jueves 27 de marzo de 2008
CINE
La noche es nuestra
Por Juan Orellana
Las películas de mafiosos tendrán siempre su paradigma en la trilogía de Francis Ford Coppola de El Padrino. Eso no significa que esté vedado intentar nuevas aproximaciones a ese subgénero del cine negro. Aunque a menudo esos intentos son fallidos, la fórmula mejor es huir de presunciones y ser humilde en la propuesta.
Este es el caso de la última cinta del neoyorquino James Grey, La noche es nuestra, que se estrena esta semana. Si con La otra cara del crimen (2000) ya había mostrado su oficio, este descendiente de inmigrantes rusos escarba en su nuevo guión el mundo de la mafia rusa en Nueva York. Y lo hace como telón de fondo de un interesante drama humano que toca otro eterno tema literario y cinematográfico: el de la relación paterno-filial.
La película se inspira en la situación real en Nueva York a finales de los ochenta, cuando la droga sofisticada ha entrado en la ciudad acompañada de una inusitada ola de crimen que causa numerosas bajas en la policía local. Bobby Green, interpretado por un excelente Joaquin Phoenix, es la oveja negra de una familia de brillante currículum. Su padre (Robert Duvall) es un reconocido jefe de Policía, y su hermano (Mark Wahlberg) acaba de ser nombrado jefe de Narcóticos de la misma.
Pero Bobby regenta una impresionante discoteca en la que los capos de la mafia rusa realizan sus contactos y operaciones. Esta situación genera en él una especie de esquizofrenia moral entre la fidelidad y pertenencia a su familia, que reclama su colaboración, y el estatus económico y social que le proporciona su negocio. Este es el conflicto que vertebra la trama y que supone una revisión ciertamente trágica de la parábola del hijo pródigo.
La película no se aparta de los cánones del género, y en ese sentido puede parecer todo muy trillado y en ocasiones previsible, pero precisamente por esa humildad antes recomendada la película funciona muy bien, tiene buen ritmo e interesa su desarrollo. El director reconoce influencias de El padrino, Chinatown y French Connection, así como de mucho cine europeo de los sesenta, sobre todo de Visconti, y películas japonesas de los cincuenta centradas en el tema del destino y del sentido de la historia.
Lo más interesante es la evolución del personaje de Bobby, que pasa de vivir en una superficialidad indolente, apoyada por buenos ingresos económicos y una complaciente relación con su novia –la actriz latina Eva Mendes– a un estado de conflicto moral y psicológico en el que se evidencia que su libertad debe ponerse en juego urgentemente. Ese estado, que recuerda al del protagonista de Cassandra´s Dream, desemboca en un camino de dura purificación y redención del personaje. Un camino que exigirá incluso inmolaciones de ecos bíblicos.
La película narra un doble recorrido: el de un hijo que busca la aceptación de su padre, y el de un padre dispuesto a dar su vida por el hijo. En el punto de encuentro de esos dos trayectos estallará el clímax del film en unas escenas magistralmente rodadas. En fin, puro cine de género muy recomendable para los amantes del mismo: a la acción y a los tiros se suman interesantes dramas humanos.
http://iglesia.libertaddigital.com/articulo.php/1276234455
jueves, marzo 27, 2008
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