jueves, marzo 13, 2008

Miguel Martinez, Mas de lo mismo

jueves 13 de marzo de 2008
Más de lo mismo

Miguel Martínez

P OR mucho que el título de esta columna coincida con la frase de cierto ex dirigente socialista con ocasión de determinada victoria electoral, y por mucho que haya quien pueda haber abierto esta página imaginando que con tal locución se pretendía dar a entender que este artículo iba a discurrir sobre la victoria del PSOE y la derrota del PP, he de decirles que no, que, aunque no exento el título de marras de doble intención, la elucubración semanal de quien les escribe irá por otros derroteros. O quizás no.

Y es que un servidor, como ya saben mis queridos reincidentes, aplicándose la máxima de no dejar para el futuro lo que pueda hacerse en el presente, comentó ya en su artículo de la semana anterior los resultados electorales, pasando por alto el insignificante detalle de que los comicios aún no se hubieran celebrado. Una de las motivaciones de escribir entonces sobre futuribles era la de poder hablarles esta semana de cualquier otro tema que no tuviese que ver con dichos resultados, cosa sobre la que sin duda tratarán los artículos de muchos de mis apreciados compañeros de periódico esta semana.

Si les soy sincero, servidor de ustedes se había prometido a sí mismo no hablar esta semana de política, que el que más y el que menos ya debe de andar a medio paso de la saturación, y así se lo hacía saber en un correo privado al maestro Joan Pla durante la jornada de reflexión, informándole que andaba liado preparando y recopilando datos para un artículo que nada tenía que ver ni con los políticos ni con la campaña, pues esta saturación que les comentaba unas líneas más arriba -y que también acuciaba a este columnista- amenazaba con poner en riesgo la voluntad epicúrea –de la que les vengo hablando desde que empezara esta campaña electoral- de mantenerme instalado en la más serena de las ataraxias por mucho que los despropósitos de algunos políticos, y de sus aduladores mediáticos, acertaran con sus dislates en la fibra sensible de quien les escribe.

Pero será que tenía razón Aristóteles con lo de que el hombre es un animal político, y así, cual político animal –recuerden lo del orden de los factores-, este columnista romperá su promesa y seguirá, una semana más, con más de lo mismo, vinculando el artículo que tenía en mente con determinadas acciones llevadas a cabo por ciertos políticos durante la campaña electoral.

Y es que el Ayuntamiento de una ciudad catalana ha hecho públicos los datos de las atenciones y ayudas que prestan sus servicios sociales -cifras que bien pudieran pertenecer a cualquier otra ciudad española de similares características-, que dan al traste con la idea que muchos sostienen sobre aquellos a quienes van dirigidos mayoritariamente este tipo de servicios de la Administración pública.

Insistía Rajoy en el segundo debate -durante el bloque de políticas sociales- en el argumento de que el aumento de inmigrantes colapsaba servicios como los de atención social, circunstancia que repercutía negativamente en la atención prestada a los nativos, sumándose así al discurso demagógico de Cañete con sus mamografías exprés y sus camareros olvidadizos.

Pues resulta que el citado informe revela que el 88 % de las atenciones prestadas por los servicios sociales municipales han sido destinadas a españoles, y que, en el capítulo de ayudas económicas, el porcentaje subía hasta el 98 % de casos en los que los auxiliados eran patrios. Si tenemos en cuenta que en el censo de esa ciudad constan un 15 % de inmigrantes, por mucho que usted, mi querido reincidente, sea de letras, comprobará sin excesivo esfuerzo que, tanto en números absolutos como en cifras porcentuales, los inmigrantes requieren menos servicios que los españoles, pues una población del 15% sólo es atendida en el 12% de las ocasiones.

Y a quienes se pregunten por qué tenemos la percepción de que son los inmigrantes los que saturan y colapsan nuestros servicios sociales y sanitarios habría que responderles que dicha percepción no es sino la consecuencia de prestar credibilidad a afirmaciones como la de don Mariano o Cañete, aseveraciones hechas de forma demagógica cuando no directamente falsa.

Así, todos hemos escuchado tópicos más falsos que un billete de seis euros pero que, a fuerza de oírlos, calan en la opinión pública como si fuesen ciertos: que si los comercios de inmigrantes están exentos de ciertos impuestos, que si a los hijos de los inmigrantes se les subvencionan los tiques en los comedores de los colegios, que si les regalan los carritos de bebé y los pañales…, mentiras que, pese a los reiterados desmentidos de las administraciones públicas, calan en ciertos sectores de la población, muchas veces con la colaboración interesada de los Cañetes de turno.

Les ruego me permitan dos reflexiones para terminar, una propia y otra ajena:

La ajena, las declaraciones de la Concejala de Servicios sociales de la ciudad a la que me refiero que, pese a rebosar sentido común, a más de cuatro le deben sonar a sánscrito:

“No tenemos asumido que la población inmigrante forma parte de nuestra población y, por tanto, son ciudadanos de este municipio”. No asumir eso es seguir el discurso de los xenófobos: que vengan y que curren en los peores trabajos, pero que, si se han de hacer una mamografía, se la vayan a hacer a su país, que aquí colapsan las listas de espera, y que, además, saquen a sus hijos de la guardería para que yo pueda llevar a los míos, que los míos son de raza aria y yo soy cristiano viejo.

Y en cuanto a la reflexión propia –y por tanto nada seria-, un servidor anda algo preocupado por Rajoy, quien pese haber manifestado que quiere seguir en lo suyo, se rumorea que a medio plazo va a ser invitado a que emigre a Bruselas. Y, si así fuera, trabajo va a tener el pobre en aprender holandés -en su variedad flamenca-, alemán y francés –lenguas todas ellas oficiales en Bélgica-. Deberá, además, vestirse de flamenca como Marta, la niña de “El perro de Flandes”, dejarse el flequillo a lo Tintín –allí donde fueres haz lo que vieres, Rajoy dixit-, ponerse morado de Lambic y Trapist –bebidas típicas belgas- y aficionarse a las carreras de palomas. Tendrá también que saludar a los amiguetes arreándoles tres besos en la mejilla o cenar todos los días a las 7 de la tarde; costumbres belgas que él debiera adoptar de inmediato, por pura coherencia, firmando un contrato de costumbres como el que él pretendía imponerles a nuestros inmigrantes.

http://www.miguelmartinezp.blogspot.com/

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