viernes 14 de marzo de 20008
ERC pierde el paso en Cataluña
LAS consecuencias del 9-M en Esquerra Republicana de Cataluña están adquiriendo rasgos de fractura y escisión, que ya se atisbaban desde tiempo atrás. Con un pérdida de 348.975 votos, superior al cincuenta por ciento de los sufragios obtenidos en 2004, los independentistas liderados por Carod-Rovira -aunque esto habría que ponerlo en cuestión- se enfrentan con toda crudeza al balance de una etapa en la que han intentado la esquizofrenia de participar en el tripartito catalán presidido por el socialista José Montilla, ser oposición de última hora al PSOE en los parlamentos catalán y nacional y oponerse a un estatuto cuyo cumplimiento ahora reclaman como sus más ardientes defensores. Por si esta labor de confusión en su electorado no fuera suficiente, las bases republicanas captaron bien el mensaje alarmista del voto contra la derecha y antepusieron la obediencia al frente del Tinell -esa barricada sectaria contra el PP que Rodríguez Zapatero auspició en octubre de 2003- a cualquier consideración de coherencia ideológica. Para rematar, la transformación del Partido de los Socialistas de Cataluña en una formación cuasi nacionalista y defensora de un modelo confederal del Estado ha reducido el espacio soberanista de ERC, cuyos votantes han encontrado en los candidatos del PSC referencias más eficaces para las aspiraciones «nacionales» que se plasmaron en el nuevo estatuto catalán.
ERC está sufriendo los daños del abrazo socialista y de su empeño en querer funcionar, al mismo tiempo, como un partido asambleario y de gobierno. La ruptura pública entre Carod-Rovira y Joan Puigcercós -habrá que ver qué consecuencias tiene para el tripartito en los próximos meses- evidencia la insostenibilidad de esta doble vía de hacer política con la que ERC quería tener un pie en cada orilla. Por ahora, el gobierno tripartito de la Generalitat se mantiene, pero es evidente que ERC ha perdido muchos puntos como socio de gobierno porque aporta más inestabilidad que otra cosa. Y no es descartable que, si Puigcercós se confirma como nuevo líder, ERC reoriente su estrategia con guiños hacia CiU, lo que podría llegar a comprometer seriamente al Ejecutivo presidido por Montilla. Desde el terreno socialista, la crisis de ERC se contempla como un efecto de su aplastante victoria en Cataluña, pero al mismo tiempo ni el PSC ni el PSOE pueden ignorar que el independentismo catalán ha contribuido directamente a compensar la fuga de votos al PP, que en las últimas horas ha recuperado el escaño que en la madrugada del 9-M fue adjudicado inicialmente a CiU.
El apoyo del electorado de ERC al PSC tiene más de necesidad que de virtud y, por esto, no es cierto que se haya moderado el nacionalismo separatista. Simplemente ha invertido en la opción más rentable para impedir que ganara Mariano Rajoy. Esta «opa» del socialismo sobre el independentismo también se manifestará en la acción de gobierno de Montilla, porque después de la captación viene el aseguramiento definitivo del voto. Y para lograr este objetivo, el PSC tiene que culminar el proceso de abanderamiento de las propuestas soberanistas que ha ido arrebatando al nacionalismo. Las negociaciones que, de forma inmediata, se abrirán con el nuevo gobierno de Rodríguez Zapatero para el desarrollo del estatuto darán cuenta de una probable política de reivindicaciones máximas por parte del tripartito. Los acontecimientos obligan a ERC a redefinir su papel en la política catalana, tanto como al PSC a decidir qué quiere hacer con este condicionante apoyo independentista recibido en las urnas. Los socialistas catalanes han dado muestras de querer mantener su emancipación frente al PSOE, lo que supone una traba seria a cualquier pacto de legislatura entre Zapatero y Convergencia i Unió, que tendría una clara contraindicación con la continuidad del tripartito.
En última instancia, Zapatero es quien decidirá con su política de desarrollo estatutario si opta por premiar la fusión de socialismo e independentismo que han reflejado las urnas con la implantación de un modelo confederal de relación entre Cataluña y el Estado o si gira hacia una gestión más nacional de los intereses en juego y apuesta por no seguir deteriorando las estructuras estatales, necesarias para cualquier política de cohesión y solidaridad.
http://www.abc.es/20080314/opinion-editorial/pierde-paso-cataluna_200803140249.html
viernes, marzo 14, 2008
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