jueves 27 de marzo de 2008
CONVERSIÓN DE MAGDI ALLAM
El Dios de la fe y de la razón
Por José Luis Restán
Es preciso acercarse siempre con temor y temblor a una decisión como la conversión, que implica a toda la persona: su razón y su libertad, su historia y sus vínculos familiares y sociales, a veces su fama e incluso su propia seguridad. Éste es, desde luego, el caso de Magdi Allam, periodista nacido en Egipto y nacionalizado italiano, subdirector del Corriere della Sera.
Él mismo ha querido ofrecernos la clave del itinerario que le ha llevado a recibir las aguas del bautismo: el descubrimiento del único Dios, que es el Dios de la fe y de la razón. Esta es la verdad que le llena de alegría, y por la que está dispuesto a arriesgar incluso la vida.
En la persona y en la trayectoria de Allam convergen una serie de factores que hacen de su caso algo más que una historia única e intransferible; estamos ante un "mensaje", que el propio Benedicto XVI ha querido amplificar al administrarle él mismo el bautismo en la Basílica de San Pedro. Se trata de un hombre crecido y educado en el islam, trasladado al contexto de la Europa secularizada del siglo XXI y radicado en el ágora de los medios de comunicación, precisamente el agente más activo de dicha secularización.
Durante los últimos años, Magdi Allam ha sido un protagonista del debate público italiano, lo que significa que se ha involucrado, desde una prestigiosa tribuna laica, en las grandes cuestiones políticas, sociales y culturales que agitan al mundo occidental. Su acerada crítica al fundamentalismo islámico ha tenido el alto precio de vivir blindado, siempre bajo la amenaza de que se cumpla la condena a muerte dictada por diversas fatwas. Pero Allam tampoco ha sido complaciente con el clima intelectual dominante en Occidente, al que en muchas ocasiones ha reprochado sus complejos y su relativismo enfermizo.
En una carta dirigida al director de su periódico, publicada el pasado lunes por el diario El Mundo, el nuevo cristiano afirma que el día de su bautismo ha sido el más bello de su vida, aunque es consciente de que este paso le coloca, más aún si cabe, en el punto de mira de un fanatismo irracional además de blasfemo. Lo más significativo es que Magdi Cristiano Allam (éste es el nombre cristiano que ha elegido) ha vivido su incorporación a Cristo en la Iglesia como una auténtica liberación de la oscuridad y del miedo, que conforman una tenaza de la que frecuentemente el hombre moderno no sabe escapar.
Al explicarnos que descubriendo a Jesús ha podido descubrir al auténtico y único Dios, que es el Dios de la fe y de la razón, el nuevo bautizado se identifica con el núcleo central de la predicación de Benedicto XVI. Por eso no es extraña su confesión de que el encuentro con el Papa ha constituido el punto decisivo para una conversión cuyo recorrido está también jalonado por la amistad y el testimonio de numerosas personas a las que ha querido rendir homenaje de gratitud.
Naturalmente, las implicaciones de este acontecimiento han llevado a muchos a plantear preguntas sobre la oportunidad de la escenificación elegida. De hecho no han tardado en levantarse voces islámicas que consideran la decisión del Papa como una abierta provocación. Por supuesto, Benedicto XVI ha tomado en consideración estos extremos, especialmente cuando se acaba de publicar un nuevo videoclip de los terroristas de Al Qaeda en el que se acusa al Papa de ser copartícipe de una supuesta cruzada occidental contra el islam. Pero aparte de estas amenazas ya habituales, el Papa ha sopesado con sus colaboradores lo que podría suponer este gesto para el desarrollo del próximo forum católico-musulmán, convocado para el próximo noviembre y considerado como el primer fruto de la dura siembra de Ratisbona. Pues bien, a pesar de todo, ha optado por la decisión más arriesgada, y podemos intuir algunas hipótesis razonables de por qué.
En primer lugar ha contado la mencionada relación personal del propio Papa Ratzinger con el camino de conversión de Allam, pero esto no sería suficiente. El gesto ha querido ser también un mensaje de aliento a los numerosos conversos del islam al cristianismo, que viven en situación de cuasi clandestinidad, incluso en países europeos como Italia y Francia. La propia Iglesia ha sido bastante remisa a la hora de reconocer y valorar este fenómeno, a veces por proteger a las personas implicadas pero también para evitar la irritación de los interlocutores islámicos.
Reconozco que es una intuición personal amasada con varios indicios desde la lección de Ratisbona, pero creo que Benedicto XVI desea que el diálogo imprescindible con el Islam se vea liberado de cualquier equívoco o extorsión implícita. Diálogo a campo abierto sí, pero sobre la base de un respeto recíproco absoluto, que implica también la libertad de los cristianos para anunciar el Evangelio a los musulmanes en un clima de libertad y seguridad (por supuesto, también los musulmanes gozan del derecho recíproco, pero evidentemente esto no plantea problemas).
Por último, hay otro elemento que explica la común voluntad de Benedicto XVI y de Magdi Allam de celebrar de modo tan "arriesgado" el bautismo de este último, y se refiere en este caso al mundo laico. En efecto, Allam no tendrá que preocuparse sólo de la terrible hostilidad de buena parte de sus antiguos hermanos, sino que deberá afrontar también la incomprensión y el sarcasmo de buena parte de sus colegas intelectuales de Occidente. Porque el subdirector del Corriere podría haber diluido su decepción respecto al Islam en el mar del nihilismo occidental, y no habría ocurrido nada; pero su historia le ha conducido a proclamar ante el mundo el vínculo esencial que liga a la luz de la razón y al respiro de la libertad, con el Dios que ha asumido un rostro humano en Jesucristo. No había mejor predicación de Pascua que este gesto.
http://iglesia.libertaddigital.com/articulo.php/1276234456
jueves, marzo 27, 2008
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