miércoles, abril 11, 2007

Ferrand, Nacionalismo pringoso

miercoles 11 de abril de 2007
Nacionalismo pringoso

POR M. MARTÍN FERRAND
EL PSC, la deriva nacionalista del PSOE en Cataluña, concurrirá a las elecciones municipales de mayo con un eslogan que no quiere decir nada, como conviene, para disimular, a una formación «obrera» y «española» virada al nacionalsocialismo: noves idees. Los nacionalismos, sea cual fuere su ámbito, adquieren siempre una condición mucilaginosa. Pringan. Resulta imposible vivir en su seno sin adquirir, en todo o en parte, algunas de sus mañas y peculiaridades. Tanto es así que el PSC, para bien demostrar la total catalanización de su líder, José Montilla, emplea ahora el mismo eslogan que CiU en 2003. Novas idees para resumir las ideas viejas en las que se antepone el valor y el símbolo del territorio al protagonismo y la dimensión de las personas.
Tan pegajoso es el caldo nacionalista que el presidente del PP en Cataluña, Josep Piqué, mutante perpetuo, no puede olvidar sus días de servicio al Govern de Jordi Pujol y anima a los militantes de CiU que se sienten incómodos con la última exaltación nacionalista de Artur Mas, a que se revelen contra él. A que «alcen su voz» para patentizar su disconformidad. Verdaderamente, Mas ha extremado la condición moderada de CiU al pedir en el Parlament un referéndum de autodeterminación para averiguar si Cataluña debe constituir «un Estado propio»; pero, ¿quién ha dicho, y con qué fundamento, que el nacionalismo puede tener límites? Por otra parte, si el PP espera nutrir sus anoréxicas filas catalanas con desertores de CiU, que la Virgen de Montserrat les guarde la vista y el entendimiento a Mariano Rajoy, Piqué y demás barandas populares.
Dice Piqué que «Pujol nunca hubiera presentado una propuesta» como la del referéndum de Mas. No sé cómo llega a tan rotunda conclusión. La fuerza centrífuga es la única que anima al movimiento nacionalista y, además, el origen de los excesos que ahora lamentamos en Cataluña -lo del País Vasco es otra historia- se encuentra en los discretos pactos que, para conseguir las llaves de La Moncloa, José María Aznar estableció con el entonces president Pujol. Ahí murió la «regeneración democrática» y desde ahí la carrera soberanista que parece no tener fin.
El PP, que en Barcelona corre el riesgo de recoger menos votos que Ciutadans de Catalunya, no debiera conformarse con buscar un canasto de uvas en una viña vecina. Si no pierde la condición untuosa de los nacionalismos y consigue recuperar su hoy diluida imagen de un partido nacional -de centro, a ser posible- pasará a ser una anotación remota en la historia catalana. No como eslogan, que ya está manoseado, sino como orientación táctica, al PP le convendría buscar en el escenario catalán las novas idees que, por turno, predican sus competidores. Líderes y proyectos más sólidos y menos mantecosos. Sin tentación ni maneras nacionalistas.

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