreta en tres ejes claros de actuación. Uno, distinción nitidísima entre el PSOE y Zapatero; dos, un llamamiento a los españoles para derrotar al presidente a través de las urnas; en tercer lugar, una señal inequívoca a Rajoy para que desista de su proyecto de consorcio con CiU y apele al PSOE si consigue la victoria.
No creo que los reformadores vayan a ser oídos en el corto plazo, por los motivos que más adelante expondré. Pero podrían tener vara alta de aquí a dos años. O sea, cuando naufrague la próxima legislatura, ya asuma ésta una coloración socialista, ya conservadora. Lo más importante es darse cuenta de que hemos llegado al final del camino.
Las señales de decrepitud del sistema son inequívocas. La indecorosa dinamitación del TC, responsable en gran medida de su naufragio penoso, resume la situación a que nos ha traído el desarreglo territorial y la pugna entre las dos grandes formaciones nacionales. Estoy hablando de un suceso muy reciente. Pero son recientes también las circunstancias pasmosas en que se han aprobado los Presupuestos. Hace dos semanas, se consideraba muy probable que hubiesen de prorrogarse los de 2007. Al cabo, se han sacado adelante con la ayuda de dos tránsfugas y de un partido que ha puesto fecha a la permanencia del País Vasco en el marco constitucional.
Fin de fiesta
Esto huele, qué se le va a hacer, a fin de fiesta. El desenlace se precipitará por el dinamismo espontáneo del PSOE y del PP, empeñados en ganar a cualquier precio la disputa electoral. En un contexto de normalidad, la lucha entre los contendientes provoca ligeros movimientos en los programas de los gobiernos. En un trance colectivo que el presidente ha convertido en permanentemente excepcional, esa rivalidad devasta las instituciones y socava las bases de la convivencia. Tarde o temprano, la clase política se enfrentará a una disyuntiva dramática: o la renovación radical de sus planteamientos, o la obsolescencia masiva. El jueves se habló de esto con valentía, y se adelantaron proyectos. En ocasiones, la anticipación es decisiva. Los apparatchik que ahora se desuellan por ganar dos palmos de ventaja en una carrera que podría decantarse por el canto de un duro, tendrán que colgar su impedimenta de una percha distinta.
¿Por qué la apuesta de las plataformas habrá de aguardar entre uno y dos años para ser eficaz en la práctica? La respuesta es obvia: ni el PSOE ni el PP tienen tiempo, ni ganas, de rectificar. Empecemos por el PSOE. Zapatero se hizo con la dirección de un partido cuyos cuadros más expertos estaban destrozados. Su victoria en 2000 fue casi aleatoria, y su triunfo en las generales, inesperado. La irrupción formidablemente exitosa de un jefe marginal en un partido postrado, ha tenido el efecto de liquidar estructuras, malversar herencias, y suspender tradiciones. En este momento, el Partido Socialista es el apéndice de un hombre no sujeto a las constricciones de la prudencia o el pensamiento organizado. Lleva razón Vidal-Quadras cuando afirma que el PSOE sólo volverá a ser él mismo una vez que se haya desprendido de su líder.
También son vanas las apelaciones a Rajoy. Rajoy se concibe a sí mismo como fiduciario de una tarea concreta: devolver al PP a la Moncloa. Este objetivo predominante le ha disuadido de la tarea más ambiciosa y más incierta de dar un vuelco a la deriva de los acontecimientos. Cuentas cantan: lo menos problemático, si lo que se quiere es formar gobierno, consiste en completar una presunta minoría mayoritaria, con los apoyos convergentes. Es obvio que esta composición de lugar, racional en sí misma, no es compatible con el proyecto de levantar el Estado sobre fundamentos firmes. ¿Ha aceptado la dirección popular esta conclusión? No lo sé. Seguramente prefiere espantarla. Vidal-Quadras y sus amigos no entran en los esquemas vigentes. Tiempo al tiempo: lo gordo no va a ocurrir ahora.

http://www.abc.es/20071028/opinion-firmas/aqui-anos_200710280249.html

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