viernes 9 de febrero de 2007
POR XAVIER NAVAZA
corresponsal en galicia
Fene, bajo el síndrome de Saturno
Ustedes saben bien lo que dura el suspiro de un gorrión desnudo. Y eso, precisamente, es lo que ha durado la vaga -ligeramente esperanzadora- promesa que el inquilino de La Moncloa le hizo a Emilio Pérez Touriño: "Lo estudiaremos con mucho detenimiento", fueron, mutatis mutandi, las palabras de José Luis Rodríguez Zapatero al premier galaico, el otro día sobre las moquetas del poder.
Se trataba, ya saben ustedes, de ver si era posible abrir las puertas del futuro a la construcción de buques civiles en Ferrolterra y levantar el veto que los white collars de la UE le han impuesto a nuestros astilleros.
Ayer supimos que el presidente de la SEPI (Sociedad Estatal de Participaciones Industriales) no ha cambiado de idea, sino todo lo contrario: Barreras, indicó, no construirá buques en los vacíos territorios de Perlío, al menos mientras él esté al frente del monstruo y sobre Ferrolterra pese la sentencia de la Unión que decreta silencio en los talleres hasta el año 2015.
Enrique Martínez Robles recibió a duras penas a Fernando Blanco, conselleiro de Industria, en esa especie de fortaleza blindada que -bajo las órdenesdel superministro Pedro Solbes,-decide qué ámbitos del laberinto español tienen derecho a salir adelante y cuáles, por el contrario, ya pueden ir perdiendo toda esperanza de redención. Es para echarse a llorar.
Lo que viene es un eterno volver a empezar, llamar por enésima vez a las puertas de Europa para que alguien se pase por aquí y comprenda -como antes sucedió con la pesca- que la construcción naval no sólo forma parte de los valores estratégicos de Galicia sino que, además, constituye uno de los sectores empresariales en que podemos competir con más posibilidades de éxito en todo el mundo.
Blanco ha acabado por hacerle caso al líder del PPdeG, Alberto Núñez Feijóo, y se dispone a preparar un viaje al corazón de Bruselas. A ver si allí, en el despacho de la comisaria de Competencia, la holandesa Neelie Kroes, consigue alejar de Galicia el poderoso meigallo de raíces malignas que desde hace más de dos décadas pesa sobre los astilleros. El conselleiro lo tiene muy difícil, pero debe intentarlo a pesar de todo.
De entrada, muchos de los principales enemigos del despegue de la construcción de buques no militares están en casa. No hay que buscarlos en Madrid, ni siquiera en la vieja y resabiada Europa. Son gente buena y vapuleada por la tragedia del paro, hombres heridos por la encadenada reconversión que hizo de los años ochenta un infierno en Ferrolterra. Sobre ellos pesa un pesimismo casi existencial y una desconfianza patológica hacia la iniciativa privada. No quieren a la empresa Barreras y desean que allí siga, hasta la eternidad, si es posible, el dominio y la primacía de los antiquísimos mastodontes de la gran industria decadente que les devoró y amenaza con seguir su banquete de operarios en cuanto suene el siguiente gong: la siguiente reconversión. Porque aún así, aman a la SEPI, como los hijos de Saturno amaban a su padre antes de ser devorados por él.
LA AMENAZA DEL SUR
Robles, un nuevo conejo en la chistera
Lo que Barreras quiere es utilizar terrenos ociosos, vacíos y tiempos muertos en los astilleros de Perlío. Pero Enrique Martínez Robles insiste: ha dejado a un lado el fabuloso argumento de los secretos militares para forzar la mayor. Y así, ayer, tras su negativa a Fernando Blanco, dijo que si los astilleros vigueses accediesen a Ferrolterra, numerosos efectivos, incluido un número elevado de personas, se verían en la obligación de trasladarse a Puerto Real, Cádiz. Ah, el dichoso Sur .
jueves, febrero 08, 2007
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