martes, abril 03, 2007

Carlos Luis Rodriguez, Encuestame mucho

miercoles 4 de abril de 2007
CARLOS LUIS RODRÍGUEZ
a bordo
Encuéstame mucho
Por lo visto, existen tres organismos en la Xunta destinados a elaborar encuestas. Al líder del PPdeG le parecen demasiados y pide su fusión en uno solo. Tal vez ese reduccionismo sea aceptable en otras comunidades con una forma de ser más rectilínea, pero la nuestra es curvilínea, compleja, enrevesada y, por eso mismo, se necesitan más encuestadores. Tres son pocos.
Con cuatro al menos se respetaría la paridad, asignando dos a las gallegas y dos a los gallegos, y aún así quedarían fuera variantes geográficas o generacionales, que también requerirían una demoscopia aparte. En todo caso, cada ciudadano del país tiene los suficientes recovecos como para necesitar más de un diagnóstico.
Que haya en un mismo Gobierno tres departamentos encargados de hurgar en la galleguidad obliga además a una reflexión poco halagüeña para esta rama de la sociología. Ninguno se fía del otro. Cada sector gubernamental tiene su encuestador de cámara, lo cual quiere decir que no estamos ante una ciencia exacta o inexacta, sino ante una derivación de los sacrificios propiciatorios que encargaban los políticos de antes. Ni los de antes ni los de ahora creen en ese rito, pero sospechan que tiene impacto sobre la población.
Cada vez menos. Mucha gente ya ve en las encuestas que se hacen con patrocinio oficial un instrumento de propaganda más que de información. Son una forma sutil de presionar al discrepante, haciéndole pensar que está en minoría, que es un bicho raro al que más le vale sumarse a la tendencia dominante. El mecanismo se parece al que funciona en la moda, donde la cosa más extravagante se puede imponer, si los avispados publicistas logran expandir la idea de que es lo que se lleva, lo cool.
Así pues, en el bipartito hay una pugna evidente, ostensible en episodios como el de Navantia, y una guerra fría de tipo sociológico que libran unos agentes-encuestadores al mando de Rivera Otero y Antón Losada, que salen a escondidas de San Caetano en busca de esa información confidencial que los gallegos guardan en la cabeza. Esos datos, convenientemente adornados, se ponen como un espejo delante de Touriño y Quintana, para confirmarles que siguen siendo los más bellos. Seguro que ya hay encuestados capaces de intuir de quén ven sendo el encuestador, y actuar en consecuencia respondiendo lo correcto.
No sólo en Galicia, sino en otros muchos sitios, la encuesta de un organismo oficial se ha convertido en un striptease del político que la encarga. Dice más del que pregunta que del que contesta. A través del cuestionario quedan en evidencia los temores, las obsesiones y los objetivos del padrino del estudio; de ahí que no se entienda muy bien que el PPdeG quiera restringir tan valiosa fuente de información.
A la cola en otras cosas, Galicia es así el país más encuestado, y sin embargo, ni la política gubernamental ni la opositora logran sintonizar con las preocupaciones de la gente. Será que los encuestadores rechazan las conclusiones que no encajan con su prejuicio, o que los gallegos, expertos en camuflaje, les dicen lo que quieren oír para que acaben pronto. Vaya usted a saber si el problema no está en la utilización de encuestadores evidentes, en vez de agentes ocultos que tomen notas en los lugares públicos disfrazados de gallegos comunes. Sea como fuere, la solución no es reducir organismos, sino multiplicarlos, hasta lograr que cada ciudadano sea a la vez encuestador y encuestado, para evitar el engaño.

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