miércoles, abril 11, 2007

Londres recupera el sentido cumun

miercoles 11 de abril de 2007
Londres recupera el sentido común
EN las sociedades contemporáneas, en caso de conflicto, el manejo de la información se ha convertido en un arma tan esencial como la pólvora. Eso es lo que han hecho los responsables del régimen iraní mientras han tenido secuestrados a los marineros británicos y es lo que pensaba hacer el Ministerio de Defensa del Reino Unido para usar el eco de la prensa sensacionalista como amplificador de su respuesta en este desagradable asunto. Afortunadamente, en Londres ha prevalecido el sentido común y se ha puesto fin a una práctica dudosamente ética, consistente en autorizar la venta a los periódicos sensacionalistas los relatos del cautiverio de los quince soldados retenidos en Irán. En este caso, el régimen iraní ha hecho un uso abusivo e intolerable de los recursos más bajos de la propaganda. Los ayatolás se comportaron como salteadores, como secuestradores de viajeros como los que se han visto en las zonas todavía bajo la anarquía en Irak o Afganistán, obligando a sus rehenes a comparecer ante las cámaras de televisión para forzarles a recitar confesiones escritas de puño y letra por sus captores.
El asunto consistía en justificar un acto de piratería tratando de convencer a todo el mundo de que la patrullera británica había rebasado el límite de las aguas territoriales iraníes, frente a las versiones del Gobierno británico sosteniendo todo lo contrario. Como era de esperar, la polémica no terminó con la liberación de los militares, puesto que el Gobierno iraní, en las actuales circunstancias en las que está lanzando un órdago a la comunidad internacional, ha seguido propagando su versión sobre los hechos, apoyándola en las filmaciones equívocas del cautiverio de sus rehenes, repitiendo las supuestas confesiones de culpabilidad de los militares.
Tal vez el Ministerio de Defensa británico haya sentido la necesidad de contrarrestar esta propaganda iraní, temiendo que pudiera acabar haciendo mella en la moral de sus soldados. También para la sociedad británica, que tiene cada vez dudas más importantes sobre la pertinencia del esfuerzo militar que desarrollan junto a Estados Unidos en Irak, podría ser reconfortante conocer de primera mano los detalles del cautiverio, con la certeza de que cuanto más crueles y denigrantes fueran los pormenores, más crecería la irritación de los ciudadanos y el apoyo a los militares expedicionarios. Los efectos que puede tener una campaña bien orquestada en la prensa sensacionalista británica son bien conocidos a pesar de que el hecho de que los diarios paguen por sus informaciones forma parte de la práctica más habitual en aquel país. Pero aun en estos casos ha de prevalecer por encima de cualquier otra consideración la profesionalidad y el honor de los soldados británicos. Todo lo que explicaron conjuntamente en una rueda de prensa oficial ya dejaba bien claro quién se había comportado de manera cobarde e indecente y quiénes habían demostrado su valentía y su sentido del deber. Las prácticas posteriores de comercio de exclusivas periodísticas y de sensacionalismo no servían más que para volver a enturbiarlo todo.

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