jueves 22 de enero de 2009
La ‘deconstrucción’ de España
Alfredo Amestoy
S OSPECHA confirmada: la famosa “transición” no ha terminado. Aún persiste la duda metódica: ruptura o reforma. Romper o no romper España. Como ya no puede ser roja,- “antes roja que rota”…- sólo queda romperla. ¿Cómo romperla? ¿Con un hacha de aizcolari vasco o con una hoz de segador catalán? De ninguna de estas maneras. Sería muy laborioso, basto y cruel. Recordaría una carnicería.
¿Entonces…? Entonces hay que pensar en otro procedimiento. Porque tampoco se trata de “destruir” España como pretendió Ortega con su “Delenda est Monarchia”. El actual “Delenda est Hispania” más que una destrucción, de acuerdo con Derrida y con la moda imperante hasta en la gastronomía, debe ser – quiere ser – una “deconstrucción”.
Ramón Tamames ha llamado “demolición” a lo que va a perpetrar Rodríguez Zapatero empujado por los nacionalistas. Pero Tamames, que tanto sabe de estructuras económicas, no es “estructuralista”, estudioso y gran conocedor de la obra de Levi Strauss como es el caso de Miguel Herrero de Miñón., uno de ponentes de la Constitución.
Herrero de Miñón sabe de gastronomía lo que no está escrito. Por eso el fue el primero en escribir sobre el estructuralismo en cocina. Por ejemplo, el proceso que había generado una sucesión de platos en nuestro país: un sencillo asado de carne (primer grado), se transforma en jigote (segundo grado) y el jigote sirve para hacer una pebrada o un estofado. O a la inversa: de un plato complicado derivar otro u otros más simples. Por ejemplo, la conversión de la alambicada olla, en salpicón, como el que cenaba el hidalgo manchego.
Otra es la”deconstrucción” preconizada por Ferrán Adriá que ha encontrado en la tortilla de patata “deconstruída” su gran paradigma. La patata, el huevo y la cebolla servidos en una copa en diferentes niveles- juntos, pero no revueltos- serían el corolario de la deconstrucción que mientras sea palabro no reconocido por la RAE debería llamarse “decomposición”, término castellano que puede expresar muy bien ese objetivo de descomponer lo que puede estar mal compuesto.
En efecto, sean las palabras de un texto, o las notas musicales de una partitura, si no satisfacen en su estructura, siempre son susceptibles de ser “decompuestas” y en manos mejores volver a ser compuestas de manera magistral.
Se trataría no precisamente de reconstruir sino de crean un orden nuevo, reordenar. Y aquí creo haber llegado a lo que está inventado hace tiempo, tiene nombre propio y se hace cuando políticamente se quiere resolver el espacio que ocupa una sociedad humana, los pobladores de un país, o la ciudadanía que es como se dice ahora…Se llama “ordenación del territorio”.
ESPAÑA, ¿QUIERE ESTAR VERTEBRADA?
“ESPAÑA está invertebrada, el vertebrador que la vertebre buen vertebrador será”. Ortega y Gasset pretendió hacerlo a través de muchos ensayos y artículos. Hoy volvería a intentarlo porque, si no las formulaciones, sí el contexto y la oportunidad siguen siendo muy semejantes al momento que vivía nuestro país en l928. Intuía Ortega, a quien por culpa del “Delenda” vamos a utilizarle como guía- ¿quién mejor?- que el mundo y España se estaban haciendo más pequeños. Era un atisbo de globalización sin que todavía se mencionara, como hizo Mc Luhan, “la aldea”.
No contra la aldea pero Ortega la emprende contra los entes locales y sugiere la “reorganizacion de España” a base de “mudarse de arriba abajo, dislocando, alterando, su viejo cuerpo “para articularse según otra alternativa”. Tras confesar que el dictador, Primo de Rivera, tuvo en el bolsillo un proyecto suyo, revela su nombre “La gran comarca”. En el fondo se trata de un anticipo de la España de las autonomias, pero persigue el hallazgo de un espacio que liquide la provincia, supere a las instituciones locales y favorezca la creación de un nuevo Estado. Ese es el objetivo último, porque Ortega tiene “la impresión de no haber jamás existido un Estado que como tal Estado funcionase bien”. Para que esto fuera posible, Ortega recomendó una receta que el hijo del Dictador haría suya bien pronto: la necesidad de “un sugestivo proyecto de vida en común”.
Al estatuto regional llamó “comarcano” y afirmó que “la unidad política local es la gran comarca”. La comarca se dividiría en circunscripciones. Desaparecería por completo el pequeño distrito rural, el liliputiense político de la vieja Constitución y de la provincia provinciana se borraría, si fuera posible, hasta el recuerdo.
¿Cuál es su “tesis”, su “argumentario”, como dicen los cursis? Vamos a reproducir íntegramente sus palabras porque creemos que contienen la clave de la preocupación del filósofo en torno a esta cuestión:
“El Ayuntamiento corta la estructura objetiva por una línea arbitraria, secciona con el perímetro caprichoso de su jurisdicción la verdadera realidad; la descuartiza y se queda con un pedazo cualquiera. Esto es la abstracción: arrancar a lo real un trozo y ponerlo aparte con la pretensión de que viva como si fuera un todo íntegro. La organización actual de España en Municipios aislados equivale a una permanente dislocación de la vida local. Tal y como hoy existe es el Ayuntamiento un “disyuntamiento”, un principio de dislocación que impide a la existencia local estructurarse en verdaderas unidades orgánicas”.
Otra insinuación es la que contiene este último calificativo para volver a recordar de qué ovillo salieron algunos hilos con que se tejería el Régimen de Franco.
NI EL AYUNTAMIENTO… NI LA PROVINCIA.
TODO parecería un libelo contra la provincia porque la acusación más suave que dedica al invento administrativo de los romanos es, por ejemplo: La provincia no es ni siquiera una dislocación; “es simplemente torpe tatuaje con que se ha maculado la piel de la Península”.
Los huesos del granadino Javier de Burgos, no gaditano como quiere su pretendido “pariente”, el irrepetible Antonio Burgos, se agitarán en su tumba al escuchar este com entario sobre la que fue su gran aportación: el mapa de las cincuenta provincias que ha estado en las aulas escolares casi siglo y medio.
El histórico mapa del territorio español, como el planisferio que crearon los ingleses con Londres en el centro del mundo, ya son papel, o hule, mojado. Y la esfera, según Nicholas Negroponte, la gran metáfora de la nación – Estado, es una bola de naftalina que se evapora mientras un ciber-Estado global se prepara para dominar el éter político. Sin duda el papel de la nación -Estado cambiará radicalmente y no habrá más lugar para el nacionalismo que para la viruela”.
El laureado profesor del MIT, creador del Media Laboratory, institución de pensamiento intelectual y tecnológico para crear “un futuro más feliz”, no acertó en su pronóstico de hace veinte años. Se exhuman antiguos o emergen nuevos nacionalismos con más virulencia si cabe.
Teóricamente, el diagnóstico de Negroponte era cabal. Decía, hace veinte años, que las naciones tienen un tamaño equivocado. Que no son ni lo bastante pequeñas para ser locales ni lo suficientemente grandes para ser globales.
Ortega le interrumpiría para recordarle que “una de las averiguaciones más añejas de la ciencia occidental – allá, en Grecia hacia el siglo IV antes de Cristo – es que no existen tamaños absolutos. Así, en seco, nada es grande; nada es pequeño. Lo ingente y lo pequeño son calificaciones relativas. Depende de la unidad de medida que apliquemos.”
Pero el profesor de arquitectura del Massachussets Institute of Technology le contestaría:
“Ríos, océanos o simples murallas de piedra formaban las fronteras. Podías pasar por la frontera o ser derribado por un avión por hacerlo incorrectamente”.
A propósito de aviones o fronteras y , sobre todo, del tamaño de los países, viene a cuento lo que comentó don Pío Baroja, allá por entreguerras, refiriéndose al separatismo vascongado: “ Cómo puede querer ser independiente un territorio tan pequeño que un aeroplano es capaz de atravesar en veinte minutos”. Aquellos veinte minutos se han convertido en poco más de dos, que es el tiempo que invirtió el año pasado el avión en que viajaba en cubrir la distancia de Ordunte a Aralar.
De acuerdo pues, con Negroponte. Más aún, cuando insiste en que “toda nuestra historia está asociada al espacio y al lugar, a la geometría y a la geografía. Mientras los conflictos surgen por razones religiosas, económicas y otros motivos no físicos, la región de combate es definitivamente física. Los grandes ganadores terminan siempre formando imperios (temporalmente) Los perdedores pueden desaparecer. La nación-Estado es un trofeo muy físico. La ley nacional no tiene lugar en la “ciberley”. ¿Dónde está el “ciberespacio”? Si no le gustan las leyes bancarias de Estados Unidos, conecte su máquina con las de los Caimanes. Que no le gustan las leyes de copyright de Estados Unidos…conecte su máquina con China. La “ciberley” es una ley mundial que no va a ser fácil controlar.
LA GRAN “NET” Y LA METÁFORA DE LA GRANADA
Los dos postulados a considerar serían: primero, el hallazgo de otros entes capaces de sustituir, como quería Ortega, no sólo al Ayuntamiento y a la Provincia sino también a la Región y a la actual Autonomía, en aras de una renovación del Estado; y, segundo, la nueva configuración del Estado, hoy posible y, quizás, recomendable, gracias a los nuevos “ciberespacios”, creados por las nuevas redes informáticas que han cambiado todos los parámetros en la comunicación y el conocimiento.
La existencia de esta red invisible que va más lejos de la famosa “Internet”, trae a mi memoria un símil que utilicé en un programa de televisión emitido en los últimos días de noviembre de l978, en las vísperas del referéndum del la Constitución. En presencia de varios ponentes, como Fraga , Solé Tura, Cisneros, y representante de los partidos, aún en la oposición como Solana o Guerra, o en el poder, como el granadino Jiménez Blanco. Menciono su origen porque a la Granada que figura en nuestro escudo me referí, poniéndola como ejemplo de lo que quería explicar en la introducción del programa.
Recuerdo que aparecí con una hermosa granada en la mano; pedí un cuchillo, la partí en dos para mostrar a la cámara la imagen que ofrece el interior de esta fruta. Más o menos dije que España era como la granada, dura por fuera, agridulce pero sabrosa por dentro. Estaba claro que los granos de la granada, éramos todos nosotros, diferentes regiones, pueblos, gentes, partidos, clases sociales, generaciones….que convivíamos, que vivíamos juntos. Pues bien, para que estuviésemos juntos (pero no revueltos) íbamos a aprobar una Constitución a la que correspondería la función que esa membrana, esa telilla amarilla, llamada tastana, tiene en la granada, envolver, separando y uniendo a la vez todos los granos que la integran.
La metáfora fue bien vista, incluso celebrada, lo que no era fácil entonces, por tirios y troyanos. Hoy, se me antoja un poco ingenua aunque válida como ejemplo, símbolo o fábula moral. Pero, como en las fábulas de Samaniego, la gente aprende el cuento pero se olvida de la moraleja.
La tastana, en símil actualizado, sería hoy la redecilla que podía y debía envolver a todos los lugares y personas que integramos España.
A pesar de su vigencia, quede simple constancia de la metáfora sólo a título de entrañable anécdota, porque hace treinta años, para referirnos a aquel momento, el Estado no encontró mejor cosa para ordenar territorio en nuestro desván nacional, lleno de cachivaches,- que las autonomías, un auténtico “pandemonium”. No en balde allí estaban todos los “demonios familiares”…
Pero, treinta años después, podríamos y deberíamos inventar algo nuevo. No siempre van a inventar “ellos”.
LA CUADRATURA DEL CÍRCULO
ESTA no es una casa donde vive una familia endemoniada. Aunque- y en esta materia es un experto Bernardo Achaga - es un paraíso perdido donde, tras el pecado de sus padres, habitan Caín y Abel. Mejor dicho, vive “Abel en tierra de Caín”. Así lo resumió en el título de su ensayo, Premio Nacional de Literatura de l968, José María Fontana Tarrats, el catalán más- visceral e intelectualmente- español que yo he conocido. Puede confirmar este extremo el profesor José Luis Orella que ha estudiado la figura de este falangista de Reus que hizo la guerra al mando de camaradas catalanes que, por cierto, Hedilla vio con simpatía que hablaran y cantaran o rezaran, en catalán. Y así lo hicieron durante toda la contienda.
Pues este admirable personaje que tuve ocasión de tratar, si en “Abel en tierra de Caín” analiza nuestra cosmogonía española fruto de nuestra gea y nuestra etnia, en un ensayo anterior, de l957, se plantea la “Cosmología de España”. Anticipa Fontana en su “cosmovisión”, que ya ha cumplido medio siglo, que “sería una equivocación plantear España como una uniformidad; no habría que vigilar a las regiones sino que habría que armonizarlas, aceptando sus ricas peculiaridades porque el control de su particularidad llevaría a un refuerzo de su identidad pero en el sentido contrario al de la unidad identitaria de España”.
Parece que esto es lo que ha ocurrido y se va a potenciar con el Estatuto Catalán en ciernes y con el Plan Ibarreche. Porque la centrifugación es el proceso imparable que afecta a la España de las autonomías. ¿Ha sido la obsesión por el círculo concéntrico, sostenido y alimentado por la radialidad con que Madrid resolvió su centrismo, la que ha propiciado esta situación?
La curva, ya lo decía Oteiza y le daba la razón Fullaondo, marca a los vascos, como a los chinos. Lo de los chinos lo digo yo. El único templo redondo en Pekín es el templo del cielo. Su correlato vasco es el huevo de Oteiza. Y, en Bilbao, las dos plazas más importantes son la Plaza Circular y la Plaza Elíptica. Aunque la plaza circular por excelencia es la plaza de toros, donde España celebra su “fiesta nacional”. El español, que nunca ha buscado la piedra filosofal, tampoco pierde el tiempo con lo de la cuadratura del círculo. Las perversidades del dos-pi-erre y del pi-erre-dos, son patentes en urbanismo y no hace mucho el arquitecto Miguel de Oriol e Ibarra, igual que podía haberlo hecho con la periferia costera de la península Ibérica arremete contra la ciudad circular:
“…la ciudad circular, disparatadamente compacta; el desaforado crecimiento de su diámetro que causa el colapso de su corazón central alejado de su fuente de oxígeno, la naturaleza…”
El tejido urbano al que Oriol hace referencia es reflejo del otro tejido nacional que quizás debe ser “reconstruido” para tratar de reordenar el territorio y componer otro Estado. Como el espectacular estadio “Nido” de los Juegos Olimpicos chinos, ha sido la nueva versión del Templo del Cielo de Pekín, así nosotros tendríamos que hacer un nuevo Estado de las autonomías. Creo que podemos encontrar los mimbres para hacer ese cesto.
¿UNA ESPAÑA VIRTUAL? ¿POR QUÉ NO?
LOS últimos Juegos Olímpicos y, por ejemplo, sus cuatro mil millones de espectadores a través de la televisión, confirman la realidad del imperio de lo global, lo planetario o la cosmovisión propia del ciber-espacio. El “cosmoismo” del arquitecto urbanista Antonio Lamela, enunciado en los años sesenta, poco después de la “cosmología” de Fontana, era un ámbito cierto y mensurable. Pero entonces, y aún hoy, ese concepto es una realidad, pero una realidad virtual. El continente del ciber-espacio es real pero el contenido, como la propia red, es “etéreo”; real (todo lo real que pueden ser la información o el conocimiento), pero intangible.
Asumamos la virtualidad como una realidad no orgánica pero si funcional. Y utilicémosla para la nueva vertebración, no sé si del mundo, pero al menos de España. Desde nuestra perspectiva, lo mundial, lo universal es nuestro referente y nuestro destino, pero antes España debe ser una Unidad.(1) Con ese requisito cumplido se realizará mejor nuestra integración en el ciber- espacio que no deja de ser la cosmogonía de la postmodernidad laicista del siglo XXI.
La vertebración que de España nos legaron los Reyes Católicos fue el resultado de ochocientos años de geopolítica nacida de accidentes geográficos y de la Reconquista, acompasada y condicionada a la orografía y la hidrografía. Una herencia, en apariencia tan lejana, está a veces tan presente que en Andalucía se establece el abolengo distinguiendo si una familia data o no de “la conquista”; porque, curiosamente, ellos jamás hablan de “la reconquista”.
La vertebración de Javier de Burgos, fue “napoleónica” y propia de un poeta- buen traductor de Horacio y Virgilio-, pero que viajaba más por los versos que por las márgenes de nuestros ríos y los caminos de herradura. Olavide (y Olaguibel) lo hubieran hecho mejor. Aunque nadie habría superado a Zenon Somodevilla en el trabajo de diseñar el territorio nacional para acoger un Estado moderno. El Marqués de la Ensenada, como Ministro de Hacienda, de la Guerra, de la Marina y de las Indias es quizás el único político español que ha tenido en su cabeza la relación del mundo con España y de España con el mundo. Conocía los rumbos de todos los barcos de nuestra flota por la mar oceána y las rutas de los arrieros, maragatos o no, a través de nuestras sierras.
Pero ya aquella España carpetovetónica, con Peñalara como epicentro telúrico, ya no nos vale. Tampoco la radial, con su eje en el Cerro de los Ángeles…Las vértebras se unen entre sí por articulaciones intrínsecas; pero, no olvidemos, que, además, la columna se relaciona con la cabeza, costillas y coxales por otras articulaciones extrínsecas, y extrínseco, por definición, es también aquello que no tiene un valor real sino convencional. A esta convención, que tiene mucho de virtual, apelamos cuando pedimos se intente una vertebración configurada según a nuevos esquemas liberados del “imaginario” español (o vasco o catalán) y que responde a cómo nos hemos imaginado que somos, una visión de nosotros mismos, dibujada a partir de un conjunto de circunstancias, que ha conformado nuestra autoidentificación y que, por ejemplo, según Mitxel de Unzueta, ha jugado- en su día; ya no - un papel medular en la cohesión de los vascos.
DIGRESIÓN EN TORNO AL DICHOSO PROBLEMA VASCO
“COHESIÓN” puede ser el concepto que nos lleve más lejos y más arriba; o más abajo si es que queremos ahondar en esta cuestión. Para Unzueta el desencuentro entre los propios vascos se debería a la pérdida de arraigo como colectivo, como pueblo.
El arraigo sería la clave en el éxito de cualquier integración y la solución para todas las cohesiones. La prueba es que, en aras de una Europa cohesionada, Simone Weil insistió en que “el arraigo es tal vez la más desconocida necesidad del alma humana. Es de la más difíciles de definir. Un ser humano tiene una raíz por su participación real, efectiva, natural en la existencia de una colectividad, que conserva vivos ciertos tesoros del pasado y ciertos presentimientos del porvenir. Participación natural, es decir producida automáticamente por el lugar de nacimiento, la profesión, el contorno”.
Esto suena a “familia, municipio y sindicato”, pero sigamos con el arraigo y la cohesión del pueblo vasco. Y a ver si resolvemos este dichoso problema que lleva casi dos siglos turbando, primero a los vascos, a quienes la política distrae tanto que sus épocas de mayor prosperidad han coincidido con momentos en los que no se miraron el ombligo y dejaron de preguntarse lo “de donde venimos y a dónde vamos” y se preocuparon más por saber “quién paga el viaje”. Después, perturbando también a muchos españoles que para dar la independencia de Euskadi empiezan a tener tantos motivos como algunos maridos para conceder el divorcio a esa mujer de la que están enamorados pero a la que ya no hay quien le aguante y entran ganas de mandarle a la casa de su madre.
Porque… ¿Qué quieren los vascos?
A esta pregunta intentó dar respuesta Ignacio Villota en una “Pastoral obrera” de enero de 2.000. Con ese título y el subtítulo “Razones de los nacionalistas”: “Se están confundiendo sistemáticamente conceptos. Una cosa es “la sociedad vasca” y otra “el pueblo vasco. Gran parte de la población de la margen izquierda de la Ría de Bilbao es tan vasca como la de Ondarroa. No hay duda. Sin embargo, su “sentirse vasca” no lleva aparejadas exigencias en orden a la construcción nacional.
Los mismos conceptos de pueblo o nación contienen connotaciones etno-linguísticas que no son aplicables a otros vascos, sean alaveses o sean de Santurce. Se han barajado conceptos como la “autodeterminación”, el “soberanismo”, la “territorialidad”. Todo ello, y lo que vaya surgiendo, habrá que analizarlos desde el realismo y desde el posibilismo.
Por ejemplo, y en orden a la autodeterminación, es un derecho discutido. ¿Quién es el sujeto? ¿Se trata de un derecho colectivo o individual. ¿Se puede decir que es un derecho ejercido colectivamente? Si Euskadi tiene derecho a la autodeterminación política, y Euskadi es una unidad intangible, ¿Alava, por ejemplo, tendría derecho a ejercer tal derecho de autoderminación en relación a la misma Euskadi? Es de suponer que cuando se habla de territorialidad, en el caso de Navarra o Zuberoa, por ejemplo, se contará con el parecer de navarros y suletinos…”
Más que largo, grande se lo fía Ignacio Villota. Limitándonos a las tres provincias vascas y por continuar con su “hipótesis de trabajo”, el territorio es divisible. Sea pues Guipúzcoa solar de los vascos más genuinos… Porque no todos los vascos son” igual de vascos”. Un inmigrante nigeriano llegado a Bilbao en 2.0004, aunque tenga todos los pepeles, no puede ser tan vasco como un burgalés llegado a Zumárraga a principios del siglo XX.
Y si se admite un territorio “divisible” y “jerarquizado”, ¿habría que admitir también, al margen del “jus soli”o del “jus sanguinis”, que el territorio precede a la población y podría “reordenarse” para unos nuevos asentamientos… sin pudores, ni temores?
Respondamos a Unzueta sobre la importancia que concede al arraigo. Los vascos se han desarraigado en su temprana e incesante emigración. Y los inmigrantes que llegaron a Euskadi, el noventa por ciento en el siglo XX, se desarraigaron también de sus pueblos.
A FALTA DE COHESIÓN… ADHESIÓN
Y si existe desarraigo en el País Vasco, donde el arraigo se plantea como consustancial con la identidad, ¿qué decir del resto de Estado donde los dos millones de extranjeros residentes , en su mayoría jubilados, y los cuatro millones de inmigrantes, llegados en los últimos diez años, no han mostrado demasiado interés, no ya por arraigarse, ni siquiera por integrarse?
La existencia de un colosal “lobby” ecuatoriano, rumano y una población, dispersa pero compenetrada, de un millón de marroquíes, más otros tantos ingleses y alemanes, también dispersos , repartidos en la costa peninsular e insular, confirma ese reparto de comunidades y colectivos que no están concentradas en un lugar del territorio y para quienes el vínculo no es el suelo.
El asentamiento va a ser también virtual. O sea que el paisaje y el paisanaje pueden ser sustituidos por otros intereses comunes y afinidades en donde apenas cuenta el origen, el idioma o la religión. Los integrantes de un equipo de fútbol, donde todos defienden los mismos colores, pueden tener hoy toda clase de procedencias y suscitar más adhesiones que los representantes de la propia raza como eran y, aún pretenden ser, los jugadores del Athletic de Bilbao. El ejemplo sería la Real Sociedad que, siendo Guipúzcoa más euskaldún que Vizcaya, desestima la nacionalidad de sus futbolistas.
El número de simpatizantes del Real Madrid que viven fuera de Madrid superan a los de la capital y son “madridistas” y también un poco “madrileños”. Los vascos que residen en la costa del sol y en la costa blanca podrían tener una emisora de radio común, como la tienen los ingleses del Mediterráneo. La relación entre los colombófilos de cualquier lugar de nuestra geografía es más estrecha que la que hay entre los vecinos de una calle. Por no hablar de la que hubo entre radioaficionados y ahora entre internautas. Hoy, dentro de cada país, hay colectivos muy cohesionados a pesar de no vivir en la proximidad. Se comprueba en los conciertos de rock de un cantante, en los congresos de los evangelistas o de los testigos de Jehová o en los jubileos de los gays.
Teóricamente, a la búsqueda de una ordenación del territorio más racional y puesta al día, lo lógico sería, si de homosexuales hablamos, hacer como en Norteamérica: propiciar su acomodo en una determinada provincia tal y como ha ocurrido en California donde los gays tienen ya sus autoridades locales y sus ordenanzas a la medida de sus necesidades y de sus caprichos. Su mayoría, de hasta el noventa por ciento, lo permite; como el número de residentes de la tercera edad en Benidorm y otros municipios de España permitiría su “hermanamiento” y la dotación de una legislación común, aunque esos lugares estuviesen en diferentes regiones. Mucho más sencillo sería reunir a todos los testigos de Jehová en una sola demarcación…En teoría. Porque en la práctica sería imposible. No lo han logrado, quizás por no desearlo fervientemente, las comunidades menonitas que, dueñas de todos los recursos humanos y espirituales – organización, disciplina, economía saneada – en lugar de agruparse viven en “fundaciones” diseminadas por toda América, desde Pensilvania, en USA, a Paraguay.
Este dato: la preferencia por la dispersión – que explicaría la proclividad del pueblo judío a convertirse, más de grado que por fuerza, en errante y en apátrida – desmonta y desmitifica la imperiosa necesidad de vivir todos juntos.
A Unzueta le preocupa que “compartir una identidad no significa compartir las mismas ideas políticas, sino el compromiso para encontrar nuevos términos bajo los que los compatriotas estén de acuerdo en vivir juntos”, según D.Miller. Y revela un sentimiento pocas veces expresado y que explica lo que ocurre en Euskadi: “Vivimos juntos pero separados. Esto nos produce insatisfacción e inquietud. No acabamos de reconocernos. Por eso estamos desasosegados”.
Se trata de una confesión importante: Posiblemente, hoy, en el País Vasco, y al igual que arraigo, quizás por eso mismo, falta cohesión. La cohesión es la propiedad que impide que los cuerpos se disgreguen. Ahora bien, esa ley física no se cumple si se pretende la cohesión entre dos cuerpos “diferentes o yuxtapuestos”. Entonces puede haber entre ellos no cohesión pero si adhesión.
Físicamente, se realiza la adhesión como una soldadura, entre tejidos blandos mediante la formación de un nuevo tejido conjuntivo. Espiritualmente, se produce la adhesión por simpatía y afecto que crean apego tanto a personas como a cosas.
Por adhesión se pueden establecer vínculos entre esposos, gobernantes y gobernados, capital y trabajo, sacerdotes y fieles y gentes que sin estar próximos, comparten los mismos quehaceres y aficiones. El “damasquinado” ha unido a Eibar, a Córdoba y a Santiago con sus hilos visibles e invisibles. Las explotaciones mineras a Asturias y a León con Vizcaya; como la pesca a Vigo y a Pasajes con Huelva, y el vino a Haro, a Jerez y a Vilafanca del Penedés.
Esa solidaridad que ha creado identidades de interés técnico, financiero y hasta fiscal, en muchos casos ha sido superada y no tienen cabida las federaciones o las confederaciones. Tampoco soluciones, como la afortunada de Las Vegas, que Fraga quiso trasladar a Andalucía, dedicando Almería al juego y a la diversión. Pero esta alternativa tan querida por aves y mamíferos para establecer caprichosas y sorprendentes colonias, no resuelve la ordenación territorial del Estado que tendría que seguir a la “deconstrucción” anunciada.
APUNTES PARA UN NUEVO “IMAGINARIO” ESPAÑOL.
VAMOS a retornar al Pueblo Vasco y a un asunto que es problema pero que puede ser solución. La Y, que por la similitud de su trazado ha dado nombre al recorrido de las líneas del tren de alta velocidad en Euskadi, representa ya una nueva forma de concebir el territorio vasco. Un icono inesperado y que por otra parte ya nada tiene que ver con Euskalherría ya que la y (griega), y lo sé bien por llevarla en mi apellido, ha sido erradicada en la literatura y en todo el léxico oficial del País Vasco. Su recorrido y, no digamos su vértice angular que va a convertirse en un centro geométrico para las tres provincias, va a alterar sustancialmente las distintas influencias en el territorio que ocupan las tres provincias. Este es otro motivo para la oposición de los radicales nacionalistas
La actual postura tan radical no lo fue tanto cuando, por razones políticas, se estableció la capital de Euskadi en Vitoria “desordenando” un territorio que se desequilibraba más aún al situar gobierno el gobierno y las instituciones en una provincia- no euskaldún- que contaba con dos tercios de población de origen inmigrante.
Estas “estratagemas”, más que estrategias, se pagan; no son “gratuitas”. Porque como demuestra el ya citado profesor Negroponte “toda nuestra historia esta asociada al espacio y al lugar, a la geometría y a la geografía”. De haber prosperado la idea de Arturo Soria de consumar la España radial con media docena de grandes ciudades lineales que llegaran desde Madrid a la costa, obra emprendida a principios del siglo XX, España habría cambiado el mapa de Javier de Burgos, habría logrado “ordenar el territorio” de un nuevo Estado; se hubiera hecho, a través del urbanismo y de la transformación social que las ciudades lineales hubiesen representado, la revolución (burguesa) pendiente y quizás se hubiese evitado la guerra civil.
Y que conste que en esa solución para modificar la relación del centro con las periferias- que ahí está el busilis de nuestros nacionalismos- no nos vamos por la tangente.
“Geométricamente” establece el Marqués de Santa Cruz su palacio en el Viso, al lado de Almuradiel, en lo que hoy sigue siendo archivo de la Armada, en un lugar equidistante de Cádiz , Cartagena y Lisboa para así estar más cerca de todas sus flotas. Y ya que hemos hablado de la ciudad lineal como panacea de todos los males nacionalistas, no hubiera sido baladí que el General Franco, buen conocedor de Zaragoza y, después, por culpa de la guerra, muy familiarizado con el curso del río Ebro, hubiese realizado en los primeros años del Régimen el todavía inconcluso corredor del Ebro. Una gran “autoestrada” de Bilbao a Barcelona, con Zaragoza convertida en gran centro administrativo, universitario y de ocio, hubiese resuelto el sempiterno contencioso con Madrid, hubiese acercado a ambos nacionalismos haciéndoles menos beligerantes, además de aproximar la Cataluña fabril a la Vasconia minera y siderúrgica, dotándoles a ambas de salidas al Mediterráneo y al Cantábrico. Otra vía rápida Zaragoza- Madrid hubiese propiciado setenta años antes de “la Y vasca”, “la Y española” de trascendencia histórica.
El “imaginario”, esa visión del pasado y que constituye la “identidad heredada”, esa utopía , ilusionada pero peligroso anhelo frustrado si se convierte en quimera, tendría que ser un “imaginario” proyectado al futuro, más prospectivo que nostálgico, con horizonte real; sí, más “horizontal” que “vertical”.
Lo vertical, por antonomasia, puede ser, es, el árbol. Luis de Castresana, vizcaíno, autor del Premio Nacional de Literatura “El otro árbol de Guernica”, paisano y amigo, solía decirme, que para nosotros los vascos, el árbol- y qué decir el árbol de Guernica-, es importantísimo… pero que “para el árbol, y si pudiera hablar nos lo diría, lo más importante, es que le talen y le conviertan en mástil. Ser mástil de un barco y navegar por todo el mundo es el más alto honor que puede tener el tronco de un árbol.
Y desde la cofa ver el horizonte. Eso es mejor a que del bosque pases a la chimenea, aunque te tale con maestría el mejor aizkolari. También es verdad que, si tienes suerte, te pueden llevar a una papelera guipuzcoana y hacer contigo una edición de “ Zalacaín el Aventurero”.Que tampoco es mal destino.
A propósito de destinos. ¿Cuál será el destino de la España deconstruída y del País Vasco “remodelado”?
LA FÓRMULA SUIZA, ¿UNA SOLUCIÓN ECLÉCTICA?
BERNARDO ACHAGA, al que le hemos llamado antes “experto en Adán y Eva, en Caín y Abel… y en el Paraíso”, es el autor de la propuesta más inteligente que yo he oído sobre el País Vasco. A lo mejor la elogio tanto porque, a pesar de otras opiniones, la comparto en gran medida.
No sé si se retrotrae hasta la “Ciudad-Estado”, pero presenta la “Ciudad Vasca” como antídoto del País Vasco. Quizás prefiere la buena conurbación ante la posibilidad de hacer una mala nación. (Aquí se inscribiría el proyecto feliz de la Y griega).(2) Sigue Achaga recomendando la renuncia a la utopía del paisaje, cómplice del idioma y de la música, del sonido autóctono, original y primigenio.
Esto supone, claro, la salida del paraíso soñado. Réplica de la que sufrieron Adán y Eva tras el pecado. Adán y Eva, vascos también.
Y ¿por qué? Por la impotencia para volver a estar solos y aislarse tras la invasión de “maquetos” y elementos exógenos que habrían marchitado la pureza ”original”
Esta teoría de Achaga, tendría su equivalencia en “el resto de España” si es que aún existieran carpetovetónicos, hoy en vías de extinción tras la ocupación de cuatro millones de… “maquetos” internacionales que han llegado a la península Ibérica.
Tras la “deconstrucción”, podríamos empezar de cero. El cero sería ensayar en el propio País Vasco la fórmula suiza de la confederación Helvética.
Si Suiza tiene veinte cantones en una superficie de 20.000 Km cuadrados. Euskadi podría tener en la misma extensión que totalizan casualmente sus siete provincias el mismo número de comarcas. Las habría de l.500 Km cuadrados o de 500 Km , como la Rioja Alavesa. Si funcionasen, que funcionarían, se podría aplicar la fórmula cantonal a una España de 400 comarcas… administradas por cuatrocientos gerentes. ¿Por qué no?
Sería la “reconstrucción” de España. Y no creo que tardásemos en hacerla los ochocien tos años de la Reconquista…
(1) Que España era una Unidad de Destino no fue un descubrimiento de José Antonio Primo de Rivera, sino de Claudio Sánchez Albornoz, último presidente de la II República española, cuando escribió: “Aspiro a mostrar a los españoles…que existe una unidad histórica y de destino entre cuantos habitamos la Península y que si hicimos otrora maravillas, nuestro mañana depende de nuestra voluntad”.
(2) Como el Pisuerga de la “Deconstrucción” pasa por el Valladolid de Francisco Umbral, recordemos lo que a propósito de las “ciudades cívicas” publicó el admirado columnista pucelano en “El Mundo”, el lunes, 23 de Febrero de 2.004.
“Esto de las ciudades cívicas empezó a rodar hace una semana y es la nueva fórmula para desmontar España en poco tiempo. Porque de eso se trata: de desmontar España a toda prisa para repartirse puñados de poder y sacos de euros, aunque no es fácil que Europa admita los euros españoles cuando ya no seamos España”.
http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=5026
miércoles, enero 21, 2009
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