viernes 2 de febrero de 2007
El obispo botarate
Ignacio San Miguel
¿ Y qué me dirán ustedes de un obispo cuya máxima aspiración, o una de sus mayores aspiraciones, parece ser que le tomen por progresista? No digo que sea un caso único, pero concurren en él rasgos significativos y redundantes que lo hacen destacar. Por ejemplo, si le hablan del problema vasco, la respuesta suele ser la consabida, la que todo el mundo espera de un seudoprogresista. Dice que el problema no es policial, sino político y que ha de resolverse mediante el diálogo. ¡Bravo, bravo, valeroso obispo! Tus palabras han de merecer la aprobación de tus compañeros Setién y Uriarte, que es lo que pareces buscar, a juzgar por la satisfacción que expresa tu semblante fláccido y bondadoso al impartir esta doctrina. Llegaron unos refugiados musulmanes de Kosovo. El albergue donde debían alojarse tenía cruces en diversas paredes. ¡Cómo, cómo!, exclamó el bondadoso obispo, esto puede herir la sensibilidad de estas pobres gentes musulmanas. ¡Eso nunca!, declaró con la firmeza que le caracteriza. Y mandó retirar las cruces. No faltaba sino que diéramos un ejemplo de intolerancia religiosa, decía el obispo con suaves quejidos autojustificativos. ¡Bravo de nuevo por tu valor, oh sucesor de los Apóstoles! Las víctimas del terrorismo muchas veces suelen encaminar mal sus pasos. Piensan, por ejemplo, que un obispo, por el simple hecho de serlo, acogerá con simpatía sus demandas de la clase que sean. Están equivocadas porque hay obispos y obispos. En el caso presente cometieron el error de dirigirse al bravo obispo de marras con el resultado frustrante que era de esperar. ¿En qué estarían pensando? Ya para entonces había definido sus posiciones. ¿O es que creían las víctimas que esas posiciones no iban con ellas? Hay que saber reconocer cuándo se las tiene que ver uno con un progre y qué es lo que puede esperarse de él en toda una serie de cuestiones. El resultado fue un desencuentro, y las manifestaciones posteriores del obispo denunciaban que “las víctimas estaban politizadas”. ¡Bravo de nuevo, lumbre del episcopado, faro del Evangelio, sublime propagador de la buena nueva! Las víctimas se politizan, claro está. Los obispos no se politizan nunca, sobre todo si son como tú, tan bondadosos como tú. Las víctimas, en su dureza de corazón y politizacion, no supieron reconocer tus cualidades y elevaron a la Conferencia Episcopal una protesta que, presumiblemente, habrá ido al cesto de los papeles. No acaban aquí los signos de seudoprogresismo. El Instituto de la Mujer de Castilla-La Mancha sacó un folleto titulado “Guía para chicas” en el que se preconizaba que las niñas que llegaban a la adolescencia no evitaran las tendencias lesbianas; antes bien, que las siguieran libre y gozosamente. El panfleto contenía unos dibujos de niñas desnudas acariciándose. Interpelado el obispo, pues el asunto le concernía, declaró que la doctrina católica era contraria a estas prácticas, etc. Ahora bien, no quiso ponerse demasiado serio, porque, ya se sabe, la religión católica es alegre, muy alegre, y no como se enseñaba antes, en los tiempos tenebrosos. Así, pues, terminó su disertación ética con un chusco comentario: “Supongo que no pretenderán realizar una demostración práctica”. ¡Qué gracioso estuvo el señor obispo! ¡Pero qué gracia tiene este hombre! ¡Qué maravilla! ¡Todo un hombre del Señor! Sólo le faltó arrancarse por sevillanas. Hubiera sido bonito y aleccionador, y además muy justo, porque un señor que es honra y prez del episcopado bien se puede permitir alguna licencia. Pero prefirió dejarlo para mejor ocasión. Bromas aparte, lector avisado habrá reconocido a este obispo, pero no pretendo personalizar, sino presentar la ridiculez de las tendencias clericales modernas a través de uno de sus representantes. Empero, hay que señalar que en la Conferencia Episcopal Española el sector conservador supera ampliamente al liberal (dos tercios a un tercio). Por el contrario, a nivel jerárquico inferior las cosas cambian, y el sector liberaloide es mayoritario. En términos generales, el error de esta tendencia consiste en confundir la blandura con la bondad. Equivocación grave porque la blandura conduce inevitablemente a la injusticia y la crueldad. Si nos fijamos en las manifestaciones y actitudes de este obispo botarate comprobaremos que esto es así. Porque si eres blando con el mal eres cruel con el bien. Si para evitarte problemas cedes y retiras unos crucifijos, estás siendo blando con los musulmanes y duro con los cristianos. Si para congraciarte con determinadas tendencias políticas, criticas a las víctimas del terrorismo, tu blandura ante esas posiciones políticas te conduce a ser cruel con unas pobres gentes. Si pretendes hacer concesiones al ambiente social, a lo moderno, a lo que se lleva, y frivolizas sobre determinadas conductas inmorales, estás ofendiendo a personas que desean una educación correcta para sus hijos. Y así sucesivamente. Lo blando es sinónimo de corrupto, como el fango. Lo duro remite a la pureza e incorruptibilidad del diamante. Naturalmente, no estoy hablando de la dureza de corazón, sino de la firmeza de la justicia. También se puede considerar esta cuestión desde el punto de vista de la comodidad. Lo más cómodo es ceder a la presión que se experimenta con más fuerza o que se prevé que saldrá triunfante según las tendencias que se observan. Esto último lo que muchos clérigos llaman “comprobar hacia dónde soplan los vientos de la Historia”, para, lógicamente, seguir esa dirección. En otras palabras, oportunismo puro y duro, aunque las triquiñuelas dialécticas a que están acostumbrados y que tanto aprecian les conducirán a introducir la acción del Espíritu Santo en sus determinaciones. Pues esta clase de clérigos tiende a pensar que el Espíritu Santo está a su servicio, igual que el genio de la lámpara tenía que obedecer a Aladino.
jueves, febrero 01, 2007
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