Cesar Alonso, ¡Que asco!

viernes 23 de febrero de 2007
¡Qué asco!
POR CÉSAR ALONSO DE LOS RÍOS
Ha muerto una soldado española en Afganistán. ¿Se atreverá alguien a preguntar por la reacción que habría tenido la oposición de izquierdas si esta desgracia hubiera sucedido con un gobierno de Aznar? Ahora las cosas son diferentes: nuestros soldados luchan por la «paz».
Un carguero holandés contamina las costas gallegas con gases provocados por fertilizantes en descomposición y el chapapote se repite en Algeciras. ¿Convocarán Suso de Toro y Manuel Rivas alguna manifestación de protesta?
Cuando la historia se repite en tiempos socialistas es pólvora quemada lo que termina por darles a estos salvoconductos para todo. Por ejemplo, un ministro de Justicia como es el caso de Fernández Bermejo puede deslegitimar a instituciones como el Consejo General del Poder Judicial que en boca de un popular habría sido la reacción propia de un facha. ¿Podemos imaginar el escándalo que habría provocado Michavila si hubiera hablado de «sus» jueces y de «sus» fiscales?
La razón es clara: los comportamientos de la izquierda están en los vientos del progreso y no tanto por los contenidos de aquellos sino por el protagonismo de esta.
¿Se imagina alguien qué habría sucedido en las calles, en los Parlamentos nacional y regionales, en los medios de comunicación, en los Colegios profesionales... si algunas fuerzas (las que fueren) hubieran provocado una masacre como la del 11-M con la intención de cambiar la voluntad del electorado a favor de la derecha?
De esta inmoral asimetría tenemos experiencias ya centenarias. Los malos de la película española han sido Cánovas, Maura y Gil Robles mientras se les pone a las calles y los colegios los nombres de Largo Caballero, Companys y Negrín. Hay chapapote que contamina y otro que da lustre.
Las guerras son esfuerzos por la paz cuando son apoyadas por González o Zapatero. Los asesinatos son ajusticiamientos cuando son perpetrados por la izquierda y todos sabemos que el calentamiento del planeta es cosa de las derechas. ¡Qué asco!