martes, febrero 20, 2007

Carlos Luis Rodriguez, Con cara de susto

miercoles 21 de febrero de 2007
CARLOS LUIS RODRÍGUEZ
a bordo
Con cara de susto
Si no fuera porque en su biografía figura Madrid como lugar de nacimiento, cualquiera podría sospechar que doña Pilar Tejo es oriunda de Turquía. Su protagonismo en las últimas horas de la crisis, y las declaraciones lejanas y esporádicas de su ministra, dan a entender que la directora de la Sociedad Estatal de Salvamento Marítimo ha sido elegida para ser cabeza de turco.
Si la odisea fertilizante del Ostedijk acaba en un susto, doña Pilar regresará al anonimato con una palmada de sus superiores; si se cumple una de las leyes de Murphy y lo que puede empeorar, empeora, será ella la encargada de recoger los platos rotos que deje el carguero holandés. Es lo que tienen estos cargos intermedios: poco lucimiento y alto riesgo. Son como los especialistas que doblan a las estrellas de cine en las secuencias más comprometidas.
A diferencia de otros países, aquí se ha optado por encomendar el tratamiento de estas situaciones a gabinetes en los que predomina el factor político. Esto no sólo afecta a las decisiones sino a la percepción que de ellas tiene la sociedad. Quienes están atentos a lo que ocurre con el buque, sólo tienen ante sí a políticos que han tenido que hacer un curso acelerado sobre el problema y transmiten lo mejor que pueden la evolución de los acontecimientos. Falta la autoridad de un técnico, de un profesional, capaz de transmitir la idea de que los pasos que se dan tienen una base profesional y técnica. Ocurrió con el Prestige y se repite con el Ostedijk.
A eso hay que añadirle además que, a medida que la crisis se complica, los políticos de alto rango dejan el protagonismo en manos de gente como Pilar Tejo. El presidente Touriño no fue pillado como don Manuel con la escopeta al hombro, pero ha optado por un prudente repliegue. Su relevo no es la ministra de Fomento, sino la directora de un organismo secundario que comparece con cara de susto.
Sólo la debilidad política de la persona encargada de llevar la batuta explica que se le pidan al armador planes sucesivos para resolver la papeleta, como si las autoridades españolas no tuvieran legitimidad suficiente para hacer lo que consideren oportuno con un buque que amenaza nuestras costas. No se trata de un cayuco indefenso, sino de un carguero que origina una crisis debido a sus propias deficiencias.
Es comprensible esa sensación de desamparo que refleja la directora de Sasemar. Tiene al propietario del Ostedijk por un lado, empujando el barco a puerto por un lógico interés comercial, y a los alcaldes de la zona por el otro, dispuestos a organizar una flotilla de interceptación. Mientras el armador prepara con sus asesores la batalla legal por la posible pérdida de la mercancía, los regidores saben que lo que ocurra con el barco será su tumba o su trampolín.
En fin, que la señora Tejo es víctima de un sistema que ni encomienda la responsabilidad superior de algo así a un técnico por encima de suspicacias partidarias, ni tampoco a un político relevante. Habrá técnicos desde luego en torno a la directora, cuya opinión tendrá que luchar en inferioridad de condiciones con las implicaciones políticas, y altos jerarcas por encima, que sólo aparecerán una vez deshecho el embrollo.
Por eso dejan que doña Pilar salga tanto en la tele y las fotos. No es gloria lo que le regalan, ni posibilidades de promoción, ni una oportunidad para demostrar su valía. Simplemente han colocado sobre su dirección una diana, por si acaso. Si fracasa, pasará a formar parte del monumento que recuerda al cargo desconocido.

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