viernes 13 de abril de 2007
El Manifiesto
Óscar Molina
S ER de izquierdas en España es una gozada. Por ejemplo, si tienes alguna notoriedad artística, literaria o cinematográfica, independientemente de la calidad de tu trabajo puedes pasar directamente a la categoría de intelectual. Es fenomenal, porque realmente da igual que seas un absoluto ignorante en chorradas como la Historia, el Arte, la Literatura, la Filosofía y demás minucias. También es indiferente que sepas escribir dignamente o que hayas leído sesudos libros y publicado brillantes ensayos; lo importante es que destaques en algún campo que entre dentro de lo subvencionable por parte de Carmen Calvo y, sobre todo, que seas de izquierdas. De derechas no se puede ser intelectual, porque es algo así como una contradicción en los términos; vamos, de hecho la pregunta que un día le hizo en la radio Julia Otero a Álvarez- Cascos acerca de si se podía ser inteligente y de derechas está absolutamente fundamentada. Un tío de derechas no puede ser jamás intelectual porque ni rueda pelis de la Guerra Civil, ni representa obras de teatro que se cagan en Dios, ni va a misas donde se comulga con donuts, ni pinta cuadros porno de Jesucristo, ni hace programas de tele graciosos, ni tiene la autoridad moral para llamar hijos de puta a los votantes de un partido político, ni por supuesto está remotamente capacitado para el acto sublime y nuclear de la profunda y elevada existencia de un intelectual: la firma de manifiestos. Un manifiesto firmado por unos troncos de derechas no es tal, es un panfleto que se podría definir como mero texto con firmas al pie, pero nunca como manifiesto. Tiene un valor equivalente a una lista de la compra rubricada o la factura de un taller con autógrafos, pero de ninguna manera es un manifiesto. Para poder firmar un manifiesto hay que ser intelectual, y como eso es imposible siendo de derechas, los manifiestos sólo pueden ser obra de gente de izquierdas. Creo que es fácil entender esto, incluso para alguien de derechas. El regalo a la sociedad de un manifiesto no se produce con frecuencia; su inmenso valor hace que la excesiva asiduidad sea desaconsejable, pues de lo contrario se devaluaría de manera indeseable. Por eso, la suprema ofrenda al rebaño por parte de los intelectuales suele coincidir con momentos puntuales, circunstancias en las que resulta adecuado que los eximios pensadores hagan llegar el importante mensaje desde su erudito Olimpo. Hay cosas que vienen aparejadas a coyunturas espacio-temporales, como los almendros en flor al principio de la primavera, las primas a terceros al final de la liga de fútbol o el uso del jabón por parte de las chicas del Partido Comunista de las Tierras Vascas cada vez que se aproxima el “Aberri Eguna”. El enclave adecuado para el manifiesto viene, más o menos, a coincidir con la proximidad de la celebración de procesos electorales. Es entonces cuando el despistado pueblo español tiene la oportunidad de contemplar el prodigio de la revelación de la Verdad por parte de los intelectuales. Durante otros periodos de tiempo la actividad de nuestros pensadores se centra en las labores propias de su agradecido estómago, es decir, lo que se viene llamando creación; y como mucho se prodigan en algunas declaraciones o actos concretos orientados a que el vicio social de asombrarse por algunas incoherencias sane con sus indispensables píldoras de pensamiento único. Hace poco hemos tenido la inmensa fortuna de recibir el don de un nuevo manifiesto. Los abajofirmantes son los habituales, o sea los que pueden ser intelectuales, los de izquierdas, y el mensaje entregado al vulgo esta vez ha consistido en señalar lo mucho que crispa el Partido Popular la vida política y social de “Estepaís”. Yo, ignorante de mí, no lo llego a entender del todo, aunque lo más probable es que me falten datos. Lo digo porque el otro día oí a Almudena Grandes decir que se levantaba con ganas de fusilar a los tertulianos de radio que no eran de su agrado, o porque hace poco vi a un tal Aramburu pegar una soberana patada en los huevos a un miembro del Foro de Ermua delante de un Juzgado, o porque leo que ETA habla de seguir matando a crispados si no se accede a sus peticiones, y tengo la sensación de que todo esto crispa bastante y de que ni Almudena-Cogió-Su-Fusil, ni Aramburu, ni los chavalotes de ETA son del PP ni votan al PP. A lo mejor no lo comprendo porque nunca he visto a nadie del PP vaciar sacos de estiércol a las puertas de la sede de otro partido político, quemar autobuses, ni pegar una pedrada a un representante de otra formación, ni irse al colegio electoral donde vota Zapatero a insultarle a él y a su mujer. Tampoco he escuchado jamás a nadie del PP decir que los que no están de acuerdo con su política son “casposos y carcas”, ni a ninguno medir los calificativos que merecen los ciudadanos por el abrigo que lleven. Y mira que hay jabalíes de tomo y lomo en el PP, pero nunca, que yo sepa, han ido desenterrando muertos de hace setenta años para echárselos a la jeta al de enfrente, ni les he visto firmar pacto alguno con otros partidos que excluyan expresamente a nadie. Y no digo que sean unos benditos del cielo los muchachos del PP, porque algunos muy concretos tienen bemoles, pero lo que se dice crispar, así de manera generalizada, yo no veo que crispen. A mí me crispa bastante más que unos listos anduviesen en tratos con ETA cuando estaban en la oposición y los terroristas seguían matando, o que se entregue una rosa por la Paz a la abogada de unos asesinos, o que un montón de mierda chantajee a mi Gobierno con una huelga de hambre de mentira. Me crispa que se gobierne España a pachas con un partido político cuyos miembros hablan de la bandera de mi país como “la bandera del enemigo”, y me crispa que alguien insulte las creencias de los demás haciéndose una foto muy graciosa con una corona de espinas. Y les confieso que a pesar de todo me propongo firmemente no crisparme ni siquiera por esas cosas, pero sí me atrevo a cometer el horrible pecado de no estar de acuerdo con el supremo manifiesto, y a pensar que la última buena nueva emanada del manantial intelectual no se ajusta demasiado a la realidad. Más bien pienso que a nuestros intelectuales lo que no les apetece es que la realidad les estropee un buen manifiesto. Aunque lo más probable es que yo no lo entienda porque no soy de izquierdas. ¡Desgracia la mía, joder!
jueves, abril 12, 2007
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