jueves, febrero 01, 2007

Cinco minutos sin luz

viernes 2 de febrero de 2007
Cinco minutos sin luz
CINCO minutos sin electricidad no suponen una gran diferencia en la vida de nadie. Cinco minutos sin televisión, sin ordenador, sin lavadora, sin cargar el móvil, sin bombillas, sin nada que consuma energía eléctrica... Nada de eso constituye un sacrificio que esté fuera del alcance de la mayoría de las personas. Ni tampoco servirá para reducir el gasto energético o para suavizar, aunque sólo sea un poco, nuestra responsabilidad en el proceso de calentamiento que sufre el planeta en que vivimos. Lo que realmente llama la atención sobre esos cinco minutos de «apagón voluntario» que miles de ciudadanos de todo el mundo compartieron ayer, entre las 19,55 y las 20,00 horas, es precisamente eso, que fueron minutos compartidos, simultáneos, globales. Cinco minutos justo un día antes de que el mundo conozca el contenido del último informe del Panel Internacional sobre Cambio Climático (IPCC), que se hará público hoy y del que deberán salir muy serias recomendaciones para la política medioambiental internacional de los próximos años.
Lo de menos es que instituciones concretas, altos cargos, partidos, ministerios, etcétera, se hayan querido sumar a la iniciativa. Lo de más es que esta acción materializa, quizá por vez primera, la preocupación hasta ahora dispersa que miles de ciudadanos -aunque es evidente que todavía no los suficientes- comparten sobre las tremendas consecuencias del calentamiento y del cambio climático. En ese sentido, esos cinco minutos sin luz pueden aportar una gran claridad y convertirse en un serio toque de atención tanto para los ciudadanos de a pie como para quienes tienen que tomar las decisiones políticas. No olvidemos, por ejemplo, que en la reciente encuesta del CIS sobre las principales preocupaciones de los españoles, las cuestiones medioambientales ocupaban el puesto diecisiete... en una lista de veintiuno. Puede que la visión de decenas de monumentos en penumbra, de cientos de edificios en la sombra y de miles de hogares inmersos en una momentánea oscuridad pueda hacer las veces de un toque de atención a escala planetaria y servir, quizá, como motor de arranque de una toma de conciencia necesaria para proteger la vida del ser humanoa y, quién sabe si llegará el caso, nuestra propia supervivencia como especie. Una toma de conciencia que siempre empieza, pero no termina de producirse.
El camino de esta iniciativa -a la que nadie se ha atrevido a decir «no» públicamente- ha sido, una vez más, de abajo arriba, y no al revés. Es decir, difundida por un grupo ecologista que se ha servido del poder -también global- de comunicación de internet para obtener un apoyo popular, primero, que se ha ido traduciendo en apoyos institucionales y políticos, después. No es la primera vez que esto sucede. Ni será la última. El apagón voluntario de cinco minutos, convocado a través de internet por un grupo ecologista y al que tantos se sumaron ayer, no va a cambiar la vida de nadie, ni va a solucionar problema alguno. Pero puede ser, eso sí, el comienzo de algo que termine por salvarnos a todos.

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