viernes, febrero 02, 2007

Carlos Luis Rodriguez, Extraños en la noche

sabado 3 de febrero de 2007
CARLOS LUIS RODRÍGUEZ
a bordo
Extraños en la noche
Según los datos de Fenosa, Galicia es una campeona del sentido común. Resulta que la compañía revisó los contadores en la hora fijada para el apagón ecológico, comprobando que la demanda había caído un escueto uno por ciento. Habrá gente que diga que a los gallegos les falta compromiso con el medioambiente, pero no es verdad.
De hecho, una de las canciones más populares del país requiere a una tal Marica para que apague el candil, aduciendo que tiene mucha luz. Es decir, que mucho antes de que el ecologismo gestual organizara este tipo de espectáculos, Galicia ya fomentaba el ahorro energético y luchaba contra el calentamiento global. Lo que ocurre es que somos una sociedad poco dada a este tipo de hipocresías, a esta clase de poses.
Muchos de los que apagaron la luz a la hora señalada no entienden muy bien la relación entre esa orquestada oscuridad y la lucha contra el cambio climático. Sin embargo se suman a la iniciativa porque temen quedar como brutos insolidarios. Existe una nueva urbanidad basada en este tipo de gestos que no resuelven nada, pero que ayudan a distinguir al supuesto comprometido del hipotético egoísta.
Por fortuna, esas nuevas reglas de etiqueta que estipulan quién es buen ciudadano, aquí tardan en cuajar. Unos dirán que se debe a nuestro retraso cultural, y otros, a que tenemos una cultura más elevada que nos impide ser gregarios. Más bien es lo segundo. No nos gusta actuar a toque de trompeta, por noble que sea el desfile.
El apagón del otro día es, además, incoherente con sus propósitos. Si de verdad creen sus patrocinadores que estar a oscuras ayuda a salvar el planeta, no debieran ser cinco minutos, sino varias horas. Un ayuno semanal de energía, una Cuaresma energética, un ramadán de penumbra, sería mucho más eficaz. El candil de Marica tampoco debiera ser descartado en la relación de alternativas al derroche de Occidente.
Esto sin olvidar que parte de la Galicia profunda ya practica el apagón, si bien de forma involuntaria y debido a las caídas de tensión en la red. Habrá que ponerlos como ejemplo de compromiso ambiental, y prohibirle a Fenosa que mejore el servicio. Pensándolo bien, y siguiendo las teorías en boga, cuantos más fallos se produzcan en el suministro, más posibilidades habrá de regenerar la atmósfera dañada.
Así que a la teoría de esas dos Galicias que se diferencian en desarrollo, renta, demografía, hay que añadirle el gap energético. La distancia entre las dos galleguidades se ha hecho tan grande, que unos pocos gallegos apagan la luz porque creen que se derrocha energía, y otros padecen apagones a causa de que la energía no es suficiente. Bastaría con que se intercambiaran para que todos estuvieran contentos, unos con la luz, y otros disfrutando de la penumbra.
No faltará quien piense que estamos frivolizando a cuenta de un tema muy serio. Frívolos son los que sustituyen las propuestas cabales por el espectáculo. Ya se sabe que no es el consumo doméstico de energía lo que provoca la crisis, y que en todo caso no se puede equiparar la responsabilidad de Galicia con la de otras áreas mucho más desarrolladas, pero algunos se empeñan en organizar este tipo de ceremonias.
Hay sin embargo un aspecto positivo en esos cinco minutos de oscuridad, que no se refiere a la energía eléctrica, sino a la gubernamental: todas las consellerías se apagaron en total armonía. Siendo extraños en la noche, socialistas y nacionalistas fueron por primera vez un Gobierno.

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