jueves, febrero 08, 2007

Juan Urrutia, Euskaraz mesedez

viernes 9 de febrero de 2007
Euskaraz mesedez
Juan Urrutia
C OMO de costumbre, los nacionalistas vascos, han vuelto a hacer gala de su habitual clarividencia en materia educativa. El Consejo Escolar de Euskadi propone eliminar el modelo A —enseñanza íntegra en castellano con el euskera como asignatura— porque los niños vascos terminan sus estudios sin saber expresarse correctamente en el susodicho idioma. Dejando en su lugar el B —la mitad de las materias en euskera— y el D –todo en euskera- Gracias a este cómodo remedio todos los alumnos vascos podrían entenderse, si deciden estudiar en el extranjero, con todos los que hablen la lengua vasca en Alemania, Reino Unido o Suecia, que no son pocos. “No cumple” los objetivos, el sistema educativo, y ¿cuál es el propósito del mismo? Educar, formar, servir de aprendizaje para una posterior coexistencia con el resto de los mortales... ¿a quién se le ocurren semejantes despropósitos? Los centros docentes están ahí para que la población del País Vasco aprenda a hablar en una lengua, el euskera, sea o no sea la suya. La necesidad de diferenciarse del resto de España lleva a los adoradores de la pureza de la sangre a buscar euskaras, RHaches, opresiones y hechos históricos donde no los hay. Concretamente en el caso del euskera, que está muy bien para su estudio antropológico, nos hallamos ante una lengua que ha permanecido inmutable durante muchos siglos y restringida al uso concreto del ambiente rural; de tal forma que hoy día se le han tenido que añadir ingentes cantidades de neologismos para que su uso resulte factible en la vida moderna. Por poner un ejemplo, supongamos que le toca el gordo de Navidad a Ibarretxe; cómo diría soy millonario: ni oso aberats naiz sería lo correcto en el éuscaro de mis antepasados, que significa aproximadamente: tengo muchísimo ganado. Actualmente aberats se ha sustituido por el vocablo milioidun, procedente de raíces latinas mezcladas con terminaciones eusquéricas. En definitiva, es como si yo presumiese de ser un gran conocedor del francés y, al más puro estilo Tip y Coll, pidiese en un restaurante un “filetua con patateau fritua”. La amalgama de palabrejas improvisadas que el nacionalismo quiere hacer pasar por idioma es de una falsedad inaguantable, perdiendo el interés histórico que pudiera tener el euskera en origen. ¿A qué nos lleva este forzar, moldear, deformar el euskera, sin contar otro tipo de presiones, para que todos los vascos y vascas hablemos una lengua que ya no es la materna más que de una reducidísima parte de la población? A un descabellado intento por formar una nación artificial, con una lengua artificial y una raza inexistente. Véanse las invasiones celtas, árabes, vikingas y romanas a los pueblos norteños para confirmar la variedad de sangres que conforman nuestro RH. Las consecuencias de todo este embrollo medieval a la vista están. No se trata solamente de miles de alumnos perjudicados por una educación deficiente y adoctrinadora, que ya es muy serio, sino que el uso del euskera como lengua vehicular en la enseñanza es utilizado para imbuir en los jóvenes unos contravalores hitlerianos donde prima la supremacía de la raza vasca o lo que es lo mismo el complejo de pene minúsculo que sufre el nacionalismo y que le hace comportarse como a uno de esos cabestros patológicamente celosos que terminan pegando a sus compañeras sentimentales. Y aquí es donde reside el germen de ETA, pues la banda mata, sí, pero quien ha introducido esa perturbación mental en las mentes de sus miembros haciéndoles sentir eunucos sin un arma en la mano es el nacionalismo y, más concretamente, la educación nacionalista, si es que se le puede llamar así.

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