DEMETRIO PELÁEZ CASAL
AILOLAILO
Los de la 'represom' no quieren cámaras,
Amuchas personas ajenas al parvulario y peligroso movimiento antisistema tampoco les gusta que haya cámaras de vídeo vigilando las rúas y plazas más importantes de Santiago. Ni de Compostela ni del Katmandú. No es porque teman ser cachados infragantium pintando cualquier chorrada pseudolibertaria sobre las piedras del casco histórico, porque deploran tales acciones, ni tampoco porque les dé mal rollo estar a tiro de ojo de cualquier funcionario policial si algún día les dar por pasear a las cuatro de la mañana con una cogorza del copón o cogidos del brazo de Lupita y sus masajistas prodigiosas, algo que no suele entrar en sus tradicionales plannings nocturnos.
Su oposición se debe a convicciones firmes y respetables en torno a los límites que debe tener un Estado a la hora de velar por la seguridad ciudadana sin por ello invadir de forma preocupante la intimidad de los administrados, y ahí está el meollo del debate. Porque, ¿de verdad podemos aspirar a tener algo de intimidad en cuanto sacamos la napia de nuestra casa? ¿Qué extraña e infantil utopía es esa en una sociedad que depende cada vez más de los satélites y en la que hasta un niño de cuatro años, en cualquier esquina, bar o playa, puede hacernos una foto o grabarnos un vídeo con diminutos artilugios y luego volcarnos en esa red infernal llamada Internet? ¿De qué libertad y de qué intimidad hablamos?
No, a estas alturas de la película a nadie sensato debería preocuparle la existencia de cámaras de videovigilancia en el casco histórico de Santiago, y menos sabiendo que dichos artefactos, además de no grabar, deben superar cien mil controles técnicos y legales antes de ser enchufados. Por otra parte, cientos de miles de cámaras digamos no oficiales nos vigilan y controlan a diario en bancos, supermercados, autopistas y hoteles, y gracias a ellas hemos podido ver detenidos a hijos de la grandísima que pegan patadas en el metro a niñas indefensas, o que dejan KO de una paliza a sus mujeres y a quienes iban a defenderlas, o que circulan a 200 por hora en vías urbanas, o cuyo oficio básico consiste en robar, extorsionar o traficar con drogas incluso en las puertas de los colegios.
Las cámaras, en suma, son necesarias en este mundo supuestamente feliz que hemos construido -ciertamente lo es, o casi- y quienes más se oponen a ellas no son, que nadie se confunda, los urbanitas románticos y biempensados que aún creen en ciudades idílicas donde la intimidad es sagrada, sino grupillos y grupejos que van de antisistema, de demócratas de espíritu puro que se creen con derecho a dar clases sobre libertad y convivencia a todo dios y de luchadores contra la represom y la dictadura, aunque sus mayores hazañas suelen consistir en guarrear con sprays tapias recién encaladas. Que se dejen de rollos macabeo-filosóficos, porque está muy claro por qué ellos no quieren cámaras: para hacer el canelo sin que nadie ni nada les moleste.
http://www.elcorreogallego.es/opinion/ecg/represom-no-quieren-camaras/idEdicion-2009-01-13/idNoticia-383909/
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