lunes 2 de abril de 2007
JOSÉ VILAS NOGUEIRA
memoria dE Los días
Politics show
Aunque en el lenguaje de los especialistas sea difícil ofrecer una definición precisa, dadas las múltiples aplicaciones que ha recibido, entre nosotros solemos aplicar el anglicismo reality show a aquellos programas de televisión que, mediante su trivialización y deformación, nos ofrecen como realidad una caricatura de la misma. El principal instrumento de la suplantación es el recurso al protagonismo, al menos aparente, de lo que en tiempos se llamó el "hombre de la calle"; el individuo del común, podríamos decir hoy en mejor castellano. La simplificación de su complejo significado técnico nos viene facilitada porque la importación al español de la palabra show se ha reducido a su acepción de "espectáculo", preferentemente "espectáculo de variedades" (admitida ya por el Diccionario de la Real Academia).
Por tanto, con la expresión politics show sugiero el tratamiento de cuestiones o la entrevista a líderes políticos con el objetivo de suplantar la realidad por su caricatura, propios de los reality, mediante la utilización de individuos del común como sedicentes representantes del pueblo. Nada que ver, por tanto, con el programa de la BBC del mismo título que, en un tono más o menos desenfadado, es un programa de noticias y entrevistas políticas; no un show, en el sentido español.
Uno de los objetivos fundamentales de la demagogia contemporánea es la destrucción de la categoría de ciudadano. Ante la siempre creciente atribución de consecuencias jurídicas a las connotaciones del ciudadano (de región, de sexo, de raza, de religión, de edad, de estándar económico, de tipo de empleo, etc.), éste se seca y se extingue, cual esos árboles, otrora vigorosos, atacados por nubes de malignos parásitos. Y, paralelamente, el interés general sucumbe en un maremágnum de acuerdos particularizados de los partidos gobernantes con particulares corporaciones y asociaciones. La sedicente democracia progresista sirve como velo y legitimación de la colusión entre los teóricos representantes del interés general con los egoísmos particulares de minorías activistas. No es otra cosa que un corporativismo salvaje.
Muertos los ciudadanos, la benévola Televisión Española ha evocado sus espíritus para que, en un politics show pregunten al presidente del Gobierno. Al mismo presidente que no contesta en el Congreso; al mismo presidente que "hizo honor" a su promesa de declaración parlamentaria sobre una grave cuestión, callando en el hemiciclo pero convocando una rueda de prensa en una oscura salita del Palacio de San Jerónimo, "confundiendo" la institución con el edificio. Sí, la TVE invitó a cien ciudadanos a formular preguntas a este hombre.
Y, claro, así salió el show. Lo que ha sido más destacado es que Zapatero no sabe lo que cuesta un café. No es grave; lo malo es que tampoco sepa lo que vale un peine. Los ciudadanos estuvieron muy modositos, tratando de usted al presidente, y el presidente estuvo confianzudo, como buen déspota, tuteándolos cariñosamente. Los ciudadanos, supongo, pudieron preguntar lo que quisieron. El presidente contestó lo que le vino en gana, y claro, los ciudadanos no pudieron replicar. El profuso, confuso y difuso bla, bla, bla zapatético agotó el tiempo sin responder a más de la mitad de los convocados, que hubieron de regresar a sus casas con la miel en los labios. Pero no hubo crispación; sólo buen rollito. El opiáceo funcionó, aunque yo, puesto a ver realities, prefiero a los profesionales. Incluso a Isabel Gemio, que es más cursi que la antaño famosa niña de la estación, pero no tanto como Zapatero.
domingo, abril 01, 2007
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