viernes, enero 16, 2009

Felix Arbolí, La importancia de la palabra

viernes 16 de enero de 2009
La importancia de la palabra

Félix Arbolí

C REO que no hay concepto más amplio y de tanta importancia en la vida del hombre como la palabra. Es menos impactante a veces que una mirada, que dicen puede valer más que cien palabras, lo de mil me resulta bastante exagerado, pero sí más efectiva y eficaz a la hora de convencer y razonar. Aunque sigo pensando íntimamente que en determinados momentos no hay expresión más elocuente que el silencio a dúo. ¿Hay algo comparable a la profunda mirada de una mujer enamorada acompañada de un impresionante silencio?. Ha sido un arma contra la que jamás he podido luchar o resistirme. Los momentos más hermosos de mi vida. Contra la creencia que nos considera a los andaluces unos trápalas y parlanchines, más aún cuando se refieren a las andaluzas por ese prurito de hacerlas compañeras inseparables del chismorreo, soy consciente y estoy plenamente convencido de que no he visto mayor autenticidad en sentir, amar y pensar que en esa tierra de la que el Sol es un permanente invitado, salvo los cortos periodos que se ausenta para agradecer con algo de brisa y agua tan idílico lugar.

Siempre me ha emocionado lo andaluz y no porque haya tenido el privilegio de nacer en esa región, la más extensa de España, de la que nunca ha renegado. El episodio de Blas Infante pasó sin pena ni gloria, a pesar del intento actual por parte de los de siempre en hacerle mito y la bandera blanca y verde me recuerda más a los colores “der Betis” que a mi símbolo de identidad, con todos mis respetos y excusas a los que la vean de esa manera. Yo hasta que Dios disponga que desaparezca, sólo reconoceré como mi Bandera a la de España y quiero a Andalucía más que a mi propia vida.

Tampoco me siento tan sentimentalmente conectado con ella por su folklore, que me parece estupendo, fabuloso, emocionante y capaz de levantarnos el ánimo en esos momentos que nos invade la añoranza o el sentimentalismo, pero al que no considero oportuno que utilicen como la seña más destacada de su identidad y personalidad, ya que entre sus ocho provincias existen notorias diferencias incluso en este aspecto. Nada tienen que ver, aunque sólo el entendido sea capaz de captar sus diferencias, las sevillanas, con las alegrías y tanguillos de Cádiz, ni con las verdiales malagueñas, el vito de Córdoba, las granaínas y zambras de Granada, los palos flamencos y rocieros de Huelva, los fandanguillos y fandangos de Níjar y Almería, e incluso la bulería jerezana, por citar unos ejemplos. Es un folklore riquísimo y un arte cuyos orígenes se pierde en la noche de los tiempos y las influencias más insospechadas, pero no suficiente como para citarlo como única riqueza cultural y el tipismo de una región donde si algo le sobra y ofrece en cantidad es su diversidad de atractivos y alicientes de toda índole y su profundidad mental en lo trascendente y responsable.

Soy un entusiasta y me siento enormemente orgulloso de mi habla andaluza, que a pesar de mis largos años ausentes de esa tierra maravillosa que me vio nacer, jamás he querido alterar o hacerla desaparecer para adaptarme al habla de un castellano más perfecto, que es el de mi mujer, hijos y nietos. Sigo hablando con ese ceceo y tono inconfundible y ello supone uno de mis mayores triunfos y más justificadas alegrías, porque me supone un contacto permanente con mis raíces. No obstante, ha sido un empeño que me ha costado algunas limitaciones profesionales. Tuve que dejar un programa radiofónico, con mi amigo Álvaro de Luis, el fundador y director del veterano programa “Caliente y frío”, titulado “La calle de Alcalá”, en el que hacía la sección de entrevistas de cine y teatro y decidí abandonarlo ya que mi acentuado andalucismo no iba muy a tono con el “micro” en aquellas épocas donde se miraban mucho estas cosas. Hoy día, ocupan micros y pantallas elementos cuyo español artificial o mal aprendido deja mucho que desear y difícil de saber interpretar, sin que le pongan la menor pega, aunque haya fabulosos profesionales españoles en el paro. En aquellos años ni la mujer se desnudaba en el cine, -hoy es raro verla vestida-, ni el andaluz podía intervenir ante el micro. Han cambiado mucho las costumbres y las cosas y yo me quedé como vulgarmente se dice “entre Pinto y Valdemoro”..

Me resulta realmente indignante que un político catalán del Partido Popular y no porque se trate de esta comunidad y partido, que conste, intente mofarse o denigrar a una ministra por su acento andaluz al hablar. Que se critique a un político por sus actos, ineficacia, falsedad, despilfarros, me parece oportuno y conveniente, pero siempre utilizando modos y palabras que en nada enturbien la corrección y transparencia que debe ofrecer el habla de una persona que se supone educada. A mi me parece una ofensa inexcusable para toda una región, que en nada tiene que envidiar a la suya y utiliza una manera de hablar que hasta resulta graciosa, coloquial e inteligible y ruego me perdonen mi incondicional aprecio a lo andaluz, sin por ello pretender ofender a los demás. Todos podemos defender lo nuestro, sin necesidad de agraviar al que no lo es.

Es el manido concepto que han intentado infundir sobre toda esa parte de España, que si ha pecado de algo ha sido de españolismo, fraternidad y solidaridad con el resto de las regiones y hospitalidad con todos los que se encuentran dentro de sus límites disfrutando o trabajando. Nuestra manera de hablar que se enteren de una vez no supone incultura, tosquedad o posible causa de complejo de inferioridad respecto a las restantes formas y variantes de las distintas comunidades. No tenemos la impertinencia y osadía de considerarla idioma, como pretenden algunas otras, ni puñetera falta que nos hace. Nos agrada y ennoblece sabernos y sentirnos españoles hasta en el habla, a pesar de que pueda resultar un tanto distorsionada y con algunos modismos respecto al castellano habitual. Es mejor para todos los que estamos ante el televisor o la radio, oír y comprender lo que dice esa ministra andaluza, -aunque sus métodos políticos, que no lingüísticos se puedan cuestionar-, que quedarnos a la luna de Valencia oyendo esa ininteligible retahíla del señor Rovira, Pujol, Maragall y demás, -incluso a ese cordobés trasplantado y catalanizado que hasta en su apellido lleva el nombre de una ciudad cordobesa, para recordarle su origen-, cuando pretenden diferenciarse del idioma oficial español y no quieren darse cuenta que están hablado a personas para quienes su lengua es una perfecta desconocida. Sin olvidar, a los actuales dirigentes gallegos que han asumido el papel de díscolos y diferentes con su galleguismo a ultranza, al hablar de una manera solo comprensible en Portugal y en sus cuatro provincias y mi mujer, que lo aprendió de pequeña, pues fueron sus primeras palabras. En eso he de reconocer el mérito y la corrección del vasco, que teniendo idioma propio y único en todo el mundo, utiliza el castellano cuando interviene en algún acto o entrevista que se supone han de oír muchas personas que desconocen el eusquera.

Andalucía, a ver si le entra en la cabeza y le queda impreso en la memoria a cuantos intentan vestirnos de faralaes, colocarnos unas castañuelas y oírnos cantar flamenco, es mucho más que toda esa parafernalia y panderetada que intentan colgarnos, para bien o para mal, pero totalmente erróneo. Hasta en la letra de su copla doliente y sincera quiere mostrar la profundidad de sus sentimientos y la nobleza de su manera de ser y comportarse. Cantos que nos hablan de amor, de celos, de traiciones, de quereres imposibles, de creencias enraizadas y de todo cuanto nos hace sentir, gozar, penar y anhelar la vida. Es nuestra válvula de escape, el confesionario donde descubrimos nuestras culpas o “ pecaos” y el remordimiento que nos reconcome las entrañas hasta que no tenemos el valor de destaparlo con esa copla que se escapa cielo arriba buscando al que puede redimirlos. La guitarra es como la cortinilla de ese confesionario que oculta y disimula el dolor y la vergüenza en ese mágico momento en que el pecador arrepentido desnuda su alma y lanza al aire sus lamentos y tragedias en esa copla desgarrada que se evade en el aire. . . .

¿Qué es si no la saeta?. Una auténtica plegaria que durante la Semana Santa, rompe el silencio de las noches andaluzas intentando aliviar el dolor de ese Cristo torturado y moribundo o esa Madre tan llena de angustia y dolor. A su inicio, cesan los ruidos, la música enmudece y como por arte de un conjuro ancestral y misterioso el pueblo se arrodilla, hombres y mujeres se santiguan y todo el entorno se llena de incienso, rezo, emoción y fervor, como no han sido capaces en ningún otro lugar del mundo. Hasta le lanzan piropos que en cualquier otro lugar o momento pudieran resultar atrevidos y aquí suenan a fe sincera y un amor sin limitaciones ni vergüenzas. Un instante lleno de emoción en el que en esas estrofas que salen del alma y surcan los aires van las lágrimas y lamentos de una Andalucía que rinde su más sincero y devoto homenaje a ese Nazareno o Crucificado que talló un artista y se incrustó en sus sentimientos más profundos. Porque la saeta más que cante es la oración de la desesperación y el dolor. He sido letrista de saetas en mi tierra gaditana y puedo asegurarle que lo que uno escribe, lo que sale de dentro, es el testimonio de un sentimiento sincero, único e increíble. Uno escribe lo que le dicta la inspiración en ese instante y hay que estar muy “tocado”, muy emocionado y muy compenetrado con el sentir religioso para que salgan esos versos que no son poesías, sino piropos a la más guapa, alabanza al más querido y rezo a los más venerados de nuestro mundo interior. Hay un Nazareno gaditano que en el argot popular era conocido, no se si aún será igual, con el sobrenombre del “Greñúo”, por sus cabellos largos y naturales. Es de los más queridos y populares. Para El surgió la saeta que decía “Quien te llamó Nazareno,- con el nombre del Greñúo,- es que besó tus cabellos, y se le fue el alma en ellos,- con la garganta hecha un “núo”. ( “Greñúo”, es greñudo y “núo” se refiere a nudo. Hago la aclaración aunque no creo haga falta). Me pone los pelos de punta solo recordarlo y volverlo a leer.

Ésta es mi Andalucía y la de Trajano, Adriano, Séneca, Averroes, Maimónides, los Machado, Muñoz Seca, García Lorca, Pemán, Alberti, Juan Ramón Jiménez, Valera, Emilio Castelar, Columela, Velázquez, Murillo, Picasso, Romero de Torres, Falla, Maria Zambrano, etc, etc. No sólo es la patria de Caracol, Camarón de la Isla, Lola Flores, Menese y otros muchos de este otro mundo del espectáculo en el que muchos pretenden encasillarla. Yo, sin renunciar a ninguno de los dos, me inclino por el primero pues a pesar de que muchos lo duden es el que refleja mejor y con más exactitud el alma y la verdad de esa tierra mitológica y universal.

http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=5014

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