lunes 26 de enero de 2009
La Obamanía que vive el mundo
Félix Arbolí
L A Obamanía se ha convertido en una especie de movimiento o ilusión generalizada que sacude a todo el mundo. Hasta los países enemigos de USA han recibido la llegada de este nuevo presidente, como si se tratara de un nuevo “Mesías” o un Mago Merlín de nuestros tiempos que con su varita mágica terminará con todos nuestros problemas. Todos intentan demostrar que era su candidato soñado y deseado. Y yo también, caí en esa hipnosis colectiva. Tanto Zapatero como Rajoy, se frotan las manos satisfechos pensando que con la llegada de este nuevo inquilino a la Casa Blanca su formación política va a resultar favorecida. Deben conocer muy poco a los políticos norteamericanos o intentan engañarse ellos mismos. América, ya lo dijo Monroy, es para los americanos y ellos son sus propios y únicos amigos. A lo más que se puede pretender es a considerarse aliado y hasta fumarse un puro con los pies sobre la mesa en amistosa compañía, mientras le podamos interesar para algo.
Ya Ismael Medina, mi admirado compañero y amigo, dejó bien clara ayer la equivocada postura de los que hoy saludan con palmas, globos y todo tipo de parafernalias, a ese pequeño gran hombre,-.según le definen algunos-, al centro de la política mundial. Los más realistas echan un jarro de agua fría a los exaltados, al indicarles que todo continuará igual, salvo pequeños matices, porque la hegemonía y preeminencia de los Estados Unidos en el orden internacional será siempre el punto de mira y la batalla continua de los políticos norteamericanos, sin reparar en medios, métodos y circunstancias. Es muy bonito y aleccionador hablarle a la multitud de paz, de concordia, de justicia y de principios y valores éticos, religiosos y políticos, como consigna de su paso por el poder. Es fascinante para la plebe, ponerse a su altura y querer hacerle entender que es uno de ellos, que su origen fue duro y sacrificado, que su meta resultaba inalcanzable, - que pudo ser verdad, dadas sus especiales características en un país donde aún subsisten brotes racistas-, y que no defraudará la lealtad e ilusión de los que le han elegido y de los que más duro tienen su vivir Esas consignas, escritas por un experto en la sombra de 27 años, que él solo tuvo que mentalizar, son muy bonitas y eficaces para convencer, pero muy difíciles de mantener cuando se está al mando de una nave que está sometida e influenciada por muy distintas y activas marejadas, sin omitir, por supuesto, al implacable y dominante “lobby” judío que acapara la banca mundial y la política internacional y al secreto “Club Bilderberg”, al que pertenece Michelle, la esposa de Obama y otros muy destacados políticos, financieros y hasta reyes, incluido algunos muy conocidos españolas y españoles.
Los americanos con ese aire que le han asignado de paletos adinerados y medianamente cultivados, han demostrado a lo largo de su historia y seguirán haciéndolo en el futuro, el sentimiento unánime de que forman una nación homogénea y firme, sin fisuras, con una lengua común en todos sus Estados, a pesar de la independencia que éstos puedan tener en algunas de sus funciones nada ofensivas ni perjudiciales, por supuesto, a la unidad nacional. Entre sus máximos valores, indiscutibles e irrenunciables, ocupa el lugar más destacado su Himno y su Bandera. Ésta es la única que ondea en todos los edificios y entidades oficiales y privadas y en muchas casas particulares de la nación, porque amar y honrar a su bandera es para ello un orgullo y casi una necesidad. No como otros países de reconocida historia y civilización, donde se la quema, no se quiere colocar en edificios oficiales y públicos y se la reemplaza sin el menor miramiento por pendones y banderas originadas por la lucidez casual de un iluminado o su pertenencia a una época muy pretérita.
La bandera de las Barras y Estrellas por la que blancos, negros, mestizos, chinos, indios y todo ese conglomerado de razas y países que forman la población norteamericana está dispuesto a morir por defenderla, es un símbolo tan sagrado o más que la propia Biblia, sobre la que juran su mandato los nuevos presidentes. El que crea que con Obama le van a ir las cosas diferentes, si tiene sobre sí la menor sospecha de antiamericanismo o no ha respetado a su Bandera, está muy equivocado. Podrá parecer que las ofensas han ido a parar al cesto del olvido y disimular su distanciamiento por imperativos de la diplomacia que ha de tener muy en cuenta en sus primeros años de gobierno, pero a la hora de la realidad, en los momentos claves de su política, cuando ha de descubrir sus preferencias, esos errores de político poco responsable y excesivamente exaltado, cobrarán el relieve debido y marcarán las pautas a seguir por el que ostenta el más alto cargo en la nación cuya bandera fue ofendida. Porque el insulto no se lo hizo a Bush, sino a todo el pueblo americano representado en esa Bandera.
Lo más probable es que si alguna vez Zapatero asiste a una entrevista en la Casa Blanca, le quiten todas las sillas vacías de su entorno, para evitar que las pueda utilizar si como es presumible se encuentra ante la Bandera de sus pesadillas. Y eso no hay Obama, ni ningún presidente que se lo pueda pasar por alto, ya que insisto, no ofendía a Bush, sino a todo el pueblo americano. Así que se deje él y Moratinos de lanzar las campanas al aire pregonando el “Hosanna”, como si se tratara de la llegada de un nuevo Mesías que le va a liberar de todas sus dificultades y desplantes sufridos. No deben confundir los saludos y contactos de cortesía diplomática, con demostraciones efusivas de amistad y compenetración. Me figuro que él ya lo sabe, aunque de cara a la galería lo explote de distinta manera.
Obama podrá ser bueno, regular o mal presidente norteamericano, aún es pronto para catalogarlo y comentarlo. Dejemos que el tiempo lo decida. De todas formas, la Obamanía imperante no tiene a mi juicio razón de ser, una vez consumada la elección, ya que una cosa es prometer y otra muy distinta hacer realidad nuestras promesas. El mundo ha respirado de manera generalizada, porque el anterior inquilino de la Casa Blanca era un dechado de despotismo, imperfecciones y meteduras de pata. Un belicista a ultranza que se acostaba pensando en misiles y se despertaba haciéndolos estallar en cualquier confín del mundo donde pudieran experimentarse nuevas tácticas y más sofisticados armamentos. Por sus desafortunadas decisiones y aventuras el mundo se ha convertido en un polvorín de imprevisibles consecuencias y ha logrado hacer irreconciliables enemigos a pueblos que hasta su mandato eran vecinos aceptables y hasta amistosos en muchos casos. Ha conseguido que la paz sea hoy una entelequia y que las creencias se hayan transformado en barreras de odios y sufrimientos irremediables. Un político nefasto no solo para la historia de su país, sino para esa Humanidad que ha sufrido sus cruentos zarpazos y hostigamientos, en gran medida y con escasas excepciones. No me extraña el abucheo que le dispensaron en su despedida, cuando ya se había convertido en “ex”, un ciudadano algo más distinguido que el resto. Y no será el único presidente que pasará a la historia de su país con tan nefasta descalificación.
Con el “pequeño gran hombre” instalado en el famoso despacho oval, Israel continuará en guerra con los de la Media Luna; Irán seguirá incordiando; Cuba continuará con su alejamiento diplomático y político que no geográfico; Guantánamo aún tardará años en desaparecer a pesar de su ignominia; el dólar continuará marcando el valor de todo lo que se mueva por ahí, a pesar de la mayor o menor fortaleza del euro y los misiles americanos continuarán su recorrido de muerte y destrucción en las múltiples guerras que hay y se originen en los distintos puntos del planeta. Nada nuevo bajo el sol, aunque el actual presidente esté algo más tostado y no tenga la cara de cretino que el anterior, que Dios guarde bajo el candado de su sabiduría.
Dejen por ahora de repicar y esperemos con cautela, que no quiere decir sin esperanzas, a que todo vaya a mejor y el mundo pueda recobrar algo de serenidad que buena falta le hace. Pero no crean que a partir de ahora se van a atar los perros con longanizas, entre otras cosas porque no están los tiempos para utilizar ese embutido en tan superfluas operaciones.
http://www.vistazoalaprensa.com/contraportada.asp?Id=1901
lunes, enero 26, 2009
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