viernes 28 de marzo de 2008
El tamaño es lo que importa
Miguel Ángel Loma
E L pasado lunes santo procesionaba por primera vez en estación de penitencia hacia la catedral hispalense, la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Cautivo y Rescatado, y Nuestra Señora del Rosario Doloroso, joven cofradía fundada a finales de 1979 y conocida popularmente como la Hermandad del Cautivo del Polígono de San Pablo, barrio sevillano donde se ubica. Las sagradas imágenes titulares de esta Hermandad son un Cautivo realizado en 1992 y una Virgen que data tan sólo del pasado año. Pues bien, Monteseirín, el ínclito alcalde socialista de Sevilla, presidió muy ufano la salida procesional de esta cofradía, con su vara y su medalla, y ante tamaña devoción me surgió la duda de por qué extraña razón, políticos impositores del laicismo de Estado, la marginación de la religión del currículo educativo, y la erradicación de cualquier símbolo religioso de las instituciones públicas, al llegar la Semana Santa se transforman en visibles protagonistas de multitudinarias procesiones de imágenes religiosas. Porque la justificación, que ellos tanto utilizan, de que en estas manifestaciones prevalece el sentido artístico, sociológico y cultural sobre lo puramente religioso, podría colar cuando se trata de imágenes de probada tradición y raigambre, pero no es aplicable con unas imágenes de tan recientísima creación y factura, por muy bellas que sean, como las de la Hermandad del Polígono de San Pablo. Entonces, ¿qué sorprendente alquimia transforma unas imágenes religiosas en meramente culturales? La solución de tan enigmático fenómeno creo que radica en el tamaño. Si un minúsculo Crucificado o una pequeña imagen de la Virgen ocupan, por ejemplo, unos pocos centímetros de la pared de un despacho o de un aula, nos encontramos ante una muestra de carácter religioso que un político laicista no debe permitir. Pero si ese mismo Crucificado y esa misma Virgen adquieren dimensiones colosales, van acompañados de banda de música, procesionan por el centro de las ciudades alterando el tráfico rodado, y movilizan el fervor y seguimiento popular, estamos ante elevadas expresiones artísticas y genuinas manifestaciones culturales que no sólo conviene proteger y fomentar, sino hasta presidir. Lo de incluir este tipo de manifestaciones en los catálogos y guías de la localidad alentando las visitas foráneas y el llamado turismo religioso, así como el baño de masas que para los políticos supone la participación en dichos actos, son simples elementos accidentales carentes de significado y sin trascendencia alguna sobre el ánimo participativo de nuestros muy coherentes, ostentosos, y laicistas políticos procesionales.
http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=4528
viernes, marzo 28, 2008
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