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Obama, en la hora de los hechos
Martes, 20-01-09
QUIZÁ sea cierto que el grado de entusiasmo suscitado por la toma de posesión hoy como presidente de los Estados Unidos de América de Barack H. Obama no se haya dado desde que llegase al cargo John F. Kennedy en 1961. Y ello, con el matiz de que Kennedy asumió el cargo tras una victoria por la mínima frente al vicepresidente saliente, Richard M. Nixon, mientras que el triunfo de Obama sobre el senador John McCain fue, cuando menos, amplio. El entusiasmo desatado por la jura de hoy ha sido casi unánime. Baste decir que las pocas voces disonantes que se han escuchado, como la del presidente venezolano Hugo Chávez, han contribuido con sus críticas a priori a reforzar la figura de Obama. Desde su victoria el pasado 4 de noviembre, el presidente electo Obama ha dado múltiples muestras de pragmatismo que le han alejado del sectarismo que buena parte de su base electoral esperaba encontrar en él. Demuestra con ello sagacidad política pues es desde lo alto de la ola de popularidad sobre la que hoy se desliza cuando se pueden dar bruscos giros que no sean vistos como traiciones, sino como virtuosos requiebros que permiten adaptarse mejor a la fuerza que debe impulsar a alguien hasta el destino que quiere alcanzar.
Barack Obama llega a la Casa Blanca tras ocho años de una Presidencia que ha generado una enorme contestación a los Estados Unidos. Hoy no parece oportuno hacer un juicio pormenorizado sobre la gestión de George Bush -y a nadie debería extrañar que con unos pocos años de perspectiva la visión de su balance sea notablemente diferente-, pero esa impopularidad de la Administración saliente puede y debe ser aprovechada con inteligencia por Barack Obama para reubicar a su gran república en el escenario internacional. La nueva secretaria de Estado, Hillary Clinton, ha destacado -con razón- que es la hora de recuperar las alianzas y los amigos de Estados Unidos en el mundo. No es un reto menor. La impopularidad de la Administración Bush se cultivó sobre tierra muy fértil. Y por ello no será fácil para Obama y su equipo reabrir unas puertas que llevaban décadas cerrándose.
Mas a corto plazo, la prioridad de la nueva Administración sin duda es la economía. Obama ya ha anunciado una política de mayor regulación bancaria y mayor gasto público para contrarrestar la contracción de la economía en otros frentes. El éxito de esta fórmula está por determinarse, pero la amenaza que conlleva es ceder a la tentación de no hacer los recortes de otras áreas de la Administración de escasa eficacia y sobredimensión. En un tiempo en que se están invirtiendo cientos de miles de millones de dólares en bonos contaminados, y si no se recorta gasto de algún sitio, la perspectiva de futuro para Obama y para todo el mundo nos sitúa al borde del precipicio. Afortunadamente, el nuevo presidente ha hecho ya numerosas declaraciones que permiten afirmar que es muy consciente de los problemas que afronta.
Es evidente que la situación de Obama no es envidiable. Ha llegado a la cima. Pero lo ha hecho en un momento de pésimas perspectivas y de un desánimo global. Además, ha generado unas expectativas absolutamente desproporcionadas porque se trata de ilusiones que serán de imposible cumplimiento en muy amplia medida. Eso podría llevar a completar la analogía con John Kennedy. Los estudios más serios de su Presidencia la valoran de forma muy discreta. Estuvo lejos de colmar las expectativas que generó. Sólo lo salva la ilusión colectiva que generó y la muerte que tuvo. Ojalá el sueño de Camelot que hoy quiere volver a encarnar Obama se traduzca en concretar las esperanzas puestas en él en logros para todos los norteamericanos. Éxitos que habrán de servirnos a todos desde unos Estados Unidos fuertes y garantes de la democracia y las libertades, principios ambos que la gran nación norteamericana propaga por el mundo, sin cesar, desde su fundación.
http://www.abc.es/20090120/opinion-confidencial/obama-hora-hechos-20090120.html
lunes, enero 19, 2009
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