domingo, febrero 04, 2007

Manuel de Prada, Si es qeu sois unos fachas...

lunes 5 de febrero de 2007
Si es que sois unos fachas...

JUAN MANUEL DE PRADA
AHORA resulta que enarbolar la bandera rojigualda o hacer sonar el himno nacional en una manifestación que reclama la derrota del terrorismo constituye -López Garrido dixit- «un gesto de utilización sectaria y partidista de los símbolos de todos». Esto me recuerda una anécdota que me sucedió de niño, cuando empezaba a frecuentar la biblioteca pública de mi ciudad. En un anaquel descubrí hasta media docena de ejemplares repetidos del Quijote que criaban polvo, sin que nadie se dignase tomarlos prestados. Un día me decidí a llevarme uno de aquellos mamotretos a casa. Cumplida la fecha de su devolución, pedí al bibliotecario que me permitiera renovar el préstamo por otros quince días. Pero el bibliotecario me abroncó muy airadamente, reprochándome el intento de monopolizar la obra de Cervantes y de evitar que los demás socios de la biblioteca pudieran disfrutarla. Mohíno y avergonzado, le señalé al bibliotecario el anaquel donde los otros cinco tomos repetidos del Quijote seguían criando polvo: «Pero si hay Quijotes de sobra...», balbucí. «Nada, nada -me reprendió el bibliotecario-. No me vengas con disculpas. No puedes pretender apropiarte de una obra que tiene que estar a disposición del resto de socios». Del resto de socios que no pensaban leérsela nunca o que la despreciaban concienzudamente, olvidó precisar.
Uno tenía entendido que para confeccionarse una bandera de España le bastaba con entrar en una tienda de tejidos y pedir que le cortaran un par de metros de tela rojigualda. Pero las declaraciones lastimadas de López Garrido nos desvelan que sobre estos «símbolos de todos», como sobre el lince ibérico, pesa una orden rigurosísima de protección. ¡Acabáramos! Ahora se entiende por qué en ciertas manifestaciones convocadas o jaleadas por la facción gobernante abundan tanto las banderas con una franja morada; no se debe -como los fachas malpensados habrán sin duda deducido- a que en tales manifestaciones participen, con el beneplácito de la facción gobernante, individuos refractarios al régimen político consagrado en nuestra Constitución, sino más bien a un muy patriótico anhelo de preservar la bandera rojigualda, que es especie textil en peligro de extinción. Ahora se entiende también que la facción gobernante, cuando se hallaba chupando banquillo, reaccionase con tanto alboroto cuando se izó provocadoramente en la madrileña plaza de Colón aquel banderón con los colores de la enseña nacional. ¡Hace falta ser sectario y partidista para semejante dispendio!
Los participantes en la manifestación del sábado eran un hatajo de fachas irredentos. Sólo a unos fachas irredentos se les ocurriría invocar la unidad de los españoles en una manifestación que reclama la derrota del terrorismo; sólo a unos fachas irredentos se les ocurriría pensar que la derrota del terrorismo es una aspiración noble y patriótica. La derrota del terrorismo -a ver si nos enteramos de una maldita vez- es una solución autoritaria, una pretensión dictatorial. López Garrido lo ha dejado bien claro, con pregunta retórica digna del sapientísimo Goebbels: «¿Quién ha utilizado los símbolos nacionales en la Historia de España, apropiándoselos para combatir?». Los fachas, y nadie más que los fachas; quienes participábais en la manifestación del sábado -acusa tácitamente López Garrido- no sois más que los hijos y los nietos de aquellos fachas antañones que derribaron la Segunda República. Hemos de deducir, aceptando el paralelismo establecido por López Garrido, que los terroristas a quienes ahora pretendéis combatir son los herederos de aquella República.
La bandera rojigualda y el himno nacional, queridos fachas, no son vuestros. Pertenecen a quienes se avergüenzan de mostrarlos, a quienes prefieren arrumbarlos en el desván del olvido, a quienes cada día los esconden y evitan, los escarnecen e injurian. Esos símbolos, como la nación a la que representan, sólo pueden usarlos ya -como trapo de cocina o felpudo- quienes odian a España, entregada en bandeja de plata para que la troceen a placer. Amar a España, como derrotar al terrorismo, es pretensión de fachas recalcitrantes.

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