domingo, abril 01, 2007

Carlos Luis Rodriguez, Una judiada

CARLOS LUIS RODRÍGUEZ
a bordo
Una judiada
El diputado Francisco Rodríguez ha tenido una encomiable iniciativa al pedir la derogación de las acepciones peyorativas de gallego. En concreto, tonto y tartamudo lograron pasar el filtro de los académicos e instalarse comódamente en el diccionario. Los etimologistas sabrán cuál es el origen de esta asociación, pero tan interesante como su origen es su continuidad a través del tiempo, cuando ya los usuarios de estas versiones de lo galaico saben que se trata de un tópico sin relación con la realidad.
¿Por qué se perpetúan estos significados? Por comodidad, tal vez. A los usuarios les resulta más cómodo mantenerlos vigentes que cuestionarlos. Los estereotipos sobre personas, pueblos, razas y culturas tienen una fuerza extraordinaria. Lo demuestra el propio diccionario de la Real Academia Española, donde se pueden encontrar las expresiones irse a la francesa, engañar como a un chino, o hacer una judiada.
Una judiada precisamente es lo que le están haciendo a ese militante nacionalista de Vigo, acusado de secundar el imperialismo sionista por formar parte de una asociación que promueve la amistad entre el pueblo gallego y el israelí. En pura coherencia, el mismo parlamentario que se subleva contra los clichés vejatorios con los gallegos, debiera hacer lo propio con estos dogmas impropios de un partido laico. En este caso además, el tópico xenófobo no sólo afecta al diccionario sino a los principios políticos, hasta el punto de que el simpatizante imperialista tiene un pie en la calle.
Pocos pueblos debieran ser más admirables para un nacionalista como el judío. Después de una lucha inmemorial, consigue formar un Estado, integrado por gentes de diferentes procedencias que al principio sólo están unidas por su sentimiento nacional. ¿Qué decir del idioma? Rescatan el suyo de entre las piedras del desierto y los guetos europeos, convirtiéndolo en lengua oficial, un sueño para cualquier defensor actual de la normalización lingüística.
Si ese nacionalista es además de izquierdas, tiene en ese mismo Estado una de las pocas experiencias con éxito de colectivismo. No hay nada parecido al kibutz que implantan los colonos laboristas. Frente al marxismo teórico (obra de un famoso judío alemán), David Ben Gurión y los suyos protagonizan otro práctico, del cual aún quedan algunas reminiscencias.
Sin embargo, todos esos méritos no valen nada cuando se enfrentan a los atavismos. Para el sanedrín del BNG vigués, no sólo es mala la política actual del Gobierno israelí, cosa con la que es fácil estar plenamente de acuerdo, sino la historia entera del Estado hebreo. De acuerdo con los lugares comunes que rigen la actitud nacionalista sobre la materia, ser amigo del pueblo israelí no es compatible con serlo del palestino. Admirar la lucha de estos entra en contradicción con reconocer la larga marcha de aquellos en pos de su nación.
Por las informaciones que llegan, ni siquiera el incidente ha servido para estimular un debate. Al igual que los sudamericanos que equiparan gallego con tartamudo, hay nacionalistas que asocian Israel con Satanás, sin atreverse a argumentarlo. Sucedería lo mismo si Gómez-Valadés, el ladino del episodio, estuviera involucrado en una asociación anticastrista.
Castro es otro imperialista que intervino en conflictos extranjeros y apoyó guerrillas fuera de Cuba, pero su figura será intocable para estos dirigentes que, acaso sin saberlo, repiten argumentos usados tiempo ha por los Reyes Católicos.

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